** RESURGIMIENTO DE UNO MISMO**( 1ª Parte)

Zano, así vamos a llamar al protagonista de estas letras…

El, que desde temprana edad supo de la injusticia, penuria y dolor durante una parte de su vida, pronto fue despegado de lo que él amaba; su tierra, su pueblo, Montellano y su forma de vida, para emigrar a otras lindes extrañas, en todos los sentidos de vida para él.

Con el tiempo acabó habituándose, que no, acostumbrándose a ese destino que él no había elegido.

Siempre tuvo en su deseo, el querer regresar a sus campos de olivos, su Sierra de San Pablo, su campo de feria, sus calles; Horno, Tetuán y Dios Mío, a ese correr por sus calles empedradas…

Pero en lo más hondo quedó ese deseo, porque nunca se pudo cumplir, limitándose tan solo. A visitas esporádicas de años en años.

Acabó el colegio y no queriendo estudiar más, a los catorce años, sus padres le fueron invitando a que empezara a buscar trabajo, porque no lo querían ver todo el día en casa, sin hacer nada, palabras de ellos.

Y si, lo encontró pronto, el dueño de la frutería de enfrente lo requirió para ayudar a descargar el camión en dos tiendas que tenía, y al terminar, se quedaba en una de las dos como dependiente.

Menos de un año estuvo Zano en ese puesto, no más, no aguantaba al tirano de su jefe. Poco tiempo después, se colocó como repartidor de bebidas y alimentos por bares y domicilios.

Todo el edificio donde vivía, incluida su madre, eran clientas de Francisco Álvarez Arjona, su nuevo jefe.

Este nuevo empleo le gustaba a Zano, Francisco, al que llegó a considerar compañero y amigo, aunque le sacaba casi diez años de diferencia, lo hacía posible.

Estuvo junto a él hasta los 21 años, años fructíferos para Zano, donde se formó como persona y hombre y en lo que mucho tuvo que ver su amigo Francisco.

Durante esa época, Zano ya había comenzado a hablarle a una muchacha, Marina de nombre, con la que había coincidido en su etapa escolar. Le costó mucho hablar con ella, pues Zano era muy tímido por aquel entonces, sentía terror al rechazo y la quería mucho para eso.

Pero claro, por otro lado, podría llegar el día en que otro espabilado se le adelantara, ¡¡Ufff, no quería ni pensarlo!

No fue, hasta que Francisco le amenazó un día diciéndole; O mañana le dices algo a esa muchacha, ¡¡cuando vayas a por el periódico o voy detrás de ti y se lo digo yo!

Zano, sabía perfectamente que Francisco sería capaz de hacerlo, a la otra mañana, viernes, el día más ameno de reparto y antes de tomar café, se encaminó, bajo la atenta mirada de Francisco a buscar el mundo deportivo y como temor tenía de que se le presentara por detrás, se atrevió a dirigirle unas palabras a la muchacha, ella sabía muy bien quien era él desde el primer momento, y también se dio cuenta de su tremenda timidez, a la pregunta de Zano, ella le respondió que no le había dicho nada esperando a que él se decidiera.

Zano estuvo yendo cada día, mañana y cuando daba de mano por la tarde, a la librería donde ella trabajaba, para verla, para hablarle, hasta que comenzaron a verse fuera de la misma, como simples amigos.

Llegar a este punto, le costó a Zano casi dos años de timidez, más otros dos, en pedirle a Marina que fuese su novia formalmente. Él lo recuerda muy bien, fue el 15 de febrero de 1987 en el Pub Mónaco, lugar que habitualmente ella frecuentaba con sus amigas y Zano con sus amigos diariamente, por separados, aunque al verse se saludaban.

Ese preciso día, habían coincidido todos en la discoteca Tuthankamen y las amigas de ella que ya sospechaban, bueno, que bien sabían de las intenciones de Zano, se acercaron y les asediaron a preguntas; cuando, porque tardas tanto, no seas tonto decídete…

Él les dijo, que seguramente sería esa tarde en la disco, pero Zano no vio el momento adecuado, además, demasiado ruido para su gusto.

Llego la hora de marcharse, y Marina y sus amigas coincidieron con él en la escalera de bajada hacía la calle, Zano cogió rápidamente del brazo a Isa, amiga con la que él hablaba mucho y le preguntó a donde irían al salir, ella le contestó que no sabían, pues Marina debía de estar pronto en casa, Zano le dijo ¡¡Por favor, llevarla al Mónaco!! Con cualquier excusa, yo saldré detrás de vosotras con los míos.

Sentaros de manera que nos veáis entrar, ella al verme, se extrañará o se imaginará algo, yo me acercaré a vosotras, le diré que me acompañe y en uno de los reservados hablaré con ella, ¿Pero se lo vas a pedir, o qué? Insistía Isa, tendrás que esperar para saberlo, le contestó él, vosotras llevarla al Mónaco.

A las diez y media de la noche, cuando Emilio, Patxi, Amparo, Montse, Rosa, Mari y por último Zano, hicieron su entrada en el Pub, sus amigos ya sabían a lo que venían, por lo que actuaron como siempre a petición de Zano. El ya vio donde estaba ella sentada con sus amigas, mientras iban entrando saludando escandalosamente a Carmen, Abel y Manel, propietarios del garito y a los demás conocidos.

Cuando el llego a los sillones donde ellas estaban sentadas, se plantó frente a Marina y le dijo ¡¡ Dame la mano y sígueme, que tengo que hablar contigo!! Ella se levantó y le siguió, eligió un rincón alejado, no había nadie y dominaba la obscuridad.

Se sentaron uno al lado del otro, ella se había soltado de sus manos, el empezó a hablarle; bueno imagino que ya sabrás porqué estamos aquí, supongo que Isa y Conchi ya te habrán dicho algo, ella lo negaba con una leve y escondida sonrisilla, el prosiguió, llevamos mucho tiempo hablando, conocemos nuestras vidas muy bien, porque nos la hemos contado, hemos salido en varias ocasiones y creo que nos llevamos muy bien y estamos a gusto los dos cuando estamos juntos, yo he decirte que ¡¡ya no puedo más!!, que mi timidez, como te habrás dado cuenta que tengo, ¡¡Si, hace tiempo que me di cuenta!! ¡¡Aunque jamás pensé que fuese tanta!! Le interrumpió ella, ambos rieron.

Zano continua; para mi es muy desesperante, no me permite ser como yo soy realmente y eso es muy frustrante y me causa daño, por ejemplo, en esta ocasión, que llevo mucho tiempo padeciendo por temor ¿temor por qué? Le pregunta Marina, ¡¡temor a perderte!! Le dice el, mirándole a los ojos, porque moriría si por mi falta de decisión te viese en los brazos de otro, me gustas Marina desde siempre, te quiero no sabes cuanto y ya no puedo aguantar más, el verte cada día es un tormento para mí, sin verte a mi lado y es por ello que te quiero pedir que salgas conmigo, que seas mi novia, pero quiero decirte que yo soy de los de antes, te quiero para siempre, no para pasar unas semanas y dejarlo.

¡¡Eso no va conmigo!!, yo para eso soy muy serio, yo soy de los que se casan y tienen hijos, por eso te pido que te lo pienses bien y espero que me des un sí, porque si no, no sabría qué hacer, apenaría bastante.

Marina mantuvo un breve silencio, que a Zano le puso muy nervioso y temió lo peor, Marina sabía desde mucho tiempo atrás, las intenciones que Zano tenía hacia ella y su respuesta sería clara, pero, aunque tuviese que esperar, quería ver como Zano se iba soltando, quería oírselo decir, como lo estaba haciendo en ese momento. Marina muy emocionada, se acercó aún más hacia él y volvió a cogerle de nuevo de las manos, Zano fijó sus ojos en ella, ¡¡Te ha costado lo tuyo, eh!! Le dirige ella, el no hablaba, estaba como hipnotizado mirándola.

Ella se dio cuenta del nerviosismo que la tenía, por lo que le acarició su rostro con ambas manos y dejándolas fijas en sus mejillas, viendo que sus ojos eran ríos a punto de desbordarse, le dio un sonoro ¡¡Si!!, sí tontorrón, si quiero salir contigo, si quiero ser tu novia y no un capricho de unos días, porque al igual que tú, yo también te quiero desde hace tiempo. Zano apoyó su cabeza en las rodillas de ella y vertió esas lagrimas guardadas desde hacía tiempo, ella, le acariciaba su cabello enredándolo entre sus dedos, mientras le dirigía palabras de ánimo.

Marina pudo darse realmente cuenta, del gran amor que el sentía por ella, no le cabía duda alguna, Zano se tranquilizó, respirando con tranquilidad, sin dejar de mirarse hubo momentos de nostalgia, de risa nerviosilla, por lo trágico y cómico que todo había sido hasta el momento. Hipnotizados como se miraban, sus rostros se fueron atrayendo como dos imanes, hasta que sus labios se llamaron uno al otro y se fundieron como un torrente de lava.

Pasados unos minutos, decidieron levantarse para ir con sus respectivos grupos, ella entre risas dijo ¡¡ se estarán mordiendo las uñas!! Zano hizo el ademan de cogerle de la mano, pero ella le freno, ¡¡No!! Por el momento, vamos a salir separados y con cara de circunstancias, asi le damos que pensar, no le daremos la buena noticia hasta que estemos frente a ellos y entonces nos cogemos de la mano.

Al salir del reservado y girar hacia la sala principal del Mónaco, él yendo detrás de ella, vio que su grupo se había sentado junto al de ella, pues se conocían y ambos sabían el motivo que les había traído a esas horas hasta allí.

El grupo los vio venir, pero como ellos no mostraban ningún tipo de emoción en su semblante, dejaron de reír como lo estaban haciendo, Marina y Zano se pusieron uno al lado del otro frente a sus amigos, muy serios ambos, aunque les costo aguantarse pues las caras de todos era un poema, al final fue Conchi la que rompió el hielo ¡¡Bueno qué!! Y no pudiendo aguantar mas la pareja, se cogieron de las manos y por sus bocas salió un sonoro ¡¡Siiii!! Que, hasta Carmen la propietaria, dijo ¡¡Si, que!! Y casi al unísono todo el grupo le contesto ¡¡ Que salen juntos!

Todos en pie, saltaban de alegría y uno por uno se acercaron a la nueva pareja y les fueron abrazando y dando la enhorabuena, al igual que Carmen, Abel y Manel y algún que otro parroquiano.

El grupo dispuso que se sirviera cava para brindar por la pareja y que se arrimaran los dueños y otros conocidos del local, tras el brindis y como si de una boda se tratase, todos le dirigieron a la pareja un ¡¡Viva los Novios!! Y que se besen, que se besen, a lo que ellos, Marina y Zano accedieron encantados, fundiéndose de nuevo en un cálido e interminable beso, que desato la locura entre los presentes.

Ella se marchó sobre las doce de la noche para casa, Zano la acompañó hasta el cruce antes de llegar a su portería, no quería que las chafarderas del barrio la vieran llegar acompañada, por lo menos hasta que no pasara cierto tiempo.

Quedaron en verse al día siguiente en el Pub, cuando ella saliese de su trabajo, por supuesto que el ya estaría esperándola, pues siempre estaba para las seis de la tarde en la misma puerta a la espera de que Carmen, Abel y Manel abrieran el local, al ratillo llegaría su amigo Emilio y mas tarde el resto del grupo; Amparo, Montse, Rosa, Ana, Mari, Patxi… y algún que otro más del grupo de Marina, que se fueron uniendo al empezar a salir ellos.

Esa noche Zano volvió al Pub, como así quedó con sus amigos, al verle llegar, se levantaron y pagaron a Carmen las consumiciones que habían tomado. Salieron hacia otro Pub que a veces frecuentaban, el GuGus, allí su amigo Patxi, quiso seguir brindando por la buena nueva de su amigo Zano, por lo que pidió un par de botellas de cava y estuvieron hasta bien tarde, luego, Zano se marchó con Patxi en su coche y lo dejó camino de Las Dunes (Residencial donde vivía), en el Club de Tenis.

Esa noche, como otras muchas, durmió en un plegatin que puso en la recepción, al calor de la estufa que tenía el vigilante nocturno del Club, el cual sentado en una silla dormitaba casi toda la noche, (Era febrero y hacía mucho frio), al irse a las siete de la mañana, despertaba a Zano o bien lo hacía el Sr. Montfort (persona de mantenimiento al que el ayudaba), qué llegaba quince minutos más tarde.

Esa noche, Zano durmió plácidamente, por fin, logró lo que tanto anhelaba, durante un tiempo fue ella la que se avino al grupo de Zano, pero los lugares que ellos frecuentaban, a parte del Mónaco, no eran del agrado de ella, así se lo transmitió a Zano.

Él habló con sus amigos al día siguiente y les expuso las inquietudes de su novia, ellos la entendieron perfectamente y comprendieron a Zano al decirles, que sería él, él que se arrimaría al grupo de ella, pero claro está, que a su grupo no les iba a abandonar del todo, pues quedarían con ellos de vez en cuando y se seguirían viendo por Mónaco.

Zano, se sintió cómodo enseguida en su nueva faceta de la vida, amaba con locura a Marina, no veía la hora en que apareciera ella por Mónaco, se le iluminaba el alma al verla, y el despedirse de ella todas las noches, le suponía un mal trago que le hacía sentir tristeza y eso que se veían todos los días…Pero esto debe ser el amor, se decía Zano.

Gonzalo Lozano Curado

Deja un comentario