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“Llamados a ser luz”

En Llamados a ser luz, Carmen Corral nos invita a descubrir la santidad cotidiana: esa que nace del amor sencillo, del silencio y de los gestos humildes. Un poema espiritual y luminoso que recuerda que todos estamos llamados a “hacer el cielo en la tierra”.

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Noviembre es el mes en que recordamos a todos los santos y fieles difuntos, aquellos que vivieron con fe y amor, y nos dejaron el ejemplo de una vida entregada a Dios. Pero también es tiempo de mirar alrededor y reconocer a los “santos de la puerta de al lado”, como los llama el papa Francisco: personas sencillas que, con gestos cotidianos, hacen presente el amor de Cristo.

Este poema es una invitación a descubrir que la santidad no es una meta lejana, sino un camino posible para todos, una forma de “hacer el cielo en la tierra”, como decía Fernando Rielo.

“Llamados a ser luz”

No nacen santos del aplauso,

sino del silencio y la cruz.

De quien ama en lo oculto,

de quien ofrece su luz.

Ser santo no es ser perfecto,

es dejar que Cristo viva en ti;

morir al yo de cada día,

para resucitar en Él al fin.

Hay quien piensa que la santidad

es solo cosa de altares,

pero el cielo se edifica

en los gestos más familiares.

El Papa nos lo recuerda:

“Todos estamos llamados a la santidad”,

no en cosas grandes o remotas,

sino en amar con humildad.

Ser santo es andar despierto,

con el alma abierta y tierna,

y —como dijo Fernando Rielo—

“hacer el cielo en la tierra.”

Los santos no son pasado,

son el pulso del Amor eterno;

rostros humanos, corazones de cielo,

que nos enseñan el Reino.

Y mientras sus nombres resuenan

entre incienso, flores y oraciones,

Dios sigue llamando en silencio

a nuevas generaciones.

Carmen Corral

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