¡¡UFFF, QUÉ CALÓ!!…
He pasado el mes de agosto integro en la costa malagueña y como cualquier quiri que se expresaba más o menos bien en andaluz, decía yo «uff, qué caló”. Pero no viaje a Madrid porque desde el 15 de julio al 31 de agosto la temperatura allí derrite el asfalto de las calles, y en ese periodo que desaparecían los madrileños en la antigüedad y se veían las calles vacías de gente y de coches, ahora se llenan de turistas y hasta los restaurantes tienen a tope sus mesas y hay que solicitarlo con días de anticipación.
Creo haberlo dicho en alguna otra ocasión refiriéndome a estas fechas de calorina, que, mi amigo, el célebre Marqués de Ia Valdavia «se pedía» la alcaldía de Madrid para que el alcalde titular pudiera marcharse de vacaciones. Y es que, el Marqués disfrutaba con el calor y el único inconveniente que padecía en verano era que «en agosto refrescaba por las noches…”
En tiempos pasados, la mayoría de las tiendas de lujo, sobre todo, cerraban en el calenturiento mes que nos ocupa y daban vacaciones a los empleados. Los pequeños comercios familiares y de alimentación, especialmente, aprovechaban la menor competencia para hacer caja durante ese mes caluroso y sin tener siquiera aire acondicionado en mis establecimientos; les parecía suficiente un pequeño ventilador.
Con tantos inconvenientes con su días y noches calenturosas madrileñas, su magia no deja de emanar y los alrededores de la diosa Cibeles ofrecen cantidad de fotografías a los turistas, capaces como son de llenar durante 15 días seguidos la Monumental plaza de toros de Las Ventas alrededor de las fiestas de San Isidro y el no menos monumental campo de futbol del Real Madrid con tantos conciertos musicales como ofrece en los veranos.
Los flamantes árboles tropicales de la costa andaluza acusan la tremenda sequía a la que están sometidos por la ausencia de lluvia, y el fruto del aguacate andaluz ha brillado por su ausencia en la presente temporada, llenándose los anaqueles de tiendas y supermercados de frutos feos, malformados y pequeños calibres procedentes de Perú, que también han acusado en ciertas zonas del país la escasez de agua, aunque con producciones importantes, pero con muy pequeño calibre. En cualquier caso, los precios se han mantenido debido a la menor oferta. Y de ello se han beneficiado los moros, que están llenando sus enormes campos marroquíes de árboles de Palta, para suerte de los viveristas españoles que se han convertido en sus principales proveedores.
El Litchi como el aguacate tampoco ha producido en la Axarquía, porque una y otra especie no aceptaron las aguas regeneradas que, a precios desorbitados, pagaron los agricultores intentando saciar la sed de tan caprichosas especies tropicales.
La producción de mango ha sido más baja de lo normal, pero ha cumplido y asumido tanto la sequía como las aguas regeneradas; la magnífera indica es una planta muy rústica que en la Gomera (Canarias) es capaz de mantenerse vivo el árbol y con producción a lo largo de todo un año con la escasas lluvia que caigan.
La costa granadina ha prevalecido mejor a la sequía, porque los arroyos siguen acumulando agua a los pozos y el agricultor, aunque se queje, tiene el paraguas protector de Sierra Nevada, que, aunque en menor proporción que otros años, se ha vestido de nieve suficiente para destilar agua y mojar los acuíferos de los pueblos de clima caliente subtropical como Almuñécar y Motril, que gozan de importantes plantaciones.
Julián Díaz Robledo