Portada » Un día cualquiera
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En la alborada de un día cualquiera,
Torrefarrera despierta, entre risas y quejas,
con el sol que acaricia las calles doradas,
y el canto de la vida que nunca se aleja.



Las flores en los balcones son testigos,
de un pueblo que guarda secretos antiguos,
donde el eco de risas se mezcla con llantos,
en un vaivén de emociones, de sueños y cantos.



Las gentes se cruzan con paso ligero,
cada uno con su historia, su peso sincero,
un café en la plaza, una broma al viento,
y en cada mirada, un cuento que arde lento.



Pero también hay sombras que se asoman,
en la prisa del día, en las horas que corren,
los sueños marchitos en la orilla del río,
y un grito en el pecho que clama por frío.



Torrefarrera, espejo de lo humano,
un lugar donde el alma se siente enano,
donde la alegría y la pena se abrazan,
y la vida se vive sin máscaras ni falsas.



Que no falte la risa, ni el canto sincero,
que en cada rincón brote un verso ligero,
y que el viento, travieso, arrastre la queja,
hacia un horizonte que nunca se aleja.



Aquí somos todos, aunque a veces perdamos,
y en cada paso firme, el suelo abrazamos,
Torrefarrera, mi hogar y mi abrigo,
donde la vida es un desfile de amigos.

José Manuel Gómez Hernández

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