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La diferencia entre lo sutil y lo vulgar

                                                no está más que en tu ignorancia (Tagore)

      Con los últimos cambios realizados en la escala de cargos en el gobierno, corre por las redes sociales la imagen y las palabras que meses atrás pronunció el Sr. Óscar López, que desde la dirección del gabinete de la Presidencia del gobierno ha pasado a ser ministro. Este flamante ministro en cierta ocasión dijo: “le voy a dar tres argumentaciones de peso, de mucho peso para votar el próximo domingo: uno tiene que ver con las pensiones; segundo, subsidio y ayudas de desempleo, y otro tiene que ver… el tercero ya se lo diré otro día”.

   Traen a colación esta anécdota con motivo de haberle nombrado ministro, pues lo consideran poco capacitado para el cargo, y le dan el nombre en tono despectivo de ¡vaya lumbrera! Desde mi punto de vista, aquel percance no demuestra que sea corto ni tampoco inteligente, sino sólo negligente, pues lo confió todo a la memoria, o tal vez no se había preparado suficientemente lo que tenía que decir en el mitin; también podría ser que quienes tenían que escucharle le iban a votar dijera lo que dijera, o por el contrario, no le votarían aunque fuera el numen de la oratoria. Por tanto, ¿Para qué esforzarse? ¿Quién no se ha quedado alguna o muchas veces en blanco? Son gajes del oficio. Pero en absoluto se puede dudar de sus capacidades para la política de hoy, y prueba evidente es que desde aquel lance ha ido escalando puestos.

    De incapacidad, de desgracia, de vergüenza y de humillación sí se puede tachar al Ministerio del Interior que con 82000 guardias Civiles, 74500 agentes de la Policía Nacional y 18700 Mossos de Esquadra, un fugado de la Justicia con orden de detención, se presentara en Barcelona diera un mitin y se volviera a fugar, a pesar de que estaban advertidos. Humillante.

   Estos acontecimientos me han hecho recordar lo que ocurrió a aquel filósofo y dialéctico de la Grecia antigua que se llamaba Diodoro, que inventó el arte de argumentar y, encontrándose en cierta ocasión en una reunión con otros filósofos y políticos, un tal Estilipón, gran orador, le hizo una pregunta y no supo contestarla. Fue tan grande la vergüenza que le acometió que a los pocos días se murió. Claro que eran otros tiempos. Hoy se puede hacer el ridículo y ni  siquiera se ruboriza, ni se dimite…

    Esto del Sr. Óscar López no tiene ninguna importancia, es simplemente una anécdota, graciosa si se quiere, que sólo sirve para reírse y para aprender a ser precavido. Sí tiene importancia lo que dijo la Sra. Ministra Portavoz y responsable de Educación, Sra. Mª Pilar Alegría cuando le preguntaron por la valoración de los méritos que concurrían en la elección de la Presidenta del Consejo del Poder Judicial y del supremo, enumeró tres motivos: “Mujer, progresista y catalana”. Y se quedó tan pancha y sonriendo.

   Si la presidencia del CGPJ contara sólo con ese mérito menudo papel podría hacer. Hoy nadie se plantea que cualquier profesión o cargo pueda desempeñarlo mejor ni peor que un hombre que una mujer. En cuanto al segundo mérito “progresista”, ¿Qué significa ser progresista? Quizá quiso decir que es de izquierdas. Pero que se sepa la Sra. Presidenta del CGPJ nunca se ha pronunciado ni en favor ni en contra del progresismo y tampoco ideología alguna. Por cierto, que en la toma de posesión que estuvo fantástica, dejó muy claro su imparcialidad, como tiene que ser. El tercer mérito sí que es de mucho peso: “es catalana”. ¿Qué tiene de más la mujer catalana que le falte a la mujer de otro lugar de España? ¿Cómo se habrá sentido la mujer vasca, gallega, la murciana, la andaluza, la mallorquina, la valenciana, la aragonesa, la madrileña…?

    La Sra. Dª Isabel Perelló elegida Presidenta del CGPJ tiene otros méritos profesionales, cargos y experiencia que son los motivos por los que ha sido elegida, pero no por los que la Sra. Ministra Portavoz del Gobierno ha enumerado, que en absoluto es ningún elogio, sino todo lo contrario. En ciertas ocasiones cuando no se sabe qué decir el mejor elogio es el silencio, y si además se quiere ser elegante, enarbolar una buena y sincera sonrisa. Pero claro, el buen sentido se tiene o no se tiene y tampoco se puede comprar ni tomar prestado.

   Me viene ahora a la cabeza lo que le ocurrió a aquella mujer soberbia, orgullosa, del libro de Ovidio “Las Metamorfosis”, Níobe, que fue castigada por la diosa Letona con la muerte de sus 7 hijos y  sus 7 hijas. Y fue tanta la pena y la vergüenza que quedó petrificada. En estos casos los que quedamos petrificados somos los que oímos a estos políticos.

JOSÉ ANTONIO BUSTOS      (20-9-2024)

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