Marcelino Arellano a los pies del cristo de Sang.
De entre todas las imágenes religiosas que se veneran en Mallorca, es sin duda alguna el Cristo de la Sang el que más devoción despierta entre los habitantes, comparable quizás a la Virgen de Lluc, patrona excelsa de Mallorca, de la que hablaremos en otra ocasión.
A través de los siglos esa imagen emblemática ha recibido diariamente la visita de cientos de personas que van a pedirle algún favor, ya sea para que un familiar mejore en su enfermedad, que los hijos aprueben los exámenes, que un negocio llegue a buen puerto… y, por qué no, más de una madre habrá ido ante Él a pedirle que su hija no muy agraciada se case.
Esta bendita imagen se halla en la parroquia de la Anunciación de Nuestra Señora, conocida popularmente como de la Sang, y dentro de lo que es el Hospital del mismo nombre.
Cualquier persona que viva en Palma indicará el camino sin equivocarse a cualquier visitante que desee conocer a este Cristo: desde la popular Ramblas parte una calle que linda con el edificio de la Misericordia —para más señas, se pasa bajo un ficus de proporciones enormes—; esta calle desemboca en una pequeña plaza arbolada donde, con suerte, podrá aparcar su vehículo, aunque yo les aconsejo que vayan andando, es una manera de percibir como si una fuerza desconocida hiciera a uno acercarse a Él, al Cristo. Una voz interior parece que nos llama y empezamos a sentir cerca su presencia, nuestro corazón se va llenando de amor por todas las cosas que vemos, que percibimos, y nos vamos volviendo más transparentes y más sinceros.
Una vez en esta plaza entraremos por la puerta del Hospital, una puerta humilde, e iremos a desembocar a una plaza interior adornada con naranjos amargos. La fachada principal de la iglesia no tiene grandes ornamentaciones arquitectónicas, es de un estilo más bien sobrio, sencillo. Es curioso que estando dentro la representación del hombre más grande que ha existido, todo sea sencillo. Una vez dentro de dicha iglesia de la Anunciación de Nuestra Señora, divisamos el altar mayor, que preside una imagen de la Virgen de Mallorca, seguramente desconocido su nombre para muchos mallorquines, ya que la fama es sin duda alguna del Cristo. Existe dentro de esta iglesia otra imagen de la Virgen Blanca, ubicada en un altar a la derecha de la nave, según entramos. A la izquierda, una vez que hemos pasado del atrio, existe un Belén antiquísimo, de 1480, cuyas figuras, de gran tamaño, son muy valiosas. En mi visita para la realización de este reportaje, estaba tapado. El vigilante de la parroquia me dijo que estaban restaurando las figuras.
Hacia el centro de la nave, a la derecha, se encuentra la capilla del Crucificado, construida en el año 1552 por la cofradía de la Sangre. Podríamos decir que es como una iglesia dentro de otra. Esta capilla dedicada al Santísimo Cristo de la Sang ocupa una nave lateral con bancos y cuenta con una notable colección de lienzos que representan escenas religiosas. Aquí también se encuentra el sagrario, y se celebra misa diaria. A cualquier hora del día que se visite el templo encontrarán, sentadas o hincadas de rodillas, varias personas rezando con devoción.
En la parte superior hallamos el camarín, al que se accede por una escalera que nos conduce ante la presencia del Cristo. El suelo está lleno de ramos de flores, y sobre una mesa decenas de velas amontonadas, ofrenda de los muchos penitentes que a diario van a visitarlo, esperan ser encendidas.
IMAGEN DEL CRISTO DE LA SANG (SANGRE). De autor anónimo, su creación es anterior al año 1564. Está tallado en madera de alcornoque y recubierto con yeso. En el año 2002 un desaprensivo se abalanzó sobre el Cristo, que cayó al suelo, partiéndose en múltiples fragmentos.
“La conmoción en la Isla fue enorme y esta solo cesó al verse de nuevo restaurada la venerada imagen en su camarín. Fue reconstruido a instancia del Consel Insular de Mallorca, y durante dos años, en los que no pudo presidir su procesión, fue sustituida por otro de menor tamaño y peso”.
El camarín es de estilo Neobarroco, con cúpula de las llamadas de media naranja y consta de intercolumnio de forma clásica. El Santo Cristo está protegido, desde el acto vandálico que sufrió, tras un grueso cristal, con una abertura por donde los fieles pueden introducir la mano y tocar los pies de la imagen.
Esta iglesia de la Anunciación está actualmente adherida a la Archibasílica de San Juan de Letrán, la Catedral de Roma.
Su fiesta se celebra el primer domingo de julio. Durante unos días la imagen es colocada delante del altar mayor. Se celebra un triduo en su honor, y una ofrenda floral. Pero el acto a tener más en cuenta, por su relevancia y manifestación de fe, es sin duda alguna la procesión del Jueves Santo, que reúne a más de 20.000 cofrades. Sale de su iglesia a las 4 de la tarde y no regresa hasta la madrugada. En esta procesión se congregan miles de personas que quieren contemplar la faz bendita del Cristo. Es impresionante verlo a la luz de las velas, portado por un solo cofrade, y a ambos lados otros dos sujetan un cordón que parte de los extremos de la Cruz. A su paso todo queda en silencio, los fieles, tanto locales como foráneos, se santiguan, y para sí, en silencio y con el corazón encogido, rezan una oración que llega hasta Él.
“En Palma las procesiones de Semana Santa tienen una larga tradición. Existe documentación que confirma que la procesión del Jueves Santo ya se celebraba en el año 1554, y ya acompañaba al Santo Cristo de la Sangre su propia cofradía. Mediante un Real Decreto de su Majestad el Rey Alfonso V, de fecha 29 de mayo de 1456, así como la autorización de Su Santidad el Papa Calixto III, otorgada el 3 de junio de 1458, se constituyó el Hospital General, lugar donde se veneraría la imagen de la Sang, base y motivo de nuestra Semana Santa. El 8 de noviembre de 1455 el Papa Pio II autorizó la institución de la Cofradía de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo”.
En mis muchas visitas al templo, cuando lo miro a la cara me subyuga, me hipnotiza, su mirada llega hasta el interior de uno, nos traspasa hasta llegar a nuestro corazón, y es entonces cuando uno se da cuenta, ante Él, de que no somos nada. ¿Qué quieres que te diga, Señor, si Tú sabes a qué he venido? Tú, Señor, ya lo sabías mucho antes de que yo subiera la calle para venir a verte. Ahora que estoy ante Ti no sé qué decirte… ¿para qué, si Tú lo sabes? Mírame, Señor, no me aflijas, no vengo a pedirte por mí. Gracias por todo lo que me has dado, quizás sin merecerlo. Hoy no, Señor, hoy no vengo a pedirte por mí, vengo a pedirte por los niños que mueren a consecuencia de las guerras; por las madres que ven morir a sus hijitos de hambre y enfermedades, y no pueden hacer nada para impedirlo; vengo a pedirte también para que sujetes el látigo de los maltratadores de mujeres, para que se acabe esa lacra. También a pedirte por los gobernantes, para que les des entendimiento y corazón, para que puedan gobernar con acierto y sepan distribuir la riqueza para todos. Señor, para las personas que Tú has abandonado en las calles, del hambre y del frío. Para que pares las guerras, que solo llevan al sufrimiento de los inocentes. También Señor para que no lo permitas, y castigues a los maltratadores que violan las flores blancas de la inocencia de los niños. Señor, no me mires de esa manera, no hagas que me avergüence ante Ti. No cuentes, como si fuese un rosario, las cuentas de mis pecados. Señor, Tú me hiciste a Tu imagen, y sin embargo permíteme que te diga, humildemente, sin soberbia, que quizás Te equivocaste. Pero no obstante aprovecho para pedirte perdón por mi arrogancia. Es el camino tan largo y la pena tan grande como los océanos. Otro día vendré a verte, Señor, quizás entonces me traspases con tu mirada misericordiosa.
En la plaza del Hospital, junto a la puerta de salida, varios mendigos pedían limosna a quienes salían y entraban de Tu iglesia. ¡Qué cerca estabas, Señor, pero qué lejano de ellos.
(Algunas notas para la confección de este reportaje han sido tomadas de textos de D. Bartolomé Bestard, D. Tolo Payera, Diario de Mallorca y de Internet).
Iglesia de la anunciación de María. Conocida popularmente como de la sangre