presentación de la editorial Granada Costa y su último libro tropicales raros, raros, raros

En un amplio salón del restaurante Katena de Motril y con asistencia de numeroso público, y recién salido de la imprenta de la editorial se presentó un hermoso libro de 560 páginas bellamente ilustrado con fotografías del color más puro y luminoso, bien encuadernado y diligentemente estructurado.

Yo que vi nacer esta editorial hace unos años sé que tuvo un parto complicado, pues lo hizo desde la más absoluta humildad, sin asistencia médica y ni tan siquiera de comadrona, pero a pesar de todo creció con las dificultades propias de quien tiene que abrirse camino en un concurso de fuertes competidores. En la actualidad se encuentra entre las grandes, no en volumen pero sí en calidad pues ha sabido armonizarla con lo económico y la belleza.  Todo gracias a la iniciativa y al esfuerzo de su fundador D. José Segura, y ahora con el empuje de sus dos hijos Antonio y Álvaro. Y prueba evidente es la edición de este libro.

Así que sean mis primeras palabras de elogio y felicitación a la Editorial Granada Costa por el excelente trabajo realizado.

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¿Y cuál es el contenido de este libro? Sencillamente nos trae a nuestra propia casa 140 frutas tropicales raras, raras, raras. Y para que no haya duda, raras en triple reiteración, así de contundente. Son raras porque son absolutamente desconocidas en Europa que donde se cultivan no son raras, son tan familiares como aquí lo puede ser una manzana.

¿Y dónde se crían estas frutas raras? Pues en América, en África, en la India, en Nueva Zelanda, en China… en todos los continentes menos en Europa. No son solamente raras porque su cultivo esté a miles de kilómetros, en otras tierras, sino que son además raras por su forma, por sus intensos y variados colores, por su aroma, por su sabor y por muchas otras cualidades sin dejar de lado su calidad decorativa debido a su mágica   belleza.

Todas estas 140 frutas raras, además de esas cualidades enumeradas, cada una viene con la excelente fotografía y un extenso y ameno currículum, como si concurrieran a un empleo o a un concurso de méritos: lugar donde se cría y clima, la clase de tierra, época de recolección, forma del árbol, valor alimenticio, uso medicinal, sus propiedades terapéuticas, su poder mágico, etc.  En resumen, es un auténtico tratado de botánica, único en su estilo, cuyo autor D. Julián Díaz Robledo pasará a estar entre los botánicos famosos por su originalidad como lo fueron Linneo, Celestino Mutis, entre otros. D. Alfredo Amestoy lo definió muy acertadamente en el prólogo “Otras Tierras, Otros Cielos”: “Todos los libros que escribe y publica Julián Díaz Robledo son una lección de biología, de botánica y de vida”.

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Efectivamente así es, pues Julián tiene la facultad de añadir dimensión, belleza, amenidad y vida, en todo aquello en lo que interviene, pero especialmente cuando se trata de árboles, flores y frutas.

El escritor Stefan Zweig fue muy crítico y exigente con los escritores y, del autor de “Rojo y Negro” dijo: “Escribir libros es una tarea agradable, sobre todo si se hace como Stendhal, o sea, copiándolo todo de otros libros y aderezándolo con unas cuantas anécdotas y chistes”. (En la actualidad en España, en las altas esferas tenemos escritores de esta clase)

A Julián no se le puede aplicar las palabras de Zweig, su escritura es original y propia, pues él comulga con ese proverbio chino que dice: Lo que oigo es dudoso, lo que veo es seguro”.  Lo que se ve es seguro. En la Biblia, en la Creación del Universo, hasta el mismo Dios tuvo que ver para creer. Así dice el texto: Dios miró lo que había hecho y vio que era bueno. Santo Tomás también tuvo que ver para creer.

Pues bien, Julián para creer en las frutas, tuvo que verlas en su lugar de origen, a miles de kilómetros a través de todo el mundo, he dicho todo el mundo y he dicho bien, no es una figura literaria y tampoco una exageración. Su secretaria que tiene registrados todos los viajes por razón de trabajo de sus empresas, por conferencias y por el sólo placer de conocer “in situ” una fruta, ha contabilizado los kilómetros recorridos y dan como resultado que ha dado la vuelta al mundo unas 16 veces. Magallanes y Sebastián Elcano sólo dieron una vuelta en el siglo XVI, y posteriormente en el siglo XIX un personaje de Julio Verne la dio en 80 días.

Julián tenía que ver el árbol con el fruto, tenía que verla en los mercados, hablar con la gente que la come y oír sus historias, porque en otros países, todo es símbolo, magia, y una fruta comida de una forma o a una determinada hora puede tener un poder benéfico o por el contrario traer la desgracia.

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Todo esto lo ha recogido Julián en su libro: emociones, sensaciones, magia, los secretos que rodea el simple hecho de comerse una fruta.  ¿Acaso no tenemos un ejemplo los católicos, en la Biblia lo que ocurrió por comerse una manzana?  Y ahora que estamos en la Biblia; en la Creación del Paraíso dice:” Plantó luego Yavé-Dios un jardín en Edén, al Oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo Dios brotar en él de la tierra toda clase  de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar”.  La Biblia dice toda clase de frutas pero no dice cuántas clases de frutas.

Se han hecho estudios en los colegios y a nivel de calle a los adultos que enumeren todos los árboles que conozcan para plantarlos en su “Paraíso personal” y las estadísticas han dado la media entre 15 y 25 frutas, y muy pocos han llegado a los 30.

Ha sido Julián con sus libros “Frutos Exóticos” y ahora con “Tropicales raros, raros, raros” el que ha dado a conocer unas 140 frutas. Y si él tuviera que plantar su Paraíso llegaría casi a las mil frutas. Así que se puede decir con todo rigor que con este libro le ha dado a la Biblia una nueva dimensión,  la completa y la amplía en ese capítulo del Génesis que es el Paraíso Terrenal. Sólo con ojear este libro ya es hacer un viaje con el autor a todos esos países donde se cría la fruta, es una lección amena de botánica, es un goce para la vista… En fin,  un libro que todos debemos tener porque nos da una lección de saber vivir.

Llegados hasta aquí surge una pregunta  sabiendo las muchas obligaciones que tiene Julián con sus empresas, conferencias en cualquier parte del mundo, que pasa más tiempo volando de un país a otro que en tierra firme, ¿de dónde saca tiempo y fuerzas para escribir estos complicados libros?  Hay una razón sencilla: porque Julián entra en la categoría de hombres selectos. Y como afirma Ortega y Gasset:” Los hombres selectos son los únicos activos, para quienes vivir es una perpetua tensión, un incesante entrenamiento”.  Julián  lo confiesa en su libro de viajes: “Actualmente a pesar de mi larga existencia, no tengo dificultad para emprender un viaje al rincón más apartado de la geografía terrena”   hombres así tienen el mundo en sus manos. El cumplir años es pura ilusión.

Cuando el Presidente de EE. UU Richard Nixon tomó posesión de la Casa Blanca fue a saludar al personal que allí trabajaba. Cuando saludó al Jefe de Protocolo éste dijo su nombre. Entonces el Presidente recordó:” hace unos 25 años conocí a otro ya mayor  con el mismo nombre, ¿era su padre?  No Sr. Presidente era yo. ¿Cómo puede ser posible eso? Porque yo siempre tendré  15 años menos que los de mi edad”.  Julián siempre tendrá 20 años menos que los de su edad. Esa es la actitud, el ideal de la gente selecta, el esfuerzo, la tensión, la creatividad, el hacer de la vida un juego y una aventura.

Hay personas   que su vida va por un camino y su obra por otro; las de Julián van, vida y obra por el mismo camino, íntimamente unidas. Su pensamiento, su corazón y su alma son árboles, flores y frutas, y si miráis con atención sus ojos, no veréis a las niñas de sus ojos sino que veréis árboles, flores y frutas.

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                   ROGELIO  BUSTOS ALMENDROS

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