Cielo despejado, rincón de la calma,
caminos antiguos que el tiempo no olvida,
historias susurran, con paso en el alma,
un pueblo escondido que vive su vida.


En el horizonte, un misterio leve,
los campos reposan en paz infinita,
el viento murmura, su canto es tan breve,
y el alma se envuelve en su melodía.


Torrefarrera, encanto divino,
tu leyenda crece en cada esquina,
sin ruido ni prisa, va tejiendo el destino,
de esta tierra noble, serena y tranquila.


La vieja iglesia, guardiana del sol,
en la noche es faro para el caminante,
dichoso yo al decir, con todo el corazón:
“Soy de Torrefarrera”, con orgullo vibrante.


José Manuel Gómez Hernández
Julio 2024

Deja un comentario