Mente viajera, sabiduría invaluable
Paulina Riffo Arriagada ( Colaboración desde Chile)
Máster en Pedagogía Hospitalaria
El ser humano, a lo largo de su vida, afronta distintas experiencias que le acompañan en su transitar desde su fase pre-natal hasta su edad de ancianidad, cada una de ellas marcadas e influenciadas por aspectos positivos y negativos, por situaciones que se van imprimiendo en su desarrollo y también en su deterior. Si bien, cada una de las etapas pueden mirarse y valorarse desde distintos ángulos, en nuestra realidad social, como consecuencia de lo vivido en el contexto de la Pandemia propia del COVID-19, ha sido la población de más avanzada edad quien ha estado en el tapete, principalmente, porque a nivel mundial se ha podido evidenciar que la población de mayor fragilidad está envejeciendo; entendiendo por fragilidad la coexistencia de ciertos procesos clínicos junto con la dependencia en las actividades diarias y en ciertos casos hasta la presencia de la necesidad de contar con un cuidador ( Castelblanque E, Albert Cuñat V. 2002).
La persona mayor se ha relegado a un estadio de baja valoración, muchos se encuentran en soledad, claramente esto es variable en cada contexto país, no obstante, frente a la situación Pandemia ellos fueron y siguen siendo prioridad mundial, puesto que hay una deuda social, moral y política de ir en pro de la visibilización de este grupo de la población a la cual hay que atender, apoyar, cuidar y por sobre todo respetar y valorar. ¿Resulta difícil ser una persona mayor en estos tiempos?, la sociedad evidencia que sí, dado que se trata de una población frágil e inestable, cuya salud física y emocional está en riesgo y que además es un grupo que está en aumento; en este contexto, en el año 2007 en la Revista Cubana de Salud Púbica (v.33 n.1) se reveló que en la década del 90 del siglo XX hubo un aumento de 700 millones de personas con más de 60 años y en el año 2018 sé público “Envejecimiento, personas mayores y Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible Perspectiva regional y de derechos humanos” en donde se expresa que en el año 2037 se alcanzará un hito de gran importancia, pues en dicho tiempo la proporción de la población de 60 años y más igualará a la menor de 15 años; dicho camino, también releva la heterogeneidad regional, es decir, tal como ya ha ocurrido en países como Cuba (2010) y Barbados (2015) quienes se encuentran en etapa de envejecimiento muy avanzada; se estima que en Chile y Uruguay suceda lo mismo después del 2025.
Si bien el envejecimiento es un proceso natural del ser humano, la calidad de vida con la cual se pueda enfrentar y disfrutar dicha etapa, depende de factores genéticos y ambientales, de las experiencias de vida que van marcando la trayectoria de cada persona. En este contexto, es importante compartir que hoy, a nivel mundial, se cuenta con otros dos instrumentos del área política que, desde el año 2002, guían la acción sobre el envejecimiento, uno de ellos es la Declaración Política y el Plan de Acción Internacional de Madrid sobre Envejecimiento y otro es Envejecimiento activo: un marco político, de la Organización Mundial de la Salud; ambos inscritos en el marco jurídico internacional de los derechos humanos. En ellos se releva la importancia de la población de más edad en cuanto a sus habilidades, experiencias y sabiduría; además, destacan lo valioso de contar con un buen estado de salud en esta etapa avanzada de la vida (60 años y más). Chile, país de Sudamérica en junio de 2019 presentó su Manual para la Inclusión de la Vejez y la Discapacidad en Acción Humanitaria, cuyo objetivo es incluir a la población de mayor edad en los distintos planes, programas, políticas relacionadas con emergencias y acción humanitaria; esto nació al alero de la necesidad de desarrollar mayor conciencia respecto de los riesgos que afectan a las personas mayores y a personas con discapacidad y cómo les impacta, pretendiendo, de este modo, mejorar significativamente los sistemas de alerta temprana, adoptar medidas preventivas y poder ir construyendo comunidades más resilientes.
La situación de nuestra población mayor se torna aún más atendible cuando nos encontramos con que a su fragilidad propia de sus años de vida, se suma alguna enfermedad crónica y/o degenerativa, ¿qué pasa con ellos en tales momentos?, cuando comienzan a requerir y/o depender de otro, de un cuidador. Astudillo (2008) define cuidador primario, como aquel queatiende en primera instancia a las necesidades físicas y emocionales de un enfermo; otros autores (Zabalegui A., Juano C., 2001) hablan de cuidador informal, definiéndolo como la persona que asume las principales tareas y responsabilidades de cuidar, sin percibir remuneraciones económicas, suele ser un familiar, amigo o vecino del paciente. Ser cuidador, implica un proceso que requiere de un tiempo de asimilación y de un “corazón” empático y bondadoso; quien se convierte en cuidador no siempre posee un lazo sanguíneo y/o vínculo familiar, muchas veces se trata de una persona a quien la vida le ha puesto en su camino a un ser que ha transitado por distintas etapas de su vida y que se encuentra en un estadio de vejez al cual, a veces, se le adiciona alguna enfermedad teniendo que depender de un “alguien” que le acompañe, cuide y le proporcione, a lo menos, los cuidados básicos de limpieza, higiene, comida, abrigo y protección. Así, convertirse en cuidador implica adaptaciones familiares, sociales y económicas; lo que conlleva el nacimiento de una sobrecarga. Una investigación exploratoria realizada por la Universidad de Panamá (2019) arrojó que los cuidadores de personas mayores con cuidados especiales tienen una sobrecarga de un 88% y solo un 12% de los cuidadores no presenta sobrecarga; entonces qué importante, resulta conocer el estado de salud y bienestar de los cuidadores, considerando que, además, van creando vínculos afectivos y esto hace que les afecte el ver como día a día la persona a la que acompañar responsablemente día a día se va deteriorando, y apagando como la luz de una vela.
En esta etapa de la vida, llamada por algunos: vejez, ancianidad, los años dorados, se va terminando de escribir una historia en la cual su protagonista (persona mayor) comienza a caminar a paso lento, a veces a desritmo, con pensamientos que viajan en el tiempo quizás trayendo al presente algunos recuerdos emotivos, tal vez pensando en un futuro incierto, evidenciado, en ocasiones una mirada pérdida, ¿quién sabe todo lo que en fracciones segundos puede pasar por aquella mente viajera?, pero siempre acompañada de sabidurías invaluables propias de las experiencias de vidas. Son ellos, quienes han dado vida a nuestra sociedad, han sentado los cimientos de las actuales generaciones que gozan aún de juventud.
Paulina Riffo Arriagada
Máster en Pedagogía Hospitalaria
Dedicada a mi mente viajera que ahora viaja junto a las estrellas “mi Carmencita”