Si los hombres callaran, las piedras hablarían. 3ª Parte
CONTINÚA…… Esta serie de historias están inspiradas en hechos reales.
De aquella carta que envió a Vida, Mauricio ni había recibido respuesta, ni pensaba recibirla o al menos eso creía. De modo que se decidió a escribirle de nuevo.
<<La vida y la muerte son y están, pero cuando me toca verlas pasar muy cerca, casi susurrándome al oído, no creo lo que mis sentidos me gritan a voz en cuello, aunque solo vea una mueca. Pasa sigilosamente, me mira a los ojos sin decir nada, mientras creo que se trata de un sueño, una ilusión. Pero sigue susurrando a miles de almas cada vigilia. Está ahí, la innombrable, la irreversible e implacable muerte. Vivimos toda una vida solo para intentar comprenderla, y morimos sin hacerlo, quizás no sea tal como creemos o quizá sí.
<<Sea como sea, ¿qué sentido tiene la vida cuando sé que he de morir?, y sin embargo al mismo tiempo, ¿porque no quiero morir si ese es el destino ineludible de todo ser vivo?
<<Solo me queda soñar, pero hasta soñar se hace a veces difícil cuando la muerte ronda junto a la vida. Creo que morimos sin respuestas, quizá sea mejor así, a lo peor las respuestas son tan dolorosas, que es preferible una mentira con alas para remontarse, aunque estés completamente pegado al suelo, y desde allí ver todo el dolor muy lejos, tanto que ya no sea tuyo>>.
Pero Vida no era de muchas cartas, sobre todo cuando podía mirarte a los ojos, aunque sea quien más ha escrito. Así que se decidió por visitar de nuevo al viejo cascarrabias.
Cuando Mauricio abrió la puerta y vio a aquella niña, sus emociones lo hacían debatirse entre la rabia y el afecto, en el fondo no quería reconocer que aquella pesada niña de las piedras, estaba dejando huella dentro de él.
–Hola Mauricio–, comenzó Vida– solo vengo a decirte algo y no te molestaré más, por hoy, –dijo en tono burlón, tal que casi le arranca una sonrisa a aquel rostro rudo e impasible–. He leído tus cartas y tengo que decirte que son patéticas, –el rictus de Mauricio se hacía cada vez más tosco–, aunque he de reconocer que tienes buena poesía. –Mauricio ya no supo si se estaba burlando o hablaba enserio y entonces Vida se puso seria–. A veces la vigilia es un sueño y a veces los sueños se hacen realidad. La ceguera de este mundo es un abismo para las almas valientes. La vida misma quizás sea una cura del alma. Pasáis toda la vida intentando curar vuestras heridas, os hacéis mayores y no sabéis cuándo os habréis curado. Pero quizás sea la misma vida, la cura de vuestra alma. Debéis iros de esta vida curados. Hasta las situaciones más traumáticas, después del llanto y el dolor, pueden convertirse en razones para vivir de verdad, pero para eso debéis saber interpretar que os quiso decir la vida. A pesar de ello mil vidas no bastarían para entender ni tan solo un instante.
<<A veces soñáis, y otras destruís, sobre todo cuando alguien puede destruirlo antes que vosotros mismos. Sin embargo hasta después de la destrucción, cabe la creatividad con el sublime fin de la simple y complicada existencia. Del caos a la vida, del explosivo cosmos a la inteligencia, de la página en blanco al éxtasis, del lienzo virgen a la intensidad de las emociones, a veces son lágrimas y otras una piel sentida. Solo el que está dispuesto a crear, puede sentirse morir en un solo trazo o verso, para después ser eterno en una veladura o palabra. Ser humano es hermoso, aunque a menudo lo olvidéis.
Vida se dio media vuelta y se fue por el camino y a alguna distancia le dijo:
–Recuerda que te queda todavía una visita más por recibir. –Agitó su mano en forma de saludo, como lo haría una niña de su aparente edad, y así desapareció de su vista.
Mauricio no pudo evitar pensar en aquella niña, le “lanzaba” piedras y sin embargo no dejaba de tráele joyas.
Pocos minutos después, volvía a sonar el badajo de su puerta estrellándose sobre sí mismo. Abrió, pero esta vez no le pilló desprevenido, intentó empujar la puerta decidido a cerrarla, pero justo en ese momento, algo en su interior le hizo mantenerla abierta, y por supuesto la señora y su acompañante, lo interpretaron como una invitación. De modo que por tercera vez, aquella señora había conseguido estar ya sentada en el sofá, sin que él casi ni se diese cuenta.
–Hola señor Mauricio, ya veo que me recuerda. Le presento a Rosa, –le dijo.
–Si ya, –dijo Mauricio– ya sé que me agradecen mucho, que me haya ofrecido en el programa de inclusión social de vuestros pacientes. –Desbordaba ironía, él no recordaba haberse ofrecido.
La joven lo saludó tímidamente y le agradeció la oportunidad de contar su historia.
–El día en que comenzó todo, estaba leyendo en casa y de repente, de la nada, tuve un ataque de ansiedad terrorífico. Las paredes comenzaron a encogerse, la habitación cada vez era más pequeña. Al mirar mis manos, no eran mías. Sentí estar fuera de mi cuerpo, la realidad se estaba descomponiendo. Cerré los ojos en estado de pánico, esperando que todo aquello desapareciera en algún momento, hasta que me quedé dormida. Pero a la mañana siguiente seguía ahí. Como si yo misma me mirase a través de un cristal.
<<Traté de tranquilizarme y actuar con normalidad, pero era imposible, me oía a mí misma hablar, lo terrorífico es que me sonaba como la voz de otra persona. Estaba desconectada del mundo. Al salir a la calle el paisaje en el exterior era más inmenso de lo normal. Nada era real. Estaba atrapada en una pesadilla. Empecé a demacrarme perdiendo peso. Hasta mirar a mi perro era una pesadilla, aquel animal me resultaba extraño. Mi memoria y mi sentido del tiempo se estaban fragmentando. A esas alturas, mi vida se había roto. Se rompió la relación con mi pareja, perdí el trabajo y había vuelto a vivir en casa de mis padres. Toqué fondo
<<Aunque en ese momento no lo supe, hoy sé que se trataba del trastorno de despersonalización. Según los científicos, es un trastorno dentro del espectro de ansiedad.
<<Finalmente acudí al psiquiatra, fue un alivio darme cuenta de que era un problema real y sobre todo que no estaba sola. Fue entonces cuando pude comenzar a construir una nueva realidad. Simplemente acepté que mis pensamientos a veces no tienen mucho sentido. Descubrí que mi trastorno realmente llegó para proteger a mi cerebro, que fue un mecanismo para evitar el daño que pudieran haberme causado algunos traumas que viví.
<<Si esos sentimientos negativos, vuelven en algún momento de ansiedad o de extremo estrés, ahora trato de reconocerlos por lo que son. Hoy puedo decir que he conseguido recuperar mi vida.
Y por supuesto después de terminar su historia, Mauricio ya esperaba su regalo, como no, otra dichosa piedra. Aquello ya empezaba a intrigarle.
CONTINUARA…
Manuel Salcedo Galvez