Portada » UN CANDIL PARA LA ANTÍFONA
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El ácimo de tu recuerdo
se columpia sobre un clavicordio.
Vuelan al compás de una gaita
los desterrados bueyes uncidos.

Van de un confín a otro confín,
en que la oscuridad se vuelve amarilla.
Domina todos los deseos malvados
del camino de un reloj de arena.

Pondremos vidrios en las garras de las águilas,
y sobre la grupa de una nube ardiente
clavaremos alfileres al viento.
Cruzaremos de noche por el Burbia.

Llenaremos los odres con mis lágrimas
en los desiertos candente de arena,
porque contar con tu corazón no puedo,
y tu ácimo rompió mi garganta.

Mi identidad ya está perdida, como se pierden
las lavas de un volcán en el corazón de la madrugada.
Llené todos mis cántaros con la más grande ternura.
Tú solamente encendiste un candil para la antífona.

Marcelino Arellano

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