POETAS MANCHEGOS CANTAN A LA PASIÓN DE CRISTO
El mundo cristiano acaba de celebrar una nueva Semana Santa y aún parece que se escucha a lo lejos el eco de la última saeta cantada por una garganta rota por la emoción. Y es que, pese a que algunos se empeñen o pretendan prohibirla, todo aquel que tiene fe y es coherente en sus creencias, cuando llega esa fecha en que, como dicen los sevillanos “ya huele a Semana Santa”, y por la ciudad desfilan los nazarenos portando a hombros esos maravillosos “pasos” con las imágenes de Cristo y esas bellísimas Vírgenes Dolorosas, por fuerza notarán que su fe se renueva y se sienten más cerca de Dios. Respetando todas las creencias, al pueblo no se le pueden quitar sus tradiciones. Sus buenas tradiciones.
Desde siglos, en España se celebra la Semana Santa. Cada ciudad a su estilo, según su idiosincrasia. En Castilla los desfiles procesionales son austeros, silenciosos, llenos de recogimiento, pero muy bellos.
En Andalucía, por el contrario, la Semana Santa es plena de colorido, alegre incluso, y el pueblo enfervorizado piropea a sus imágenes -¡Macarena! ¡Guapa!- al paso de las mismas en la “madrugá” del jueves santo bajo una noche de luna llena impregnada de olor a incienso y azahar. Es la Pasión según Sevilla.
En Murcia y Cartagena pasean esa magnífica imaginería de Salzillo semejante a personajes llenos de vida que casi van a hablarte a su paso por las calles.
Imágenes de Salzillo.
Santos, ángeles y Vírgenes,
convirtiéndose en estatuas,
bajaron del Paraíso
para recorrer tus calles
en ferviente procesión,
al compás de una saeta
y un suspiro en la garganta.
En Lorca se celebra la Semana Santa más pintoresca y espectacular, con su rica indumentaria bordada con hebras de seda y oro y la arriesgada exhibición de caballos y cuadrigas que te hacen subir la adrenalina. Doy fe de ello.
Por tierras extremeñas, los “empalaos” y por tierras riojanas, los “picaos”, son muestras muy duras (de hecho, Carlos III prohibió tal práctica) del sacrificio de unos hombres haciendo exaltación de su fe. Hay que ser muy creyente para poder soportar esa tortura física durante su vía crucis particular. Los primeros, atado el cuerpo con cuerdas y soportando el peso de un travesaño. Y los segundos, “picándose” la espalda después de haberse flagelado hasta llegar a sangrar.
En Calahorra y Hellín se “rompe la hora” con cientos de tambores, tocando al unísono, en enervante estruendo durante 24 horas seguidas hasta hacerse, incluso, heridas en las manos.
Y si nos vamos a tierras levantinas, Valencia tiene la Semana Santa Marinera del Cabañal declarada de Interés Turístico. Es variopinta, con una gran riqueza de personajes bíblicos, perfectamente caracterizados, y grandes bandas de música que celebran el domingo la Resurrección de Cristo alegrando todo ese típico barrio marinero.
Esto son sólo unos ejemplos escogidos al azar pues la Semana Santa en España es diferente en cada uno de sus rincones, todos ellos dignos de visitarse y contemplarla respetuosamente.
Y ahora hablemos de Daimiel, pueblo manchego por excelencia, pues le toca el turno a nuestros poetas manchegos. Daimiel tiene una famosa Semana Santa, declarada de Interés Turístico Regional, con sus tradicionales cofradías de “coloraos”, “moraos”, “blancos”, “negros”, “corbatos” y “capuchinos”, a la que dedican sus versos con amor inspirados poetas de la tierra. Como bien la describe Salvador Valera Navarro en su poema “Luces de Semana Santa en Daimiel”, del que entresaco un par de estrofas:
Semana Santa en Daimiel
bajo un cielo azul sin par.
Hay que tener ilusión
y vivir con emoción
esos días… y soñar
Y eres tú, DAIMIEL, la cuna
de los campos castellanos.
Recio y bravo es tu cantar
por las tierras de la Mancha
y en las estrofas que cantan
con músicas celestiales,
se asoman, en tus eriales,
las vides que se levantan.
Igualmente bello es el soneto “Al Santísimo Cristo de la Expiración”, del manchego García Velasco:
Me miraste, Señor, y tu mirada
tan dentro de mi pecho ha penetrado,
que estoy en tu pupila aprisionado,
con el alma en tu amor desazonada.
Y este amor que yo siento en mi camino,
y que llena de paz las horas mías,
me sume entre nostalgias y alegrías
y forja en sus retazos mi destino.
Dame la Luz, Señor, pues yo te espero
cuando llegue a su cima mi jornada,
cuando llame a las puertas de la Nada,
en sueño al acaso, y desespero…,
cuando escuche tu voz enamorada
que me diga el poema verdadero.
Yo he tenido el honor hace unos días de ser invitada a un recital de poetas manchegos durante el pregón de Exaltación de la Semana Santa Daimieleña, acto celebrado en la Casa de Murcia y Albacete de Valencia por gentileza de su Presidente D. Blas García, de cuya amistad me honro y a cuya Sede soy invitada a menudo.
El pregón estuvo a cargo de D. Tarsicio González Molina, Presidente de la Asociación de Daimieleños de Valencia. Excelente pregón recorriendo paso a paso cada cofradía con sus correspondientes desfiles procesionales y las imágenes que salen en los mismos durante su estación de penitencia. La parte poética la llevamos cinco rapsodas (Estela, Amparo, Pedro, Nicolás y Carmen), todos con indumentaria oscura en señal de respeto a la conmemoración. Recitamos poemas escritos por poetas manchegos cantando con gran sentimiento a su Semana Santa.
Y un daimieleño con garra
lanza al viento su “saeta”,
que en su alma de poeta,
de manchego y castellano,
aprendió, allá en el llano
y a la luz de las estrellas.
(Salvador Valera).
O este otro bellísimo soneto de Juan Antonio Martín Almagro:
Al entierro y sepultura de Jesús
Portando suave carga, lentamente,
se acerca comitiva silenciosa,
relieve de figura majestuosa,
esculpida en los mármoles de Oriente.
Se acerca… y a su paso, reverente,
descubro ya marchita aquella rosa
que otro tiempo esparció, fresca y hermosa,
El olor de sus obras, suavemente.
El grupo se perdió en la lejanía,
solemne y silencioso, acabado
lienzo hermoso que el Greco pintaría.
Vuelven otra vez. Todo ha terminado.
Un ángel hay sobre la losa fría.
A la puerta, durmiendo, hay un soldado.
O este otro, “A Cristo Yacente”, de S. Martín del Burgo.
Un dolor creciente…,
casi nieve.
Una tenue sonrisa…,
que ya es sombra.
Una voz apagada…,
que es mi hábito.
Un reproche profundo
que al futuro bendice
y del presente huye.
Unos miembros deshechos…,
ya cenizas.
Un soñar ilusiones
que fecundan.
Un suspiro sediento
de perdones.
Y una cruz que estrena
-ante la muerte-
¡el mayor milagro…!
Un último fragmento, exaltación de la Resurrección, como colofón para acabar con esta pequeña muestra de poesía manchega dedicada a la Semana Santa.
Muchos días han pasado
y mis ojos han llorado
recordando aquellos días
de Pasión, de Muerte y Gloria.
¡Y con Jesús, la Victoria
que canta tu pueblo fiel,
por los campos de DAIMIEL
pregonero de tu historia!
Esta es sólo una pequeña muestra de poesía religiosa de algunos poetas manchegos escogidos para tal acto. No están todos, lamentablemente, La Mancha tiene muy buenos y numerosos poetas, pero al menos se conocerá un grupo representativo de ellos. A veces, nos limitamos a recitar a los “consagrados de siempre” y en los recitales, actos u homenajes, tan sólo se eligen a los mismos. Abramos ampliamente el abanico de poetas y, con toda seguridad, al desplegar sus varillas descubriremos, con sorpresa, un hermoso paisaje de versos pintados deseando ser leídos.
Termino ya, con un poema de Antonio Orozco entresacado del libro “Daimiel en Semana Santa” con que nos obsequiaron después del recital junto con una hermosa rosa roja como la Pasión. La estrofa es una inspirada aleluya dedicada a la Resurrección de Cristo.
La muerte y la vida luchándose están.
Maravilla de juego mortal…
Luchan vida y muerte
en singular batalla.
La muerte, en huida,
ya va malherida.
Y el muerto que es la vida
triunfante se levanta.
Decid a los muertos:
“¡Renace la vida,
y la muerte ya va vencida!”
Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos,
y la muerte muerta.
Carmen Carrasco Ramos