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            Recuerdo las palabras de mi madre cuando me decía haz el bien y no mires a quién, eso es lo que sucede. El Santo Padre quiso hacer el bien y lo intentaron matar. Las dos visiones proféticas anteriores, dadas a conocer en 1942, se habían interpretado como una alusión al inicio de la Segunda Guerra Mundial y a la caída del comunismo en Rusia, pero solo los Papas conocían el contenido de la tercera. Pues Lucía, la mayor de los pastorcillos y la única que aún vivía, había pedido que este tercer secreto no se hiciese público antes de 1960, a menos que ella falleciera, pues para entonces sería más fácil de comprender. Era el siglo XXIII y ni Pablo VI, ni Juan Pablo I, ni siquiera el mismo Juan Pablo II se había decidido a revelarlo durante años.

            Hasta que el 13 de mayo del 2000, al finalizar la ceremonia de beatificación de Francisco y Jacinta Marto- los dos primos de sor Lucía fallecidos por la mal llamada gripe española de1918, que tanto recuerda al Covid-19 que estamos sufriendo en el 2020, el cardenal Ángelo Solano se dirigió al micrófono y, tras felicitar al Papa por su ochenta cumpleaños, afirmó que el agradecimiento del Pontífice a la Virgen de Fátima por su protección a lo largo del pontificado estaba relacionado con el tercer secreto escrito por sor Lucía. Esta tercera profecía, anotada en una sencilla hoja de papel doblada en cuatro partes y lacrada, hablaba de un Obispo vestido de blanco que “subía a una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran cruz de maderos toscos”, donde resultaba “muerto por un grupo de soldados que le disparaban varios tiros de arma de fuego y flecha”.

            Según remarcó el cardenal Sedano, ese texto era “una visión profética” que no describía con sentido fotográfico los detalles de los acontecimientos futuros, sino que sintetizaba y condensaba “sobre un mismo fondo hechos que se prolongan en el tiempo en una sucesión y con una duración no precisadas”. El “Obispo vestido de blanco” que rezaba por todos los fieles era el Papa, según la interpretación de los pastorcillos de Fátima. “También él, caminando con fatiga hacia la Cruz entre los cadáveres de los martirizados (obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y numerosos laicos), cae a tierra como muerto, bajo los disparos de arma de fuego”. El Papa Juan Pablo II recibió atención auxiliar después de que le dispararan en la plaza de San Pedro en 1981, sufrió un intento de asesinato. “En todo lo que me pasó ese día, sentí la extraordinaria protección y el cuidado maternal (de la Madre de Dios), que resultó ser más fuerte que la bala mortal”, dijo Papa Juan Pablo II. Conmocionando al mundo, mostró un extraordinario amor y perdón cuando realizó una visita personal a su atacante, Ali Agca, en la Prisión de Revivía en 1983. Después de su recuperación, el Papa Juan Pablo II continuó con su actividad misionera reuniéndose con más de 17, 600,000 peregrinos durante las Audiencias Generales y con millones de fieles durante sus posteriores visitas pastorales por todo el mundo. Continuó reuniéndose con numerosos líderes gubernamentales durante 38 visitas oficiales y 738 audiencias y reuniones realizadas con jefes de estado. Incluyendo dos discursos memorables en las Naciones Unidas y 246 audiencias con los primeros ministros. “La respuesta al temor que oscurece la existencia humana a finales del siglo XX, es el esfuerzo común para construir la civilización del amor… Con la ayuda de la gracia de Dios, podemos construir en el siglo que está por llegar y para el próximo milenio una civilización digna de la persona humana, una verdadera cultura de libertad. ¡Podemos y debemos hacerlo!”. — Papa Juan Pablo II en su discurso en las Naciones Unidas.

            Papa Juan Pablo II se unió a un seminario clandestino encabezado por el Cardenal Sapieha y fue ordenado solo el día de Todos los Santos en 1946, un año después de que yo naciese, aunque que yo no conocía nada de esto, ni al papa ni nada. Lo conocí años más tarde porque salí de mi tierra natal y adoraba su pequeña sonrisa que lanzaba a los peregrinos con los que se encontraba. Más tarde, el Papa Juan Pablo II viajó a Roma y continuó sus estudios doctorales. Después de volver a Polonia, fue pastor asistente de una parroquia en Niegowic, donde comenzó su vital obra con los jóvenes. Después de enseñar en la Universidad Jagiellonian durante aproximadamente cinco años y haber sido nombrado catedrático de ética en la Universidad Católica de Lublin, el Padre Wojtyla fue consagrado obispo auxiliar de Cracovia, el 4 de julio de 1958. Fue el obispo más joven en la historia de Polonia. Entre los primeros en escuchar su elección se encontraban los jóvenes que lo acompañaron en sus numerosas excursiones y paseos en la montaña. El Obispo Wojtyla asistió al Concilio Vaticano Segundo que comenzó en 1962, donde brindó un apoyo vital a los documentos básicos del Concilio. Su visión y talento también fueron centrales en la formulación.  Poco después fue elevado al Colegio Cardenalicio.

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            El Papa Juan Pablo II apareció en la Basílica de San Pedro luego de su elección, la noche del 16 de octubre de 1978. En su Discurso Inaugural dijo: “¡No tengáis miedo! Abrid las puertas a Cristo…Cristo sabe qué hay en el hombre. ¡Solo él lo sabe!”. Recuerdo mirar la televisión esperando para saber quién sería el siguiente Papa. Tuve una joven trabajando en casa que era polaca cuando vine a vivir a España. Ella me trajo un pequeño cuadro pintado del Santo Papa Juan Pablo II que lo tengo aquí en mi casa para protegerme y darme fuerza en la vida, la cual paso sufriendo, pero también queriendo hacer lo que me gusta en el poco tiempo que me queda de escribir en Granada Costa. Juan Pablo II fue el 263º sucesor de Pedro y estaba por tener uno de los pontificados más largos en la historia de la iglesia, con una duración de casi 27 años. Conservó su lema episcopal, extraído del profundo conocimiento de San Luis de Monteforte, “Soy completamente tuyo”. Pronto sería cada vez más claro para el mundo que su papado era una encarnación de ese lema y una respuesta directa al Amor Divino, el cual expresó profundamente en su amor por el hombre. Me llamaba la atención que cuando llegaba a cualquier país y abrazaba el suelo, para mí era algo magnífico. Además, mi madre me dio una educación muy religiosa y solamente me dejaban ir a trabajar donde pudiese ir a confesarme, hacer la comunión e ir a misa. También fui cantante en un coro de la iglesia y siempre adoré los cánticos de la iglesia.

            De inmediato, Juan Pablo II llegó al mundo entero con un vigoroso espíritu misionero. Emprendió 104 viajes apostólicos a 129 diferentes países, “a los confines de la tierra”, iniciando con occidente, México y Estados Unidos, en aras del Evangelio. Su amor por los jóvenes lo condujo a establecer la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebró 19 veces durante su pontificado y que atrajo a millones de jóvenes de todas partes del mundo. La preocupación del Papa por el matrimonio y la familia se expresó claramente en el establecimiento del Encuentro Mundial de las Familias, su catequesis de los miércoles sobre el amor humano y la fundación del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios. Esto me recuerda a cuando me decían “si te dan un bofetón en un lado de la cara por la otra parte para recibirlo. Es así que Juan Pablo II fue a hacer el bien y lo quisieron matar. Yo en toda mi vida lo único que he recibido es maltrato, fui una esclava, me robaron, pasé hambre, estuve sola por el mundo, me han ocurrido muchas cosas, luché todo lo que pude en la vida, sentí mucha tristeza y, al final, soy más fuerte que las lenguas llenas de veneno. Santo Padre, si me  puede escuchar, delante del mundo entero le pido que me alivie el sufrimiento. Desesperada, sufro tanto por los dolores y me dicen que no tengo cura, además, hoy los médicos  no se ocupan de hacer nada, no es la primera vez que me vi en el desespero de tirarme al suelo. Un día me encontraba al final de mi jardín en Francia y me dio un dolor tan fuerte en el pecho que veía la muerte. Me agarré el pecho con tanta fuerza que caí al suelo, sentí que era mi hora y mientras caía dije “Santo Papa, alivie mi dolor, cúreme. Oh, Santo Papa alivie mi dolores que voy a morir”, yo que sentí que partía, solo pedí al Santo Papa “escuche mi palabra, ayúdeme, este dolor se irá”, pues pasada media hora me levanté lentamente.

            En nuestra señora de Fátima, había una madre haciendo la fila para ver al San Juan Pablo II, ésta cogió su mano y pidió que curara a su hijo paralizado, le pasó una mano por la cabeza del niño y le dijo a la madre “entra que verás a tu hijo”, el niño fue curado por San Juan Pablo II. El legado doctrinal de Juan Pablo II es uno de los más ricos en la historia de la Iglesia. Guardó incansablemente el depósito de la fe y la tradición de la Iglesia de errores, promoviendo una doctrina teológica, moral y espiritual auténtica. San Juan Pablo II también fue un escritor prolífico; entre sus principales documentos se encuentran muchos tesoros de la Iglesia. Sus escritos incluyen 14 encíclicas, 15 exhortaciones apostólicas, 11 constituciones apostólicas y 45 cartas apostólicas, además de catequesis dictadas en audiencias generales, lecturas y homilías durante sus numerosos viajes. Con su énfasis sobre el llamado universal a la santidad, beatificó a 1,338 personas y canonizó a 482 santos, más que todos los papas en los últimos 500 años.

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            A lo largo de su pontificado, el Papa Juan Pablo II guió y preparó a la Iglesia para celebrar el Gran Jubileo, una celebración de la misericordia de Dios y del perdón del pecado, que inicia con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Ocho millones de peregrinos llegaron a Roma para orar durante el Año 2000, mientras la Iglesia y toda la humanidad entraban al tercer milenio desde el nacimiento del Redentor. Durante esta época, el Papa Juan Pablo II oró por el perdón de Dios y el perdón de aquellos heridos por los pecados de los cristianos Juan Pablo II exhortó con éxito al diálogo con los judíos e inauguró una época de curación entre judíos, musulmanes y representantes de otras religiones. Numerosas veces extendió una invitación a estos grupos a participar en reuniones en todo el mundo para orar por la paz. En Notre Damme, Francia, cuando lo vi besar el suelo me hizo llorar. El amor de Cristo, “este amor que va hasta el final”, proclamado por San Juan Pablo II con toda su vida, se hizo cada vez más comprensible para el mundo a medida que se acercaba el día de su regreso a la Casa del Padre. “La muerte en sí no es nada más que un suceso sin esperanza. Es la puerta que se abre de par en par a la eternidad y, para aquellos que viven en Cristo, una experiencia de participación en el misterio de su Muerte y Resurrección”, Papa Juan Pablo II.

            Sufriendo por los efectos debilitantes de la enfermedad de Parkinson, las secuelas de las heridas del intento de asesinato, las múltiples cirugías y la pérdida de su voz, el Papa Juan Pablo II expresó en sus últimos días el misterio del Señor Crucificado. Con cientos de miles de personas debajo de la ventana del apartamento papal, manteniendo una vigilia a la luz de las velas durante la agonía final del papa, Juan Pablo II susurró en respuesta, “Os he buscado. Ahora habéis venido a verme. Os doy las gracias”. El Papa Juan Pablo II murió la víspera del sábado de la Divina Misericordia, el 2 de abril de 2005, a las 9:37  poco después de haber pronunciado sus palabras finales audibles, “Dejadme ir a la casa del Padre”. Más de tres millones de peregrinos viajaron a Roma para rendir homenaje al papa, algunos permanecieron en fila por más de 24 horas para orar en acción de gracias por su amado Santo Padre. Yo que miré la televisión en todo lo relacionado con el Santo Papa, había dicho a mi marido que me gustaría ir a Roma para ver dónde estaba, pero no le decía la razón por la que quería ir. El 28 de abril de 2005, el Papa Benedicto XVI anunció que se dispensaría del periodo normal de espera de cinco años antes de comenzar la causa de beatificación y canonización para Juan Pablo II. El 1º de mayo de 2011, el Papa Benedicto XVI beatificó al Papa Juan Pablo II y el Papa Francisco canonizó a San Juan Pablo II junto con San Juan XXIII el 27 de abril de 2014.

            Ese mismo año hice un crucero para concursar en un campeonato de baile, me dije que sería mi último crucero porque me había pasado algo muy triste y malo y mi enfermedad empezó a cambiar mi vida. Sabiendo que había posibilidad de ir a la Basílica ya que íbamos a Roma quería aprovechar para ir a ver dónde estaba. Tenía miedo de no poder sacar una foto, pero mi marido la pudo sacar y yo no lo supe hasta que salimos, le dije a mi marido que quería una foto y atravesamos rápidamente la Basílica y la guía nos dejó solos cinco minutos. Nunca vi correr a mi marido tan rápido, yo lloraba porque nos perdimos del resto de compañeros, pero finalmente conseguimos encontrarlos y menos mal que fue así porque habríamos perdido el barco. Cuando llegué donde estaba ella no le pude explicar nada, le dije que yo no era española, ella sabía que mi marido no entendía nada, le dije que si era guía debía saber más idiomas. Ella dijo que cuando acabase la explicación nos la daría a nosotros, quería seguir explicando pero le dije que quería que me contestase. Ella pensaba que yo me callaría, “no sé hablar ciertos idiomas pero los entiendo”. Le dije que me respondiese primero a la pregunta, ella, viendo que no iba a poder dar la explicación de la Fontana di Trevi, se giró hacia mí y me lo explicó en francés. Además, ella no tenía derecho de abandonarnos por llegar 5 minutos atrasados. Le dije que era una maleducada que habíamos pagado 300 euros y que yo tenía que explicar todo a mi marido en francés. Por la foto del Papa casi me quedo en Roma, pero el Santo Padre nos protegió. Además ganamos el campeonato, es un recuerdo muy grande y la foto también la tengo.

            En un viaje de estricta peregrinación, que por eso «saltó» Lisboa, el Papa Francisco «devolvió» el 12 de mayo de 2017 a la Virgen de Fátima la visita que la imagen realizó a petición suya al Vaticano el 13 de octubre de 2013. El sábado 13 de mayo, centenario de la primera de las seis apariciones de la «Señora vestida de blanco», el Santo Padre canonizó a los dos pastorcitos, Francisco y Jacinta, fallecidos en 1919 y 1920 con once y nueve años de edad respectivamente. Su prima, Lucia de los Santos, la tercera y más conocida de los tres chiquillos, sería posteriormente religiosa carmelita y viviría hasta el 2005. Francisco mencionó a la Virgen de Fátima ya en su primer Ángelus como Papa el 17 de marzo de 2013, recordando una gran misa para los enfermos en Buenos Aires con motivo de la visita de la visita de la imagen peregrina “en 1992, cuando apenas era obispo”. Curiosamente, la inesperada noticia de su nombramiento se la había dado el nuncio el 13 de mayo de 1992 en el aeropuerto de Córdoba, Argentina. Jorge Virgilio había sido enviado a esa ciudad en julio de 1990 en una especie de “exilio” después de haber sido superior de los jesuitas de su país, rector del Colegio Máximo de Buenos Aires y profesor de teología moral. Fue una prueba que le hizo madurar mucho espiritualmente, según comentaría a algunos amigos.

            Quizá por esa coincidencia, nada más ser elegido Papa, el 13 de marzo de 2013, Francisco pidió al cardenal de Lisboa que realizase la consagración de su pontificado a la Virgen de Fátima el 13 de mayo. Don José Policarpo comentó después que, aunque podía haberla hecho en privado, prefirió invitar al acto a toda la conferencia episcopal portuguesa. Era el aniversario de la sexta y última de las apariciones, la que concluyó con el espectacular milagro del «baile del sol» ante millares de peregrinos completamente calados por la lluvia. Se anuncian chubascos. Según las autoridades portuguesas, el santuario recibirá entre el viernes y el sábado a medio millón largo de peregrinos. El sábado 13 de mayo de 2017, fue el centenario de la primera aparición de la Virgen, el Papa canonizó en la gran explanada a los pastorcitos Francisco y Jacinta Marto, beatificados en ese mismo lugar por San Juan Pablo II en el año 2000 por el modo heroico en que vivieron las virtudes cristianas, especialmente la piedad, la mortificación y la penitencia. Al haber fallecido con once y nueve años de edad, Francisco y Jacinta serán los dos santos no mártires más jóvenes en la historia de la Iglesia. En el ofertorio de la misa llevaron ofrendas al Papa los padres del muchacho brasileño curado milagrosamente por intercesión de los beatos Francisco y Jacinta. El chiquillo estuvo también en la ceremonia, pero la familia deseaba seguir manteniendo reserva absoluta sobre su identidad y el milagro. La misa de canonización contó con la presencia de tres jefes de Estado, pues, además del presidente de la República Portuguesa, acudieron también los de Paraguay y Cabo Verde. Al final de la ceremonia, el Papa impartió la bendición con el Santísimo Sacramento a los enfermos, uno de los momentos más conmovedores. Cuando le vi en Notre Dame fue al final de sus años, ya estaba bastante cansado, pero siempre con su pequeñita sonrisa, un rayo de sol.

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SOY YO QUEN PIDE TU AMOR

“Sobre tu blanca tumba florecen las flores

blancas de la vida. Oh, cuántos años

han desaparecido ya sin ti, ¿cuántos años?

Sobre tu tumba blanca cerrada desde hace años

algo parece levantarse: inexplicable,

como la muerte. Recoge este misterio en

amor mío apagado, desde mi amor filial

una oración: Dale a ella el eterno reposo”.

Fue la súplica de Juan Pablo II.

¡Oh, madre! no detengas el ritmo del corazón

que sube a tu mirada; este sentimiento,

en tus manos trasparentes, has de traerme

la misma oleada. Es él quien te lo pide.

Soy Juan, el pescador, merezco poco que

se enamoren de mí. No cambies en nada.

Todavía lo recuerdo a orillas del lago,

cuando de repente, a él no podías recoger,

pero dulcemente yo estaré en tus pensamientos,

como una hoja de muerta. No podrás recoger y ofrecerás

que pueda decirte madre, como él lo quiso.

Te ruego que no toques en nada esa palabra;

Este misterio en mí, Santo Papa II le voy pedir,

en realidad no es fácil medir su hondura,

cuyo sentido para ambos fue inspirada por él,

para que en él encuentre cobijo todo nuestro amor

ancestral. El espacio que permanece en ti,

con frecuencia vuelvo al espacio

que tu hijo, tu único hijo ocupa.

Mis ideas se juntan a su forma.

Pero quedan vacíos mis ojos

y cuelgan de sus labios las palabras de siempre,

las mismas tras las que se ocultaba

cuando deseaba quedarse entre nosotros.

¿Es posible que estas mismas palabras

contengan el espacio mejor que la mirada?

¿Mejor que la memoria y el corazón?

¡Oh, madre!, de nuevo puedes hacerlo tuyo.

Inclínate junto a mí y acepta. Tú hijo tiene sabor a pan,

pan de una sustancia eterna. ¿Dónde está este espacio:

en el murmullo de mis labios, en los pensamientos,

en la mirada, en el recuerdo o, tal vez,

en el pan? Apoyada en tu hombro, en

el espacio que ha quedado en ti y del que procedo.

FRANCELINA ROBIN

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