Portada » ** MI ÚLTIMA LEVANTÁ**

Un niño decían algunos, no aguantará decían otros, pero él, que llevaba todo un tiempo pese a su corta edad esperando ese momento, no le importaba nada ni el cansancio, ni los comentarios de la gente, nada de nada, porque estaba donde realmente deseaba estar.
Era un miércoles santo, cuando por primera vez Juan, al igual que otros tantos jóvenes, hacían su desfile procesional como nazarenos de su cofradía.
Así comenzaba la andadura de Juan a la edad de doce años, dentro de la que él llegó a considerar, su otra família.

Pasaron algunos años desde aquél entonces, años buenos y menos buenos, por los que él y sus hermanos cofrades tuvieron que pasar y de los que supieron sobreponerse.
Casi sin darse cuenta, aquél niño que llegó tímido y reservado al que fue su primer desfile procesional, se hizo hombre, y trás años de impaciencia y ferviente deseo de conseguirlo, ¡¡ por fín lo lograba !!, era otra meta alcanzada.

Corría el año 1990, un año como otro cualquiera…. menos para él.

Ese sería especíal y le causaría honda huella; recién acabada la carrera de magistério, cuando apenas superaba los veinticinco años, pronto le llegaría esos dias de recogimiento, de pasión, de ilusión y padecimientos, de esperanzas y de fraternidad y en él como en todos, un mismo punto en común; el deseo de seguir trabajando dia a dia por una tradición, por ese sentir que la família cofrade bien conoce, ¨ La pasión por sus imágenes¨.

Le llegó ese momento de complicidad, de risas, de hermanamiento, esos que preceden a tan ansiado momento como es: ¨ La Igualá ¨´.

Ensimismado se hallaba en sus pensamientos, que no se dió cuenta que se le acercaba una persona apreciada por él y amigo de la família desde tiempos remotos, artífice principal de que Juan se hallase en el lugar en que ahora se hallaba.

Persona conocida y respetada en circulos cofrades, por su larga trayectoria en pro de los mismos y actualmente desempeñando el cargo de hermano mayor y por ese año, las veces de capataz de su cofradía, la misma a la que Juan pertenecía.

¡¡ Juan, amigo mío, por fin lo has logrado, ya eres uno más de los nuestros!!, le dice Vicente.

Un tremendo nudo le oprimía el estómago, que no le permitió articular palabra y casi sollozando se abrazó a él, con un solo pensamiento en sus adentros; estar a la altura del honor que se concedía.

Cuando estuvieron todos ubicados en sus posiciones y como surgiendo de la nada, se oyó esa voz que encauza el camino hacía la semana grande, la semana santa, la primavera de Diós.

¡¡ Manolo, llama Vicente!!, al patero de atrás y dando tres toques con el llamador…
¡¡ A esta és!! Es entonces, cuando un sínfín de sensaciones ocultas hasta ese momento, surgen como un torrente; nervios, emoción, mucho coraje y porque no decirlo también, incertidumbre, miedo, miedo en Juan por esa primera vez, por no saber si sería capaz o si su cuerpo aguantaría.

´´Sexta trabajadera, fijador izquierdò«, ya tenía Juan su sitio al lado de sus hermanos.

Hermanos que fueron sus guías para que él llegase a ser un buen costalero y cofrade y quienes le hicieron sentir las procesiones, como premio a una labor bien hecha.

Todos a una, llegaron a ser su cirineo bajo la parihuela, le enseñaron todo lo que había que saber y sobre todo le enseñaron humildad y compasión por un hermano necesitado.

Pasó su primer ensayo, y desde ese instante, un solo pensamiento en su mente; ¡¡ que pasen rápidas las horas!!, pues no veía el momento de colocarse de nuevo ´´ La faja y el costal´´.

Ensayo trás ensayo, se acercaba ese momento por el que tanto se había trabajado, el ansiado miércoles santos.

Juan, persona luchadora, de gran carisma y buen talante, para la que no había metas imposibles, persona quizás implicada en extremo con su trabajo y en todo aquello que se propusiese hacer, exigía a su mente estar activa la mayor parte del día, viviendo en un continuo ajetreo, el cual en ocasiones, le debilitaba tanto física como psiquicamente.

Deportista consumado, se levantaba todos los días a las cinco de la mañana para ir a correr, antes de acudir al trabajo.

Loli, su esposa, con la que se había casado no hacía mucho tiempo, le advertía: ¡¡ Tienes que tomarte la vida con mas tranquilidad, si no, este ritmo que llevas te acabará pasando factura!!.

Y llegó, llegó y pasó el domingo de ramos y lunes santo y ya martes en su noche, a Juan le costó conciliar el sueño, pues aquello que tanto había deseado, estaba próximo a cumplirse. Los nervios le podían, paseaba arriba y abajo de la casa, consumiendo un cigarrillo trás otro, al final, el cansancio hizo mella en él y pudo dormirse.

Pocas horas de sueño más tarde, ¡¡ Ya está, llegó el dia!! Juan se levantó de la cama como alma que lleva el diablo, lo primero que hizo, fue asomarse a la ventana de su habitación y mirar al cielo, pues no hay nada que tema más un cofrade en estas fechas, que un dia de lluvia.

Pero no, el astro rey quiso ser benévolo y dejar un majestuoso dia para que los pasos con sus benditas imágenes, pudieran ser admiradas y veneradas por las calles del pueblo.

Juan salió de su casa, asegurandole a su esposa que no tardaría en volver, pues intención tenía de recogerse en la tranquilidad del hogar hasta llegada la hora, tan solo se iba a acercar al viñita para desayunar con Vicente y ya mismo estaría de vuelta.

Como así fue, Juan pasó la mañana sentado en una mecedora en el salón de su casa, conversando con Loli e intentando dominar al mismo tiempo, ese come come en el estómago de la primera vez.

Recibió con mucha ilusión y carño, una faja muy distinta a la suya, faja por la que sentía especial devoción, ya que fue llevada por su padre y su abuelo antes que él, y que esa mañana ambos depositaron en sus manos.

Faja con historia, faja blanca simbolo de pureza, aunque ya el paso del tiempo, apagó un poco su luminosidad. Juan la miraba absorto entre sus manos y para si decía…
¡¡Cuanto dolor no habrás aguantado, que de sentimientos y sufrimientos no habrás conocido y que de lagrimas no te habrán vertido!!.

La mar de bien, almorzó Juan ese dia, pues Loli hizo a conciencia un buen potaje de garbanzos con todos sus avios, para que cogiera fuerzas, pues luego, serían muchas las horas que pasarían, hasta que volviese a pegar bocado.

Cinco de la tarde, le llegó el momento de las vestiduras, no sin cierto nerviosismo que le entorpecía a la hora de atarse las zapatillas, ella al verle, se acercó para ayudarle, se colocó la camiseta con el escudo de su cofradía, el costal y la faja perfectamente enrrollados, como aún le sobraba tiempo, se sentaron a la mesa y juntos disfrutaron de ese cafelito a media tarde.

Loli, lo miraba embelesada, con orgullo, sabedora de lo que ese momento significaba para él, apuraron el café y levantandose para irse, Juan se abrazó a ella y con un beso se despidió hasta la madrugá; aunque iría viendola en los relevos durante la procesión, ya que era su intención, el ir detrás del paso hechando promesa.

A las seis y cuarto de la tarde, ya se hallaba Juan a las puertas de su hermandad junto a sus hermanos, momentos de relajación en forma y modo posible para aliviar la tensión de esos preliminares.

Juan miraba a todos y cada uno de ellos pensando para sus adentros, ¡¡ que grandisimas personas forman esta cuadrilla y que orgullo el pertenecer a ella!!

¡¡ Vicente, grita Juan!!, haz sonar pronto ese martillo, que este arde en deseos de sentir el peso de su virgen, que ya el pueblo se está hechando a la calle para ver a su señora y con profunda emoción gritarle;
¡¡Viva la Virgen de los Dolores!!.

En un momento, Juan se separa de sus hermanos y accede a la iglesia por la escalinata de atrás, los pasos ya se hallaban encarados hacía la puerta de salida del templo, con paso ceremonioso, se acercó hasta postrarse ante su Dolorosa… sin que saliese palabras de su boca, le ruega; ¡¡Madre ayudame, protegeme bajo la divinidad de tu manto y dame tu serenidad, que este que te habla, ya alcanzó la gloria, y como por poder puedo, grito a viva voz: ¡¡ Señora soy tu costalero!!.

Entre unas cosas y otras, por fin llegó la hora, Vicente ordena a la cuadrilla que se situe en las trabajaderas, al poco, el martillo suena, se oye la llamá…¡¡ Vamos con la reína al cielo!!, esta levantá se la vamos a dedicar al nuevo, se oye a Vicente decir… ¡¡ A esta és!!.

Su primera levantá oficial, momento solemne dificil de olvidar, ¡¡ Virgencita dame fuerzas!!, se decía, en esos instantes en los que uno se siente más cercano a lo divino.

¡¡Vamos de frente!!, les indica Vicente, y empezaron a patronear hacía la salída, en silencio, solo roto por el rachear de las zapatillas.

¡¡Derecha alante!! bueno está, ¡¡Poco a poco, que no hay prisa por guardarla!!.

¡¡Bueno, bueno, escucharme bién, vamos a demostrar a toda esa gente que está ahí fuera, lo que vale esta cuadrilla ¡estamos! hay que salvar el dintel de la puerta!!.

¡¡ Rodilla en tierra y nos vamos de frente!!, poco a poco mis valientes.

Salvado el dintel, la banda de música interpreta el himno nacional, la cuadrilla, a la orden de Vicente, levanta desde el suelo; aplausos, miradas de admiración, rezos y ese primer quejío de esa primera saeta, Juan, sin poder contener la emoción, lagrimas regaron su rostro.

Paso a paso se fue ganando la calle, Vicente se dirige a su cuadrilla; ¡¡Ya está fuera, ahora a disfrutar, a llevarla con auténtico fervor, como solo ustedes, saben hacerlo!!.

Agustín, un hermano ya veterano en el costal, a Juan le dió un consejo; ´´ tú siempre con la cabeza bién erguía y mirando palante´´ y no tengas prisa, que poquito a poco es como se va aprendiendo.

Juan, no cabía en si de gozo, el momento que tanto anhelaba, era ya una realidad,¡¡ Cuantas vigílias imaginando como sería!!,ahora que en sus carnes lo vivía, compungido iba, pues se había desbordado toda expectativa que tenía de esa primera vez.

Avanzaron por las distintas calles del pueblo, recibiendo el calor de su gente, que caía en ellos como un bálsamo mediante el cúal regeneraban fuerzas para seguir racheando.

Fueron pasando las horas, y el peso ya se iba acentuando en los costaleros, quizás Juan lo notase más que sus hermanos, se notaba muy cansado, hacía un rato, que le había parecido por un instante, que se mareaba y le faltase la respiración.

Pero es entonces, cuando un soplo de vitalidad te llega a través de esa voz amiga, familiar o anónima, que te empuja a seguir aferrándote a ese palo, para realizar el último esfuerzo por todos aquellos, que desde tempranas horas, se hechan a la calle para verte procesionar.

Logicamente, todo lo que empieza tiene que acabar, aunque a veces uno, desearía que no fuese asi.

Pasaban unos minutos de las dos de la madrugá, cuando en Juan se acrecentaba el sentimiento de la pena, al estar proximo a su fín, el que fué tan ansiado dia.

Apenas unos metros, separaba el paso de la entrada a la iglesia, un descansillo, y una vez más se oye la voz de Vicente… ¡¡ Oido, esta última levantá va por todos ustedes, mis valientes!! ¡¡ A esta és!!.

Nadie quería que ese instante acabase, chicotá eterna y la señora meciendose como núnca, para entrar muy lentamente de nuevo a su casa, se oyen aplausos y vítores de la gente y… señores, ¡¡AHÍ QUEÓ!!, sentencia Vicente.

¡¡ Ya estamos en casa Juan!!, le dice Agustín, otro miercoles glorioso que se acabó, ahora a esperar todo un año para volver a disfrutar de todo esto, una lástima no Juan…

¡¡ Quillo, no me oyes!!, pero que…¡¡ Juan estas bién!!, que te pasa hombre, estas blanco, ¡¡ dí algo!!, no sé, no… un dolor aquí… ¡¡ No veo Agustín!!.

¡¡ Juan, Juan, noooo, ayudaaaa!!

¡¡ Diós mío, que me pasa!! ¿ donde estoy?, no me puedo mover, lo intento pero no puedo, aunque me da la sensación de ir suspendido en el aire.

Estoy tumbado, quizás dormido y me halle soñando, no lo sé, ¿ me oye alguien?, nadie acude,¡¡ estoy solo!!
pero… ¿donde?, vago de un punto a otro de mi mente, intentando hallar una explicación a lo que sea que me ha venido, pero ella no me dice nada, está en blanco, como si no hubiese tenido existencia, ¡¡ ah!!, que sensación más mala, que pesar más angustioso, pero… ¿ como es posible ?, si no siento, ni padezco nada…

¡¡ Juan, Juan!!… por fin, si estoy aqui, ¿quién me llama?, ¡¡ pero que hago yo en este banco y de cara al altar mayor!!, y ¿ porqué estoy tán solo ?

¡¡ Juan, Juan, ahora si, es Loli la que me llama, ¡¡ pero su voz!!, su voz parece estar rota por el dolor y proviene de aquel grupo de gente que hay en la entrada y no distingo bién.

¿ Pero que está pasando aquí ? ¡¡ Ese grupo….!! Mis hermanos reunidos al lado del paso de la virgen, ¡ Eh!
¿ Que es lo que pasa ? ¿ Por qué no me habéis avisado ?, y ¿ Por qué no contestais ?, que os estoy hablando.

Pero… ¿ Por qué estais todos llorando ?, haber dejarme pasar…

¡¡ Oh Diós mío, no puede ser !!, ¿ Pero como es posible ?, si yo estoy aquí entre vosotros, ¿ Es que no me veis?, ¡¡ No, yo no soy ese, que está tumbado en el suelo y al que Vicente intenta reanimar!!

¡¡ Loli, no llores, si estoy aquí a tu lado, tu tampoco me ves!!

¡¡ Nooo, de nínguna manera!!, todavía no es mi hora. ¿ Por qué en este día, este costalero se tiene que despedir de su cuerpo?, ¡¡ Ese cuerpo, que sirvió para llevar bajo sus pies, a la Reina de los cielos!!.

¡¡ No, todavía no es mi hora, me queda mucho camino por andar!! y ante todo… ¡¡ Yo quiero seguir siendo costalero y poder colocarme de nuevo ´´ la faja y el costal´´!!

¡¡ Pues costalero me hicieron al nacer, por la sangre que me corre de aquellos que también lo fueron antes que yo!!

Más ya no podré, ¡¡ Oh, reverendísima Madre!! Pues esta fué…

¡¡ MI ÚLTIMA  LEVANTÁ!!

Gonzalo Lozano Curado

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