PARADOJA ESPAÑOLA: IMPORTAMOS MANO DE OBRA CON 4 MILLONES DE PARADOS
Hace unos días estuve en Almería para visitar a un amigo agricultor que tiene unos cuantos invernaderos donde pasamos varias horas. Estaban en plena cosecha de tomates, pimientos, pepinos, calabacines y una surtida variedad de otras hortalizas y fruta de verano. Tenía 23 empleados y me extrañó mucho el que todos o casi todos eran de raza negra, y alguno que otro de etnia también africana. Le pregunté que cuántos trabajadores tenía de la zona almeriense y me dijo que sólo tres. Entonces le repliqué que eso era una gran alegría pues en Almería no existía paro, la lacra de estos tiempos. Me miró fijamente con cierto movimiento de cabeza y contestó: “parados ninguno, pero cobrando el paro miles”. Después por la tarde nos fuimos a dar un paseo por el centro de la ciudad y lo que vi no era lo que yo conocía de antaño por el color de la mayoría de las personas que transitaban por las calles y aquellas otras sentadas en las terrazas de los bares, la mezcolanza de ropajes y el lenguaje unido al calor sofocante, nadie podía dudar de encontrarse en una ciudad africana. Así se lo dije a mi amigo que abundando en el tema me informó que debido a esa llegada de africanos la gente de allí salía menos, no porque fueran racistas, sino porque aquellos tienen sus costumbres, su religión, sus formas de vestir, su lengua, otros olores, comportamientos distintos que en absoluto concuerdan con la forma de ser de los almerienses. Por tanto, optan por restringir sus salidas, de tal manera que han trastocado sus vidas. Por otra parte, la delincuencia ha aumentado considerablemente y además son portadores de enfermedades pues al amparo de los que están contratados y con papeles se agregan continuamente cientos de otros indocumentados que vienen en pateras. Y esto va cada vez en aumento. Esta es la triste realidad, así que dentro de unos pocos años puede que se diga: “pues hubo un tiempo en el que en Almería había españoles”.
De vuelta a casa, lo visto en Almería me hizo reflexionar y mucho, no se me iba de la cabeza ese problema tan doloroso que tenemos en España que es el “paro” y que cada día va en aumento. Sin embargo, nos vemos obligados a importar mano de obra. ¿Cómo se explica esto? Algo falla y nadie, ningún partido político quiere meterle mano y llegará un momento (ya casi ha llegado) en que los inmigrantes de todos los países nos invadirán y nos harán la vida imposible porque los que vienen no son precisamente gente seleccionada, pues como dice la frase evangélica “muchos son los llamados y pocos los escogidos”. Vienen con las bendiciones del Gobierno de España (a pesar de ser ateos) y además con comida, alojamiento y una paguita. Puede que igual que en Almería se diga: “Pues hubo un tiempo en que en España había españoles”.
El problema gordo de la España actual es en verdad el PARO, pero existe otro adicional que es el de una población envejecida y sin posibilidad de relevo debido a la baja tasa de natalidad. Son muchos los factores que en este tema intervienen y no es el lugar para entrar en ello. Pero sí quiero tocar uno que ha sido desde siempre vital: LA FAMILIA. En los últimos años no se ha prestado toda la atención que requería a la familia y tampoco a la natalidad, y así nos encontramos en que cada vez hay menos matrimonios y menos hijos, y en cambio sí muchos mayores, ancianos o “viejos inservibles” para las nuevas generaciones. Para estos los viejos somos un estorbo. En los últimos años hemos creado una nueva generación que ha disfrutado de todos los bienes materiales posibles, de todos los caprichos, comodidades que sin ninguna duda ha sido en detrimento del esfuerzo, del mérito, del trabajo, es decir, ganárselo. Las nuevas generaciones no son más que el reflejo de la nueva política que ha creado derechos y ha olvidado que al lado de cada derecho va unida una obligación.
Los sociólogos han redescubierto que es en el hogar familiar donde se aprende la libertad, la moral y donde se realiza la persona humana, garantía de una sociedad justa. Con toda seguridad podemos decir que la familia es la “escuela social por excelencia. Todo lo contrario de lo que hace muy poco dijo la señora ministra de Educación “que los hijos no son de los padres”, ¿de quién serán entonces los hijos para esta Excelencia?
Los ataques a la familia no es nada nuevo, viene de atrás y muy especialmente en la ideología comunista. Los marxistas trataron de romper las familias, aunque no lo consiguieron. Un escritor chino, Lyn Yutang dijo esto: “Marx combatió el afecto y lealtad familiares como sentimientos burgueses que han de extinguirse, y con esto demostró que, si era sabio en economía, padecía de imbecilidad en cuanto a sentido común. La relación más primaria en la vida es la relación entre hombre, mujer y niño. Ninguna filosofía de la vida es buena, ni es filosofía, si olvida este principio”.
En mi vida laboral desde 1953 hasta 1997 he sido Secretario de Hermandades de Labradores y Ganaderos (Cámaras Agrarias), Secretario de Sindicato mixto y actividades diversas y corresponsal de Previsión Social, trabajo realizado en los pueblos de Almuñecar, Jete, Otívar y Lentejí (Granada), y tuve la oportunidad de realizar las inscripciones en la Seguridad Social, Premios de Nupcialidad, Natalidad, Jubilaciones, etc. y pude observar la alegría y la satisfacción al recibir cualquier premio por estas causas y no por la cantidad a recibir, que eran mínimas, sino por lo que significaba de atención del Estado. Con estos pequeños gestos se sentían considerados, dignificados. ¿No se podría hacer algo parecido para estimular la nupcialidad y la natalidad?
Nunca deberíamos olvidar que la unidad familiar es la base de una sociedad justa, libre y de progreso: “la escuela social por excelencia”. Así lo entendieron en todos los tiempos, todas las civilizaciones y muy especialmente el Imperio Romano que nadie podía alcanzar la categoría de ciudadano romano sin antes haber pasado por la de hijo de familia. Y también debemos tener siempre presente lo que afirmaba el conde de Keyserling:” Todos los pueblos hostiles a la familia han terminado, tarde o temprano, por un empobrecimiento del alma”. Pues en eso estamos. ¿Es que nadie lo quiere ver y dar solución?
José Antonio Bustos