Portada » Navidad bajo gotas frías

Llueve, 

y el cielo desploma sus manos de hielo, 

como si la tierra no pudiera más con la espera, 

como si toda lágrima guardada en sus nubes 

quisiera caer sobre nosotros, 

como una súplica, 

como un ruego de invierno en pleno diciembre.


Es Navidad, 

y en cada gota que golpea el suelo 

se desploma el recuerdo de luces y cantos, 

de mesas dispuestas, de paz en las voces, 

y allá en el río crecido, en las calles vencidas, 

la vida tambalea, 

el hogar se vuelve frágil, la alegría incierta.


Un árbol de Navidad flota en un patio anegado, 

y la risa de un niño en algún lugar se ahoga 

bajo el peso de un agua que no cesa. 

Las calles que antes conducían a abrazos 

son ahora corrientes desbocadas, 

llevándose promesas, llevándose sueños.


Llueve, 

como un murmullo que desborda las tejas, 

como un eco que llama en cada gota que cae, 

preguntando si en esta tierra aún hay espacio 

para albergar el consuelo, para levantar el aliento, 

para abrazarse en medio del caos, 

como se abrazan las luces de diciembre 

cuando el viento sopla fuerte y el cielo se parte.


Navidad bajo gotas frías, 

y a pesar de todo, se encienden las velas, 

se toma una mano, se estrechan promesas. 

Que en cada lágrima de agua desbordada 

nazca un deseo firme, un rescoldo de calma, 

que el torrente se lleve el miedo, 

y deje en su paso una esperanza más clara.

Francisco Luque Bonilla

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