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LOS NIÑOS DE RUSIA (1ª Parte)

Sin duda uno de los exilios más estudiados, ha sido el de los cerca de tres mil niños españoles que fueron evacuados en cuatro expediciones a tierras rusa.

La intervención alemana e italiana, en la guerra civil a favor Del bando nacional, fue contrarrestada por la Unión Soviética con el envío de armas y de asesores políticos y militares en apoyo del gobierno republicano.

Sin embargo, en el transcurso de la contienda, la preocupación de las autoridades del bando republicano se dirigió al sector de la población más indefensa; los niños.

En septiembre de 1936, la secretaría de la internacional comunista, preocupada por el rumbo de los acontecimientos en la guerra, remite una carta al jefe del estado soviético en la que se le solicita autorización para que los niños puedan ser evacuados a la URSS. Al mismo tiempo, en la prensa soviética se hacen llamamientos para que la población se solidarice con los menores españoles e incluso editoriales soviéticos sugerían la posibilidad de evacuar a los niños españoles que residían en las zonas de combates. Sin embargo, una vez más, son los bombardeos de la aviación alemana sobre la población civil en el frente norte en la primavera de 1937, los que dan lugar al gobierno soviético a considerar que ha llegado el momento de salvar a los niños españoles de una muerte casi segura.

Con el claro objetivo de alejar a los menores de los frentes bélicos, las autoridades soviéticas en colaboración con las españolas, organizan cuatro expediciones en las que se trasladan a la unión Soviética aproximadamente cerca de tres mil niños, de edades comprendidas entre los cinco y los doce años, procedentes en su mayor parte del País Vasco, Asturias y Cantabria.

Los pequeños fueron acompañados en todo momento por personal educativo y asistencial.

Sin embargo, la regla oficial respecto a las edades, no se cumplía en muchas ocasiones. Algunos padres, cambiaban la edad de sus hijos mayores a la baja, para que acompañaran en el viaje a sus hermanos pequeños.

Antes de la que se consideró como la primera expedición a la Unión Soviética, la que partió de Valencia el 21 de Marzo de 1937, existió otra de la que se conservaron pocos datos y testimonio.

Cuatro días antes, salió del puerto de Cartagena rumbo a Odessa (Ucrania), un pequeño grupo de veintiún niños en el buque Gran Canaria. Eran hijos de pilotos republicanos y de oficiales del partido comunista español, entre los que iba Amaya, la hija de Dolores Ibárruri.

Como es sabido, el día 21 de Marzo, partió del puerto de Valencia, el mercante Cabo de Palos con un grupo de 72 niños con destino al puerto de Yalta, donde llegarían el día 28.

Cincuenta de estos niños, procedían de Madrid y habían sido desplazados, en un primer momento, a la zona mediterránea, el resto de los componentes son valencianos y alicantinos, aunque también había niños de Málaga y Almería. Aquel primer grupo fue llevado a un campamento de verano de la localidad de Artek, en Crimea, a orillas del mar negro, mientras terminaban de habilitar los recintos donde luego vivirían los pequeños. En el mes de agosto, los niños eran trasladados hasta Moscú, donde ya estaba preparada la primera casa que albergaría a los menores españoles, y que sería conocida con el nombre de la pequeña España.

Una segunda expedición se organizaría para el mes de mayo de ese mismo año, ante el recrudecimiento de la ofensiva franquista en el frente norte.

Desde distintos puntos del país vasco, los niños llegaban en camiones hasta el puerto de Santurce, donde guardaban que se hiciera de noche, protegidos por cazas rusos.

El transatlántico Habana, salió de Santurce en la madrugada del día 13 de junio con alrededor de 4.500 niños a bordo, cuando la situación en Bilbao ya era extrema y estaba a punto de ser invadida por los nacionales. Cuando llegaron al puerto de Burdeos en Francia, un grupo de 1495 niños, en su mayoría vascos, fueron trasladados a otro barco, el buque francés Sontay con destino a la Unión Soviética, los niños fueron acompañados por profesores, educadores, personal de asistencia y dos médicos.

El Sontay fue alquilado por las autoridades republicanas para que trasladaran a los pequeños hasta Leningrado.

Una tercera expedición partiría del puerto de el musol, en Gijón, el 24 de septiembre de 1937 con 1.100 niños a bordo, tras efectuar varias escalas y cambio de barco, el grupo llegaría al puerto de Leningrado el 4 de octubre en dos barcos soviéticos; el kooperatsia y el Felix Dzerzhisky.

La última expedición con destino a la unión soviética, se organizaría a finales de octubre de 1938.

Varios grupos de niños llegados a Barcelona desde distintos puntos de Aragón y de la zona mediterránea, cruzarían la frontera pirenaica en autobús.

Ya una vez en territorio francés, los pequeños serian conducidos en tren hasta el puerto de L´Havre, donde les esperarían dos buques soviéticos, uno transportaría a 74 de estos pequeños hasta el puerto de Leningrado. Unos meses más tarde, el 6 de diciembre, el otro buque se encargaría de llevar a los 117 niños restantes, hasta la misma ciudad.

Pese a la gran distancia que los separaría de sus hijos, los padres consideraron que enviarlos a la Unión Soviética, era lo mejor que podían hacer en ese momento para alejarlos de los bombardeos, el hombre y la guerra.

Nunca pensaron ellos, que la separación duraría tanto tiempo, pero por otro lado están tranquilos pensando que sus hijos van al país que mejor representa los ideales por los que ellos están luchando. Una niña; Juana García, cuenta los motivos que llevó a su madre a enviarla a la Unión Soviética: “Mi madre nos mandó a Rusia porque ella era consciente de a dónde nos mandaba, porque era del partido comunista, tenía muy claro a qué país íbamos, estaba de algún modo tranquila, pero claro, pensando que nosotros volveríamos muy pronto.

Me acuerdo cuando teníamos que embarcar ya en el barco, y yo no me quería ir, ella me convenció; no, vete, que pronto vas a volver y además allí vas a ser una persona… y así nos fuimos.

UN MAR DE LÁGRIMAS.

 

La sensación de que estaban haciendo lo mejor para sus hijos, no impedía que, al despedirse de ellos, sus rostros se llenaran de lágrimas. Otra niña años después, también plasmaría su experiencia: En el verano de 1937, aquella salida del puerto de Santurce, en el muelle quedaban los padres, el, conteniendo a duras penas el desaliento, la consternación, las lágrimas y la pobre madre, llorando en el mayor de los desasosiegos.

El buque comenzó a navegar, Lara se refugió con su hermano en un rincón de la proa, lejos del bullicio y aturdimiento general.

Al caer la noche, los dos, presas del pánico y la fatiga, rompieron a llorar amargamente.

Llegaron a un puerto francés y les hicieron cambiar a todos de barco, ¿Cuánto duró la travesía? Lara recordaba vagamente que un pequeño grupo de niños, había ideado un plan que consistía en ocultarse dentro de unos barriles para poder regresar a España.

En cuanto llegaron a aguas territoriales soviéticas, les salió al encuentro un navío ruso y su situación cambió milagrosamente, allí encontraron confort, calor, cariño y esperanza.

Isabel tampoco ha podido olvidar el rostro desencajado de su padre, llorando como un niño al despedirse de ella en el muelle de El Musel; llegamos al puerto y allí nos esperaba nuestro padre que había venido a despedirnos, estaba muy triste y lloraba mucho, jamás vi a mi padre, por dura que fuese nuestra vida, derramar una lagrima, su carácter era muy duro y ni la muerte de su madre y la nuestra, le conmovieron tanto como nuestra partida.

Nos decía; tengo el presentimiento de que os veo por última vez, que os pierdo para siempre.

Gonzalo Lozano Curado

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