LOS GESTOS DESCUBREN EL ALMA
En estos primeros días de este triste diciembre presencié un espectáculo curioso y sorprendente en una placeta de Granada. Al pasar por allí vi un pequeño grupo de personas que escuchaban a un hombre subido en una especie de escenario que había hecho bajando la puerta trasera de una furgoneta. Junto a él estaba una mujer y de fondo un cartel que anunciaba la asociación para la que solicitaba la ayuda para las navidades. Me uní al grupo para escuchar lo que aquel hombre decía, y sus palabras, su tono y su énfasis me parecieron muy convincentes y muy derechas para llegar al corazón y de éste al bolsillo de los oyentes. A mi lado había un hombre de unos 70 años que por su aspecto exterior, “por su pinta” como suele decirse, me pareció un campesino o paleto de cualquier pueblo. De pronto, este hombre comenzó a decir con voz suficientemente alta para que yo lo oyera:”¡ese hombre es malo, es un farsante!” Le pregunté si lo conocía y me contestó que no antes de ahora. Hice un gesto de desaprobación, pero él sin dejar de mirar al que hablaba desde la furgoneta murmuró en voz alta pero dirigiéndose a mí: “¿pero es que no ve su cara, su mirada”?. Y sin decir nada más se fue.
Por simple curiosidad me quedé allí escuchando a aquel hombre de aparente filantropía, pero ahora observando su cara su mirada y otros gestos. Efectivamente, observé algo extraño, quizás influenciado por lo que me había dicho aquel campesino, pero que no supe interpretar.
Estando en esto me vino a la memoria lo que había leído en una narración del escritor francés Stendhal, que decía de uno de sus personajes que Dios le había castigado sacando a su exterior, en su cara y en su cuerpo la maldad, la vileza, la escoria de su alma para que todos pudieran verla.
Ortega y Gasset en el “Espectador” abunda también en este tema y dice que el “hombre exterior está habitado por un hombre interior. Este hombre interior con todas sus maldades y vilezas sería lo que aquel campesino vería a través de los gestos de la cara y la mirada de aquel hombre de aparente amor desinteresado al prójimo.
Para el insigne médico D. Gregorio Marañón los gestos humanos tienen una importancia capital porque expresan las pasiones, las emociones y los sentimientos a través de la cara, las manos y el cuerpo. Los gestos tienen tanta fuerza como las palabras. En su ensayo “Psicología del gesto” aporta esta anécdota: “un actor de variedades pronunciaba tres oraciones: una arrebatando a un público de obreros; otra, elogiando en un pésame la memoria de un muerto ilustre; otra, deseándole felicidad a unos recién casados. Y decía siempre las mismas palabras: sólo variaba el tono y el gesto”.
Volviendo a ese “hombre interior” que todos llevamos, Ortega continúa:”esa parte moral y emocional que llamamos alma es quien desea, ama, odia, se alegra y compunge, sueña e imagina”. La puerta del alma puede estar abierta o cerrada bien hacia dentro o hacia fuera. Si está cerrada hacia fuera no le afecta nada de lo que ocurre en el exterior, son insensibles y egoístas. De estas personas se suele decir que tienen el alma “seca” o que va con el alma sorda y ciega, que tiene el alma parada o de cántaro…esta clase de alma está ahora muy clara en la oposición política de los partidos; lo más malo es tener el “alma atravesada”, llena de odios, envidias y otras cosas por el estilo; “alma de caballo” es no tener escrúpulos y ser capaz de cometer todas las maldades y vilezas; y otra más, “alma de negocio”. Esta clase de alma es hoy multitud y no es necesario explicaiones.
No está al alcance de todos el poder ver el alma, pero sí es más fácil el saber dónde la tiene. En los “Diálogos” del escritor francés Voltaire aparece un personaje, el fraile Gondinan que dice que si el pavo real pudiera hablar diría que tiene alma y que ese alma estaba en su cola. También es fácil deducir dónde tenía D. Juan Tenorio el alma, y Hitler, Lenin…
Lamento haber perdido la oportunidad de preguntarle a aquel campesino que descubrió el alma del filantrópico hombre que pedía para una obra de caridad, y supo ver su alma a través de sus gestos y su mirada; también le hubiera preguntado por estas personas que todos los días las tenemos en las pantallas de televisión y de una forma intensa inciden fuertemente en nuestras vidas. Por ejemplo, le hubiera preguntado qué veía a través de la mirada y de los gestos de nuestro apolíneo Presidente del Gobierno, cómo es y dónde tiene su alma cuando nos dice que las medidas tomadas por su gobierno han salvado miles de vidas de la muerte por coronavirus, que la economía va viento en popa y que no van a dejar atrás a nadie; y también le hubiera preguntado por el Vicepresidente qué veía en su mirada, en sus gestos, en sus andares, en su coleta y en su moño cuando nos habla de libertad e igualdad; en la cara de entusiasmo del Sr. Ministro de Sanidad, transmitiéndonos esperanza y seguridad ante la pandemia; en la cara inteligente del sabio Dr. Simón y su comité de expertos contándonos la evolución de la pandemia y el número de muertos y contagiados… y algunos otros que con el motivo del coronavirus tenemos que aguantar continuamente sus caras, sus gestos y sus palabras vacías, confusas, engañosas.
En mi caso, como no soy un experto en fisiognomía (el lenguaje de los gestos) y como las palabras hoy carecen de valor que sería otra vía para conocer y saber por dónde anda el alma, por eso me agarro a lo que más fiabilidad me ofrece que son aquellas palabras pronunciadas hace dos mil años en la frase evangélica: “Por sus frutos los conoceréis”.
ROGELIO BUSTOS ALMENDROS