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MIRADA AL PASADO – Sevilla, arrasada por los vikingos

Oleo de Claude Joseph (Museo del Louvre)

Oleo de Claude Joseph (Museo del Louvre)

Cuando el mes de agosto del año 844 tocaba a su fin; una flota de ochenta naves apareció frente a las costas de al-Ándalus. Se trataba de los dumânî, como llamaban a los terribles vikingos.

Dos meses más tarde cuando el otoño echaba a andar, Sevilla era arrasada por el fuego provocado por las hordas vikingas, muchos de sus hombres eran pasados a cuchillo, sus mujeres violadas, mientras que los más jóvenes eran convertidos en esclavos.

Estos terribles guerreros que llegaron por mar; no tenían comparación con cualquier grupo de piratas bereberes, hasta entonces conocido, eran guerreros pertenecientes a la tribu de los “Rus”,cuya práctica estaba basada en el terror sanguinario.  Su origen procedía del norte de Europa, principalmente de Escandinavia, pero también se nutrían de otros grupos étnicos como los, Varegos, Rus o Normandos. La denominación de vikingos; procede de la palabra “Wik”, que más tarde evolucionaría a “Vik”, que significaba “hombres del norte”, pero también se utilizaba con otro calificativo como, “hombres del mar”.

Su presencia en el panorama político; no ha sido lo suficientemente considerada, sin embargo este grupo que supo hacerse con gran parte del mundo conocido, hasta ese momento, marco el paso de los acontecimientos futuros, en el plano de las dinastías posteriores a su desaparición hegemónica, de las cuales proceden del legado vikingo, no tenemos que olvidar que sagas como la del ducado de Normandía, más tarde proporcionaría reyes como Ricardo Corazón de León. En el sur de Italia, en Sicilia fue fundado por el conquistador Roberto Guiscardo otro estado, por este hombre conocido como “el astuto”, la caída de este movimiento que duro unos cuantos siglos, se debe más a la incapacidad de gestionar sus conquistas, unos guerreros que demostraron una gran astucia e inteligencia en la mar.

Antecedentes:

Su aparición en el panorama político europeo; sucedió  a finales del siglo VIII, allá por el año 793, siendo su primera actuación de renombre conocida, el ataque y saqueo del monasterio de Lindisfarme.

A partir de ese acto su actividad guerrera fue en aumento; con innumerables incursiones, llegando a ocupar diversos territorios, entre los cuales se encuentran amplias zonas de Inglaterra, Irlanda y Francia, donde el rey francés llego a pactar la donación de Normandía, a un caudillo vikingo, al fin de lograr un pacto de paz, con el fin de que no atacaran otros territorios de sus reino.

Este grupo político y guerrero, siempre fue estudiado más profusamente en su faceta bélica que en la política; sin embargo allá por el año 1000, cuando ya habían logrado cierta hegemonía en Europa, lograron establecerse en Norteamérica, pero la incursión que duro escasas décadas, no triunfo debido a la meteorología adversa y a la resistencia de los nativos, que si los vikingos eran señores del mar, los grupos étnicos americanos, eran señores en la tierra.

Algunos investigadores dan por finiquitada la era vikinga en el siglo XI, coincidiendo con la caída del último reducto firme que representaba el rey Harald III, conocido como “el despiadado”, muerto en el año 1066 durante la batalla del puente de Stamford, cuando intentaba hacerse con el control del territorio ocupado por la actual Inglaterra.

La era vikinga se extendió entre los siglos VIII y XI, llegando no solo a controlar los países del Norte de Europa, sus incursiones lograron hacerse con territorios de la actual Rusia, asentándose en enclaves de una gran franja que unía el Báltico con el mar negro, principados como Kiev o Nóvgorod, surgieron tras esta ocupación.

Una de estas incursiones fue muy cerca desde donde les escribo; se trata de la ciudad vasco-francesa de Bayona, donde secuestraron y mataron a su obispo “San León”, por esta razón la ciudad celebra en su honor sus fiestas principales, incluso el cuarto hospital más importante de Francia, porta su nombre “el Hospital de Sant León”.

El ataque a Sevilla:

El año 229 de la hégira (año 844 del calendario actual); frente a las costas Occidentales de al-Ándalus, a la altura de Lisboa más de cincuenta velas blancas fueron avistadas por los vigías andalusís, se trataba de los Nordumânî, los temidos piratas normandos vikingos, de los que hasta entonces los andalusís, solo tenían referencias por los cristianos norteños y por los comerciantes.

Esta era la primera vez que aparecían ante sus ojos; el primer encuentro con ellos fue en el transcurso del desembarco en el puerto de Lisboa, donde su gobernador Ibn Hazm, lucho contra ellos de forma contundente, rechazando el ataque que duro durante varios días. Pero las velas cuando desaparecieron por el horizonte, el rumbo marcado por la flota era el sur, El gobernador de Lisboa Ibn Hazm, escribió una carta rápidamente al emir de Córdoba Abd al-Rahmân, en la que le informaba de los sucesos y en la que le advertía de la posible aparición de estos peligrosos  piratas vikingos.

Transcurridos apenas quince días, en el mes de Muharram del año 230 de la hégira (finales de septiembre del año 844), los vikingos ya habían conquistado la Isla Menor  en Cádiz, prosiguiendo su singladura por el Guadalquivir camino de Sevilla. La operación fue llevada a cabo por cuatro de las naves, con el fin de inspeccionar el terreno, llegando hasta la ciudad de Coria del Río, donde desembarcaron, dando muerte a toda la población con la intención de que no pudieran advertid de su presencia a sus vecinos sevillanos, de esta forma el camino quedaba libre para su empresa de terror. Transcurridos unos pocos días; los normandos decidieron por fin remontar el Guadalquivir camino de Sevilla, sabedores de las grandes riquezas que guardaba esta bella capital andalusí.

Los habitantes de la ciudad, tuvieron que tejer solos una estrategia de defensa, ya que su caudillo militar, conocedor de lo que había sucedido en Coria del Río, huyo hacia Carmona donde se refugió,  dejando a merced del peor de los enemigos, al indefenso pueblo sevillano.

Informados de la situación defensiva de la ciudad y de la escasa formación militar de sus habitantes, los vikingos pusieron rumbo con sus naves hasta llegar a los arrabales de la ciudad sevillana.

Desde dichos arrabales las huestes vikingas; dispararon reiteradas lluvias de flechas contra la población, logrando un buen número de bajas, llegando a desconcertar a la población, que pronto se dio cuenta de la importancia del enemigo; el miedo unido al desconcierto creció de inmediato entre la población.

Ante esta situación y seguros de su superioridad, abandonaron las naves para adentrarse en la ciudad, emprendiendo una lucha de cuerpo a cuerpo, estando seguros de su victoria. La matanza y el saqueo duro una semana, durante la cual los que pudieron huyeron, en busca de lugares que creían seguros, mientras que los más débiles fueron víctimas de la barbarie, siendo pasados a cuchillo y violados, mujeres, ancianos y niños.

Con toda la situación lamentable de estos; sin embargo tuvieron suerte por extraño que parezca, ya que para aquellos a los que lograron sobrevivir, les aguardaba un terrible y estremecedor destino la esclavitud.

Una vez que se hicieron con el botín tanto de riquezas como de esclavos; regresaron a las naves poniendo rumbo a su campamento, establecido en la Isla de Qabjbil, (Isla Menor, Cádiz).

Pero para la población sevillana no termino el sufrimiento; muchos de los que volvieron creyendo que había pasado todo, tuvieron que soportar un segundo ataque, conocedores que muchos de los huidos habían vuelto a sus casas, los vikingos emprendieron un segundo ataque, con el fin de hacerse con un mayor número de cautivos, pero cuando llegaron no encontraron nada más que un reducido grupo de ancianos que se habían reunido en una mezquita, para rezar por sus desafortunados seres queridos. Esta situación encolerizó a los vikingos; que esperaban encontrar un buen botín humano, pasaron a todos los que había en la mezquita a cuchillo, produciendo un derramamientos de sangre tan grande, que a partir de aquel momento la mezquita paso a llamarse “la Mezquita de los Mártires”, la ciudad fue arrasada e incendiada, con el fin de que no volvieran a ocuparla.

Ocupación y derrota vikinga:

Durante dos largos meses; los vikingos permanecieron sembrado el terror por esta parte del territorio andalusí, hasta que en pleno mes de noviembre, el emir ´Abd al-Rahmân consiguió movilizar entorno a él un ejército lo suficiente fuerte, como para hacerle frente a las huestes vikingas.

Una parte de este ejército mandado por el general Ibn Rustum y otros generales más, lograron controlar la comarca del Aljarafe sevillano, desde donde emprendieron un ataque conjunto, llevado a cabo por tropas de a caballo e infantería, consiguiendo desconcertar a las tropas vikingas. El coordinador de la campaña fue Nasr, el que fuera favorito del príncipe omeya, quien ideo una estrategia, que consistió en una emboscada para terminar de una vez con la amenaza vikinga.

La operación consistió en un distraimiento; mientras unos soldados atraían a los vikingos en los alrededores de la ciudad, el grueso del ejercito andalusí aguardaba a que aquellos arriesgados valientes, atrajeran a los normandos al lugar determinado para la batalla, dicho lugar conocido como la Tablada, situado al sur de Sevilla donde hubo un  aeropuerto que llevaba el mismo nombre. El ejercito normando convencido de su superioridad; emprendió una persecución, tras aquellos que creían fáciles de derrotar, cayendo en la trampa, al llegar a la aldea de Tejada donde desembarcaron, aquello fue el principio del fin para los normandos, allí les esperaba Ibn Rustum, con el grueso de su ejército, una vez que los vikingos habían superado su posición, vieron como les atacaban por la espalda, comprendiendo que todo había sido una terrible estratagema militar,  los normandos, viéndose sometidos entre dos fuegos, ya que los perseguidos, dieron fin a su estratégica huida, enfrentándose a sus perseguidores.

Aquella fue la mayor derrota hasta entonces sufrida por los normandos; que si bien habían demostrado lo fuertes que eran junto a sus naves, en tierra había otros que dominaban de mejor manera el arte de la guerra. Esta humillación supuso para el ejército normando; entre víctimas mortales y prisioneros, un número de unos dos mil combatientes, mientras que los pocos supervivientes, trataban de regresar a sus naves, quedando abandonadas casi la mitad de las que contaban.

La venganza por parte del ejercito andalusí; fue de una crueldad extrema, Ibn Rustum  mando la decapitación ejemplar de los prisioneros supervivientes, en una vista pública.

Las cabezas de los jefes vikingos cortadas; fueron enviadas al emir ´Abd al-Rahmân, mientras que otras fueron expuestas por la ciudad, unas clavadas en picas y otras coronando las palmeras, para que la población comprobara que se había hecho justicia, contra aquellos que humillaron y mancillaron a sus seres queridos.

Ibn Rustum fue considerado héroe y elevado a lo más alto; fue nombrado  Nasr, favorito del príncipe; pero la sociedad civil no le anduvo a la zaga, los poetas compusieron multitud de poemas que alababan la valentía de Rustum, y se volcaban en un infinito agradecimiento, por haberles librado de tanto horror causado por las hordas vikingas; sin embargo esta situación volvió a repetirse años más tarde, en el año 859, Sevilla sufrió un nuevo ataque, en esta ocasión la mezquita de Ibn ´Addabâs ( actual iglesia de San Salvador) fue incendiada por los vikingos. Pero en esta ocasión el ejército andalusí mejor preparado, dio una respuesta contundente a los invasores, gracias a la nueva flota que el emir había mandado construir, pudo hacer frente y poner a las naves vikingas en retirada.

Muchas de las atalayas que siembran las costas andaluzas; tiene su origen en estos tiempos, incluso las que fueron construidas con posterioridad, tomaron como base estas del siglo IX, atalayas que se construyeron con la intención de prevenir posibles ataques vikingos, pero estos a la vista de la demostración de fuerza de al-Ándalus, no volvieron a intentar ninguna operación más de pillaje.

En la memoria colectiva del pueblo normando; estas derrotas quedaron grabadas, al mismo tiempo que entre el pueblo sevillano, durante generaciones tuvieron muy presente el sacrificio de sus seres queridos, mostrando ese recuerdo en los lugares más emblemáticos, como calles y plazas, por no hablar de los centros cívicos-religiosos.

José María Escribano

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