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¡Qué cosas tiene el AMOR!

Andaba en lontananza un caballero, por sendero polvoriento, en mañana otoñal de sol “madura membrillos”…

Montaba a lomos de una vaca rechoncha, por bien alimentada, camino del castillo de una sola almena, donde su joven amada… le esperaba.

Asomando la cabeza y el generoso busto por el pretil de la ventana, para divisar la llanura, la princesa, escucho por el móvil una llamada, que presta y diligente contesto:

  • ¡Me diga!

Lo tenía a toda voz por cuanto en el oído le retumbo con fuerza.

  • Ya me acerco a tu vera, en pleno otoño, para verte primavera… ¡Lirio de amor, estremecido y puro ¡  

Tras el lamparazo de un rayo de fulgente luz, se escuchó la voz de un trueno gruñón por el valle.

  • Lirio no lo sé, estremecida puede ser, pero pura… ja, ja, ja…

El caballero al escuchar tal afirmación, desenvaino el acero de su sable, que blandió por encima de su cabeza, al tiempo que gritaba.

  • No consiento que de la pureza de mi amada, ni el cielo, mofa haga.

El acero, —- como todos sabéis — es conductos de la electricidad y ocasiono que un nuevo rayo, a través del sable le fulminara, dejándolo hecho una piltrafa.

  • Válgame el señor, mi bien amado doncel, como colilla en cenizas, te han dejado.

La rubia dama, tanto y tanto para ver se inclinó, que de cabeza al vacío se precipito.

Se confirmó que LIRIA era (pues en tan bella localidad valenciana estaba) de AMOR magullada y ESTREMECIDA se encontraba, del PURO golpetazo, que el asfalto le había propinado.

                                                  *   *   *   *   *

Pero quisieron los hados, hadas, duendecillos y demás fauna, que no feneciera, pues el “tocado” en forma de cono de su puntiagudo sombrero, la amortiguo y del trastazo mortal la libro.

Magullados y renqueantes, la lirio y el lirón, se casaron y una vez más el amor triunfo.

Francisco Ponce Carrasco

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