Por dos veces – A TODA COSTA
(Crónica de un sucedido)
Hasta aquí llegaba el repicar de las campanas “envasado” en grabación y emitido por dos vetustos altavoces situados en la Iglesia del pueblo, que se repetía, cansino, cada cierto tiempo, no era cuestión de progreso, sino falta de campaneros.
Llamaban con antelación a misa de doce en aquel dominical, frío e impertérrito pueblecito turolense, próximo a las estribaciones de la sierra Palomera.
La lluvia caliente de la ducha me reconfortaba, al acariciar mi cuerpo.
El baño estaba asaltado por una intensa neblina de vapor que apenas te dejaba mirar sin ver, cuando a solas quedaban la luz y la mirada.
Envuelto en una amplia y mullida toalla salí hacia mí habitación contigua, sentado en la cama cerca de la calefacción encendida al máximo, pude por mí mismo cortarme las uñas de los pies.
Puede parecer una operación baladí, pero muchos de los posibles lectores, saben de las dificultades que los años producen para este menester.
Flexibilidad, vista y fuerza, porque las uñas son duras, y uno tiene que adoptar posiciones de contorsionista, cuando finalicé le di gracias a Dios por concederme, a mis años, esta prebenda, en forma de elasticidad.
Con los gruesos calcetines puestos, vestido y calzado, bajé al salón…, por las escaleras me oprimí la zona lumbar ligeramente quejosa, y le volví a dar las gracias al todo poderoso, contento, por no ser un CIEMPIÉS.
Francisco Ponce Carrasco