LOS TRES MAGOS DE ORIENTE
Hermosa Estrella de Belén que viniendo de los espacios celestes descendió a la tierra y se posó en el portal para alumbrar al Niño Dios. Mítica Estrella que en su camino guió a los Reyes Magos hasta Belén para adorar al recién nacido y ofrecerle sus presentes: oro, incienso y mirra. Oro, como Rey. Incienso como Dios. Mirra, como Hombre.
Eso, al menos, dice la santa tradición. Hermosa tradición que ha hecho soñar a tantos niños a lo largo de la historia la noche del 5 de enero de cualquier año, en la víspera de Reyes, festividad de la Epifanía, ya que la iglesia también celebra el 6 de enero la fiesta de los Santos Reyes Magos. ¡Qué noche de ilusión! Y aquí meto a niños y puede que, incluso… a muchos mayores pues el corazón siempre es joven y también se alegra al recibir su regalo.
¡Qué vistosas las cabalgatas que en cada ciudad española se celebran! Como nota curiosa, la primera cabalgata que se celebró en España fue la muy famosa de Alcoy, en el año 1866, tradición que se extendió al resto del país incluyendo algunos países de cultura hispana.
Impresionantes carrozas engalanadas de guirnaldas, flores, luces de mil colores, cada una representando un motivo distinto y, sobre ellas, personajes ataviados con vistosos ropajes lanzando miles de caramelos para alborozo de los niños, y los menos niños, tratando de alcanzarlos. Y como apoteosis final, la aparición de las majestuosas carrozas portando a los Reyes con rica pompa y ceremonia haciendo las delicias de los pequeños.
Recuerdo, cuando era niña, aquellas genuinas cabalgatas que organizaban en mi querida Melilla con los tres Reyes montados en auténticos camellos, nada de carrozas. Mi preferido, Baltasar, era “de verdad”, no pintarrajeado de negro, caricatura ridícula del personaje que no engaña ni al más ingenuo de los niños. Esa noche, hasta creía verlos aparecer en mi habitación, como sombras silenciosas, y dejar los regalos bajo mi cama. El año que por fin me trajeron la muñeca Gisela –más bonita que la Mariquita Pérez, aunque no tan famosa-, me pareció un sueño. ¡Era casi más grande que yo! Aún la conservo como viva presencia de mi niñez.
Pero, ¿quiénes eran en realidad aquellos hombres? No eran reyes, por supuesto. Ni magos. Ni siquiera eran tres. Eran unos hombres sabios, nobles de nacimiento, ricos e influyentes, estudiosos de los astros e, incluso, consejeros de la realeza. Ellos habían estudiado las escrituras hebreas y supieron de la profecía de Daniel prediciendo la llegada del Mesías y sabían que su hora ya se acercaba.
La noche en que nació Jesús (que tampoco era una noche fría ni cubierta de nieve, puesto que en Palestina no nieva), los sabios divisaron una luz misteriosa que apareció en el cielo –un cometa probablemente-, que se volvió una estrella luminosa, y sabedores de los escritos sagrados, se pusieron en camino guiados por la estrella hasta llegar a Belén. Y, según la tradición, hicieron un alto en su camino ante el palacio del malvado rey Herodes, aquel rey envidioso de Jesús recién nacido, pensando que le arrebataría su trono y, por eso, mandó degollar a todos los niños menores de dos años. De ahí proviene el Día de los Santos Inocentes y las “inocentadas” que se dan ese día a los amigos.
En los Evangelios, sólo el de San Mateo hace mención de estos “magos”, sin precisar sus nombres ni el número de ellos. Más tarde, en el siglo III, se estableció que podrían ser reyes y en número de tres, ya que hasta entonces se los representaba como dos, tres, cuatro e, incluso, hasta doce, como los apóstoles y las doce Tribus de Israel. En cuanto a sus nombres, no se conocerían hasta el siglo VI en que aparecen por primera vez en el mosaico de San Apollinaire Nuovo, en Rávena, en el que ya vienen representados con ricos ropajes persas, distintas edades y con los nombres escritos sobre sus imágenes: Melchor, Gaspar y Baltasar. Sin embargo, el rey Baltasar, mi preferido, no aparece con su tez negra hasta el siglo XV. Se dice que, de este modo, se representaban a las tres razas de la Edad Media: europea, asiática y africana. Y los tres Reyes, en perfecta armonía y concordia, aunando a las mismas.
En España se inició la tradición de convertir la noche de Reyes a partir del siglo XIX. No se sabe, al menos yo no lo sé, de quién partió la feliz idea pero es una tradición que no debe desaparecer, así como la de montar belenes en las ciudades. Y digo esto porque, desgraciadamente, los están suprimiendo en bastantes localidades.
Y hasta aquí, lo que sabemos sobre los Reyes Magos, pero no necesitamos más. Con su aureola mítica y la ilusión con que los niños los han envuelto, se han convertido en personajes legendarios y, junto al Niño Dios, en protagonistas de nuestra Navidad, pese a ese “personaje” importado que nos han impuesto, que no tiene nada que ver con nuestra sagrada tradición. Antiguo muñeco color verde anunciando un refresco de cola, que luego vistieron de rojo, tratando de desplazar a nuestros entrañables Reyes Magos de Oriente.
Espero que, al paso que vamos, con los años no lo consigan y que podamos seguir celebrando ilusionados muchas noches de Reyes y los niños no olviden que a quien hemos de adorar es al Niño Jesús, protagonista absoluto de la Navidad.
En honor de los Reyes Magos incluyo este tierno poema naïf de Gloria Fuertes, la amiga de los niños. Poema que representaron un año mis pequeños alumnos de 1º, recitando de memoria sus versos y actuando como grandes “profesionales”.
EL CAMELLO COJITO
(Auto de los Reyes Magos)
El camello se pinchó
con un cardo en el camino
y el mecánico Melchor
le dio vino.
Baltasar fue a repostar
más allá del quinto pino…
E intranquilo el gran Melchor
consultaba su “Longinos”.
-¡No llegamos,
no llegamos
y el santo parto ha venido!
Son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido.
El camello cojeando
más medio muerto que vivo
va espeluchando su felpa
entre los troncos de olivo.
Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
-Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.
A la entrada de Belén
al camello le dio hipo.
¡Ay, qué tristeza tan grande
en su belfo y en su tipo!
Se iba cayendo la mirra
a lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba el bicho.
Y a las tantas ya del alba
-ya cantaban pajarillos-
los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.
-No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero, repitió el Niño.
A pie vuelven los tres reyes
cabizbajos y afligidos.
Mientras el camello echado
le hace cosquillas al Niño.
LA ESTRELLA Y EL NIÑO
Bajó una nueva estrella, un nuevo sol
nacido en el azul, obra de Dios,
para anunciar a todo el universo
la llegada al mundo del Mesías.
El nacimiento de un Niño Redentor.
El pequeño Jesús, desde su cuna,
entreabrió los ojos y miró a la estrella.
Y sonriendo le dijo agradecido:
Tu luz brillará por siempre junto a mí
luciendo en el portal eternamente.
Y el Niño-Dios, feliz desde el pesebre,
iluminado por la luz divina
que envió su Padre desde el cielo,
con sus santas manitas bendecía
a su querida Estrella del Oriente.
Feliz año 2018. Vuestra amiga Carmen Carrasco
Eres maravillosa, ¡Que preciosidad!
Deseo para ti de todo corazón un feliz año 2018, repleto de salud y grandes éxitos
¡LO MERECES!
Un abrazo y mi sincero cariño.
Marisi
Gracia, amigos Marisi y José, modélicas personas, para ejemplo de todos. B
esets.