REINAS MALDITAS
Escribir sobre las reinas y emperatrices juzgadas por su historia de «malditas» es enjuiciar los hechos históricos de los últimos tres siglos del trágico devenir de Europa.
Con sus luces y sus sombras, sus comportamientos marcaron una época de esplendor y despilfarro, lujo, inconsciencia política, vanidad, y actividades no muy loables en algunos casos y con gestos muy significativos, de acuerdo con su noble categoría en contada s ocasiones.
Sufrieron con las guerras de sus naciones, celebraron victorias y logros. Olvida ron casi siempre las necesidades más perentorias de sus súbditos y sufrieron tragedias familiares de muertos y enfermedades como los demás seres huma nos y la mayoría del pueblo, que automáticamente gobernaban sus vidas de emperatrices, transcurrieron, para algunas de ellas en jaulas de oro en forma de suntuosos y variados palacios y residencias, rodeadas de una servidumbre nunca inferior a l centenar y en algunos casos llegaron a alcanzar el exorbitante número de mil, como fue el caso de la emperatriz de Austria, Sissi y otras.
Aquí vamos a hacer una breve reseña del trágico destino final de algunas de ellas.
Las más importantes por las vicisitudes que rodearon sus vidas son por este orden, Sissi, Maria Antonieta, Eugenia de Montijo, Alejandra Romanov y la reina de Inglaterra Victoria, como excepción, por su vitalidad, inteligencia y largo reinado.
Las llamadas «Reinas Malditas» en la obra de la escritora Cristina Morató fueron muchas pero las más significativas histórica mente hablando, fueron según la novela, Sissi, Maria Antonieta, Eugenia de Montijo, Alejandra Roma nov y la más longeva e importante, la reina Victoria de Inglaterra.
La época convulsa de Europa en la que fueron estas mujeres protagonistas de una tragedia personal sin precedentes, con la sola excepción de la Reina Victoria de Inglaterra, que murió en su lecho después de gobernar el Impero Británico durante cuarenta años, con mano de hierro.
Esta carta, entre muchísimas que escribieron estas mujeres son testimonio de su difícil condición, a pesar de esta r rodeadas de lujo, las comodidades y la opulencia más exagera da.
Elisabeth Charlotte, cuñada del poderoso Luis XIV rey de Francia, desde su jaula de oro de Versalles escribió la siguiente misiva:
«Me tengo por muy feliz! La condición de ser reina, ¡en mi vida había querido serlo! Se padece la mayor de las condiciones y no se disfruta de ningún poder.
Una es como un ídolo, debe aguantarlo todo y encima mostrarse contenta»
Bueno, leyendo la historia y las condiciones en que vivían las princesas y emperatrices eran esclavas de su posición y no debían seguir los impulsos de su propio corazón, lo que provocaba matrimonios de conveniencia política, casi siempre con nefastos resultados emocionales.
La emperatriz Sissi, extraordinariamente popular por su carácter abierto y su gran belleza, fue la que más disfrutó de su privilegiada posición, su lujo y su estilo marcaron una época.
Maria Antonieta, después de poseerlo todo y ser la emperatriz de Francia, el país más poderoso de Europa (es decir, del mundo) murió decapitada.
Eugenia de Montijo, la otra emperatriz, tuvo muy mal final. Estas mujeres, después de gozar de los mayores privilegios y placeres, fueron vilipendiadas e insultadas públicamente antes de su trágico final.
Alejandra Romanov, emperatriz de todos los rusos, esposa del Zar, murió junto con su familia, fusilada en un lúgubre sótano, después de sufrir un calvario de malos tratos e insultos, entre los que el más popular era el de «puta extranjera».
Estos hechos rigurosamente históricos marcaron camino y modos para que, a través de la instauración de la democracia, después de pasar por una criba de disturbios sangrientos, ejecuciones, encarcelamientos y muertes, llegaron al fin, un orden y unas leyes que dicen ser iguales para todos.
José María Gutierrez Gómez