Portada » UN CUENTO

Aquella mujer aficionada a escribir, se dispuso a narrar un relato de la noche de todos Los Santos, sólo que entre el papel y sus ojos, se deslizó la imagen de las personas  muertas  por los terroristas en cualquier lugar del mundo. ¡Así no se puede escribir! dijo en voz alta, mientras rompía con  bravura  el papel  en el que había garabateado algunas palabras y lo tiró a la papelera.

Intentó comenzar de nuevo, aunque, en lugar de los ojos de terror de los niños desplazados de sus países, se le coló en la retina el ansioso desorden de los que rebuscan comida en los contenedores de la basura  arropados por la oscuridad de la noche.

Hijos de….Esos políticos que gobiernan el mundo, exclamó y se levantó de la mesa abriendo los brazos en un gesto de impotencia. Dio un paseo por el salón y se sentó con una taza de café frente al televisor, para distraerse. Trasmitían un reportaje de la realidad en las fronteras de los países en guerra, de la gente que huía en pateras y moría en el mar. Siguió una crónica con la gente desalojada de sus viviendas  por falta de pago, del aumento de los suicidios entre la población sin recursos, de los ancianos  que cobran una mísera pensión al mes, de las personas que hacen cola en los comedores de asistencia social, del hambre por falta de trabajo en las ciudades, de las personas con su trabajo de esclavos y salarios míseros, de las víctimas de las mafias, de la prostitución, de la homofobia,  de la marginación…

Aquella aficionada a aporrear las  teclas del ordenador, empezó a sentir que se hundía cada vez más en el sillón hasta que decidió no escribir ningún cuento de la noche de todos Los Santos, ocurrida en el cementerio de un pueblo no muy grande. Entonces se levantó y antes de maldecir  toda la hipocresía y el cinismo de los  gobiernos de turno, abrió la ventana y  en un gesto teatral,  tiró con furia su bolígrafo, que al caer describió una parábola luminosa y efímera en  el cielo de la ciudad, como si fuera un cometa herido antes de hacerse añicos en el suelo.

Marisi Moreau

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