SONETOS PARA ELLA. De Carlos Murciano.
En 2011, Carlos Murciano dio a la luz “Amatorio”, un libro integrado por cincuenta y un sonetos donde el escritor andaluz renovaba su devoción por esta estrofa y en el que cantaba y contaba en primera persona los múltiples escenarios y los diversos espejos en los que se reflejan las pasiones del corazón. Cuatro años después, “Amatorio 2”, suponía una nueva entrega con otros tantos sonetos que ampliaban su fidelidad y sus argumentos ya citados.
En 2017, la editorial Lastura publicaba “Desde otras soledades me llamaban”. De nuevo, el soneto era protagonista principal de estas páginas y en el imaginario del poeta, al margen de la hondura y belleza que atesoraban sus versos, sobresalía un aire de despedida, un intuitivo adiós a su escritura.
Sin embargo, Murciano ha querido trascender en su aliento vital, ahondar en ese encantamiento que permite el poder balsámico de la palabra y ha reunido en “Sonetos para ella” (Ars Poetica. Asturoas, 2018) un excelente y conmovedor puñado de sonetos.
En su ensayo, “La casa de la presencia”, Octavio Paz dejó anotado: “La poesía es la memoria y una de sus funciones, quizá la primordial, es precisamente la transfiguración del pasado en presencia viva. La poesía exorciza el pasado; así vuelve habitable al presente”. Y en efecto, desde ese asombro pretérito que sostiene cuánto aún acontece en derredor del yo lírico, respiran y laten los últimos poemas de Carlos Murciano.
Estos poemas, escritos a lo largo de sesenta años, entre 1958 y 2018, tal y como escribe en su prefacio Carlos Aganzo, “dan cuenta de una maravillosa historia. La historia de un escritor que identifica su vida –sus anhelos, sus hallazgos, sus intuiciones, sus desasosiegos…– única y exclusivamente en la relación con su amada. Sonetos que hablan de amor, de encuentros y de ausencias; de pequeñas escenas familiares y de grandes interrogaciones metafísicas; de la construcción “hombro con hombro” de una vida y de la destrucción también de un mundo entero a causa de la muerte”.
El volumen aparece dividido en dos apartados, “Con ella” y “Sin ella”. En su primera sección, Carlos Murciano ha recogido textos que fueron vividos junto a su esposa, y que reconstruyen un hermoso relato de más de seis décadas al lado y del lado de la amada. En ellos, hay espacio para dibujar con el lápiz del tiempo las señales de la constancia y de la lealtad, las huellas de la acordanza y del alma enamoradas: “Me olvido de escribir, para escucharte./ Para escucharte y para acompañarte/ al lugar en que guardas las canciones./ No dejes de cantar nunca amor mío./ Canta, porque tu voz es como un río/ donde navegan nuestros corazones”.
En su segunda sección, “Sin ella”, la muerte surca el espacio íntimo del poeta y limita los referentes con cualquier otro territorio. La vida, al cabo, se ha convertido en simple resistencia trágica. Huérfano ya de su propia historia, la zozobra es consecuencia de una extinta identidad. Sabedor también de su finitud, el sujeto poético asume su fragilidad y convierte su verso en inmortal homenaje, en indeleble cántico: “Ninguna soledad como la mía./ Se fue la nube. Vuelve, aún más fría,/ la luna. Y tú con ella. Aquí, a mi lado,/ estás. No estás. Todo es azul. Te quiero./ Yo sé que no vendrás. Pero te espero./ Solo. Sin esperanza. Y derrotado.”
En suma, un poemario para leer y releer despaciosamente, y en el que Carlos Murciano da muestras de su solvencia y certidumbre versal y que reafirma su maestría con esa estrofa tan nuestra, y casi suya, que es el soneto.
Julián Díaz Robledo