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¿POR QUÉ DEBEMOS LEER?

En ¿Por qué debemos leer?, Aurora Fernández reflexiona sobre la pérdida del hábito lector y la importancia de recuperar el placer por la lectura en papel. Un artículo lúcido y necesario que defiende la cultura, la comprensión lectora y el pensamiento crítico como pilares de una sociedad más humana y sabia.

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        Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando

            leemos es Dios quien habla con nosotros

                        (San Agustín)

      Después de los meses calurosos del verano hemos vuelto a la rutina: vernos con las amigas, retomar las reuniones de nuestras asociaciones, celebraciones de cumpleaños con exquisitas comidas, meriendas de bienvenida… Y nuestras interesantes tertulias donde no faltan los comentarios sobre lecturas, cine, viajes, compras…  En una encuesta a varias escritoras reconocidas se les preguntó cuántos libros se llevaban en la maleta cuando se iban de vacaciones, y todas contestaron que bastantes y aconsejaban varios libros: unos recientes, y otros de autores clásicos que le habían servido de inspiración. La lista era muy larga, y entresacaban varios motivos por lo que valía la pena leerlos.

LEER EN CADA CLASE

      Acabo de ver un artículo titulado “leer en cada clase”, recomendado por Ministerio de Cultura para “ejercitar el hábito de leer a los alumnos de Primaria y de ESO”.  Y es que el informe PISA de la OCDE señala que nada menos que el 21% de nuestros adolescentes no entienden lo que leen. O sea, que no comprenden los libros de historia, de matemáticas, de ciencias, lengua… Y esto es muy preocupante.

Son muchas las campañas que ha hecho el Ministerio para paliar el problema, pero sin grandes resultados. Quiere que todos los profesores dediquen en sus clases un tiempo a leer en voz alta y se haga un ejercicio de lectura comprensiva. Éste es un hábito que se debería practicar desde que son muy pequeños.

La neurocientífica Maryanne Wolf, ya jubilada, que ha dedicado toda su vida profesional a investigar los trastornos de la lectura, y dirigió un centro de dislexia en la Universidad de UCLA (Los Ángeles), además de ser una lectora compulsiva, reconoció que le costaba leer varias páginas de un tirón o acabarse un libro, y que la lectura le demandaba una atención total y un sosiego que le era difícil de mantener; y añade: “me di cuenta de que ya no leo para disfrutar, sólo para informarme. He ganado mucha velocidad, pero he perdido la capacidad para asimilar niveles de comprensión más profundos”. A esto los expertos le llaman “impaciencia cognitiva”. Y dicen que afecta, sobre todo, a las nuevas generaciones de nativos digitales. Ella y otros estudiosos creen que los nuevos formatos digitales -el móvil, la tablet, el libro electrónico…- imponen una manera de leer a saltos, nada beneficioso, muy diferente a la de un libro de papel.

LA IMPORTANCIA DE PASAR PÁGINA EN EL LIBRO DE PAPEL.-Hay un gran número de lectores que se sienten más cómodos cuando la lectura es en papel, porque muchas veces se necesita volver atrás y reflexionar sobre lo leído. Y el libro físico permite doblar una hoja, anotar en los márgenes, subrayar. Además, tocar es importante. Pasar páginas con las manos, ver y tocar las hojas ya leídas… en cambio esto no pasa con los textos electrónicos. Dicen los expertos que la mano es fundamental para percibir esa sensación que conecta ciertas regiones cerebrales – que desarrollan otros circuitos neuronales- para leer en profundidad. También que leer atropelladamente en pantallas dificulta nuestra capacidad para comprender y profundizar; y que esto está cambiando nuestro cerebro.

    La lectura a todas las edades es altamente beneficiosa, desarrolla la imaginación, amplía el vocabulario -que desgraciadamente hoy ya no le damos el significado que tienen algunas palabras, por ejemplo: honor, libertad, lealtad, verdad, amor, honradez, mentir, o sentido común… Es cuando menos llamativo que haya un “Día internacional del Lenguaje Claro” – todo ello enriquece nuestro vocabulario, tan empobrecido últimamente –  leer requiere reflexión, silencio, concentración… así, nos trasladamos a otras épocas, dialogamos con el autor, nos sumergimos en sus pensamientos, nos trae recuerdos a la memoria, damos vida a los personajes, recordamos sus voces y sus caras, hechos históricos, nos metemos en la piel de los protagonistas, inventamos historias… nos trasladamos a otros lugares, islas exóticas o épocas como por ejemplo a la Edad Media. Muchos de estos elementos se reflejan en nuestro romancero. Por ejemplo, Carmen Laforet nos recuerda el romance del conde Arnaldos que va con su halcón a cazar la mañana de San Juan, y a lo lejos ve venir una galera engalanada, y un marinero cantando una canción la cual hechiza y embelesa a todo lo que hay a su alrededor: los peces subían a la superficie a escuchar, la mar se ponía en calma, las aves paraban su vuelo, los vientos amainaban,  todos se paran a escuchar, crea una atmósfera fascinante… al llegar a la costa el conde le pide que se la repita y éste le contesta:

                            “ sólo digo mi canción

                               sino a quien conmigo va”

La persona que lee se nota en la conversación, en el diálogo, en las respuestas, en las preguntas inteligentes, no necesita presumir de conocimientos, tiene las ideas claras. Porque quien lee piensa mejor, y quien piensa mejor se expresa distinto. También se nota en la escritura, leyendo se aprende gramática, ortografía, sintaxis… A menudo escuchamos a algunos de nuestros políticos conjugar mal los verbos y no saber formar las oraciones: sujeto, verbo y predicado.

La lectura es una puerta a la cultura, un puente entre universos, dice Aleída Hoyos.

      Me ha llamado la atención el artículo de la joven Carmen Corrales, de Dúrcal, titulado “Arte, historia y cultura: los tres fantasmas del siglo XXI”, en el que refiere que “cada vez son más los jóvenes que viven desconectados de lo más esencial que puede tener el ser humano, la cultura y el espíritu de aprender, que el arte y la historia la estudian por obligación sin llegar a valorarla. Sólo leen en pantallas y quieren respuestas inmediatas”. Ella cree que tampoco hoy se valora tanto como antes ir a visitar museos, leer a los clásicos ni escuchar música clásica, por ejemplo -los que lo hacen les parecen “frikis” o empollones. Dice que esta apatía por la cultura y el arte ella también la sufrió alguna vez. Que la lectura les aburre, y al final se pregunta cómo podemos abrirles los ojos a los jóvenes para que cambien de actitud.

      Pensamos que esta labor -el gusto por la lectura-   la deben desempeñar los padres en casa a los hijos desde pequeños y los profesores en la escuela.

   En definitiva, podemos decir que leer es vivir mil vidas.

Aurora Fernández

2 pensó en “¿POR QUÉ DEBEMOS LEER?

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