Por Agustín Hervás

Periodista, escritor y poeta.

Algunos recordarán este título como el de una película estadounidense del año 1995 que dirigió David Fincher, que escribió Andrew Kevin y que protagonizaron un jovencísimo Brad Pitt y el veterano Morgan Freeman.

La película encuadrada en el género de suspense tiene un hilo argumental que viene al caso con el tema de reflexión que les propongo para este tiempo de pasión y oración: Los Siete Pecados Capitales.

En la actualidad, en la sociedad díscola y desnaturalizada que hemos creado, los pecados capitales se han instalado cómodamente y nosotros los hemos aceptado sin ningún reparo moral, ni ético. A veces en tanta cuantía que saturan nuestra alma y la confunden llenando de oscuridad nuestra vida.

Sostengo que las personas estamos obligados a elegir caminos de perfección para glorificar a nuestro Creador y dar testimonio de vida.

Por consiguiente uno de los caminos que debemos elegir es el del examen de conciencia y reconocimiento de nuestras faltas, con el objetivo de avanzar en conseguir la paz interior tan necesaria para alcanzar la eternidad.

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Reconozcamos pues los Siete Pecados Capitales, pero sepamos también de las Virtudes que los vencen.

1.- SOBERBIA, pues deseamos grandes honores y alta gloria. Cuando caemos en ella es como si matáramos a Dios, como si lo negáramos, pues a veces nos creemos tan fuertes y potentes como Él. La cura es la HUMILDAD que nos ayuda a identificar que el honor y la gloria son por la modesta huella que dejamos en nuestra sencilla vida. Que no estamos por encima de nadie.

Este pecado nos puede llevar al siguiente, por ejemplo, si encontramos a alguien con más gloria que la nuestra.

2.- La ENVIDIA reduce nuestra estima al resentirnos por las cualidades y los bienes que han alcanzado otros. Es como si al ser poseídos por ella matáramos al otro, lo ninguneáramos, lo obviáramos, como si ese prójimo no fuera nada. LA CARIDAD nos aumenta la autoestima pues compartimos con los demás lo que tenemos, haciendo el bien a la humanidad.

La ENVIDIA superlativa nos puede llevar a la IRA y entonces perdemos los papeles.

3.- IRA, que nos es provocada por un daño o dificultad sufrida. Cuando la IRA nos arrebata es como si nos matara a nosotros mismos. Nos anula. Mata a mi yo. A la persona. La PACIENCIA es la cura porque nos permite encajar con serenidad todas las adversidades y nos hace sentirnos más personas.

Y ya que nuestro YO no existe, nos entra la indiferencia, la apatía y caemos en la PEREZA.

4.- La PEREZA o desgana en el trabajo o en nuestras actividades de responsabilidad para con los demás o nosotros mismos. La DILIGENCIA, que es la prontitud de ánimo, nos ayuda a obrar el bien para nosotros y los demás.

Si la PEREZA nos inunda se convierte en indolencia que nos hace ser avaros, no solo por acopio de bienes materiales, sino porque no compartimos nuestra sabiduría.

5.- AVARICIA, pues nos induce a acaparar riquezas mundanas y espirituales creyéndonos tener más que los demás, y la GENEROSIDAD nos inclina a repartir complacidamente ambas riquezas.

Cuando este pecado nos domina, domina  todo nuestro cuerpo, dejamos de ser espíritu para ser solo materia y lo material nos lleva al deseo lujurioso del cuerpo, propio o ajeno.

6.- LUJURIA, pues el apetito sexual se desborda llegando a ofender a la otra persona y a nosotros mismos. La CASTIDAD nos ayuda a contener los apetitos sexuales y a dignificar al otro.

El apetito sexual tiene el mismo fundamento que la GULA, la ansiedad. Y la ansiedad nos lleva a excedernos en el placer de la comida.

7.- GULA, pues no tenemos hartura en el comer y el beber exponiendo nuestro cuerpo a daños, a veces irreparables. LA TEMPLANZA nos ayuda a ser moderados en nuestras celebraciones y reuniones sociales alrededor de una mesa copiosa y exagerada.

En un retiro espiritual al que asistí en el Monasterio de Santa María de Huerta, en Soria, aprendí a clasificar los Pecados Capitales por su grado de ofensa e influencia en el ser humano, pues actúan como una cadena, y así se los he ordenado.

En cualquier caso, para que las virtudes siempre ganen a las faltas es necesaria la oración y la oración debe contener un principio necesario para la comunicación con Dios. NO ESTORBAR.

Es decir, nosotros somos un instrumento para que la oración del Espíritu Santo pase al Padre. Ese es el concepto de oración que hay que entender.

El ámbito de la religión, sea cual sea, es una comunicación entre la naturaleza o el mundo, y yo. Los cristianos introducimos a Dios, Jesús, María, los Santos, etc.

¿Pero qué lenguaje debemos emplear en la oración con Dios?

Sin duda el lenguaje que conocemos. Nosotros el español.

¿Pero qué lenguaje usa Dios con nosotros? Sin duda el lenguaje del Espíritu.

Y finalmente os invito en este tiempo de reflexiones y vivencias espirituales a preguntarnos:

¿Estamos preparados para que Dios nos hable y entender lo que nos dice?

Les doy una pista. Practiquen la CONTEMPLACIÓN y notarán que es un regalo de Dios, y como tal no puede haber una explicación racional pues pertenece al universo del ESPÍRITU.

La paz sea con vosotros.

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