Libro recomendado «4º Certamen Internacional de Relato Corto Escritor: “Rogelio Garrido Montañana” Primer Premio Carmen Carrasco Ramos»
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Prólogo
“Por sus frutos los conoceréis”. Esta frase evangélica pronunciada por Jesús hace 2000 años allá en tierras de Israel, con el paso del tiempo va subiendo de valor. Fue una advertencia contra los hipócritas, los falsos profetas, contra las equívocas apariencias y contra todo lo malo que nos lo quieren vender como bueno.
Conocí a Carmen Carrasco Ramos hace cuatro años a través de la lectura de su libro “El diario de Yasmín” en el que relata con una especial y elevada ternura, la vida junto a ella de su perrita Yasmín y el sentido dolor y soledad que le embargó tras su muerte. Libro en defensa de los animales por el cual fue nombrada Primer Miembro de Honor de ARCADYS (Asociación para la Defensa y Respeto de los Animales Domésticos y Salvajes), que leí varias veces porque siempre encontraba algo nuevo en cada lectura. Más adelante tuve el honor de presentarlo en Valencia. A partir de entonces ha sido continua nuestra relación por medio de la lectura de sus poemas, de sus libros y de los frecuentes encuentros culturales organizados por Granada Costa. (Debo apuntar también que a raíz de la lectura de “El Diario de Yasmín” dejé de comer foi-gras al conocer la crueldad a la que se sometía a los animales para obtener este producto).
Así poco a poco he podido comprobar por sus escritos y por sus comportamientos, que sus frutos son buenos, por tanto retratan su personalidad. Es una mujer de una inteligencia despierta, culta e imaginativa que estaba destinada, entre otras cosas, a ser escritora y poetisa, pues con esas cualidades y su gran riqueza interior, son fuerzas que obligan a dar forma a las ideas.
Carmen es contempladora de la Naturaleza a la que conoce, comprende y ama. Ama a los animales, a las aves, tanto, que como San Francisco puede decir: hermano lobo, hermano perro, hermano gato… Ama a las plantas y piensa como Dostoyevski: “No entiendo cómo se puede pasar a la vera de un árbol sin sentirse feliz”. Estos amores han dejado una profunda huella en su alma que luego refleja en su vida, en sus libros y en sus poemas. Ella sabe bien que para ser feliz es imprescindible estar en armonía con el Universo. Por eso para comprender sus obras, sus frutos, se necesita tener una sensibilidad especial porque están llenos de afectos, de ternuras, de sugerencias; no son para espíritus vulgares.
Carmen Carrasco nació en Melilla, ciudad a la que ama profundamente, y allí estudió Magisterio. Ejerció la enseñanza en diversos lugares de la geografía española, Jaca, Sevilla, Valencia, donde ya se quedó a vivir. Pero su espíritu inquieto y viajero le impulsó a hacer un recorrido por el mundo con los ojos muy abiertos y observando con todos los sentidos muy atentos todo cuanto ocurría en su entorno, empapándose de las diferentes culturas y religiones almacenando en su memoria y en su alma infinidad de vivencias, emociones, sentimientos e ideas que, recordando a Bécquer, esperan en su cerebro “acurrucados y desnudos”, el momento de vestirlos con las mejores palabras.
Los escritos de Carmen atraen y conmueven, pues además de belleza literaria, es un alto ejemplo de amor a la humanidad, a los animales, a las plantas y a todo cuanto existe en el Universo. Después de su lectura nadie queda indiferente porque todos llevan un mensaje, un toque de atención a nuestra conciencia; es reencontrarse con alguna verdad dormida, olvidada, o tal vez nueva, es una invitación a la reflexión y siempre un escaparate abierto a la cultura, pues no en vano a sus numerosos premios ha unido este año 2016 el de “Amiga Dilecta de El Paraguay”.
Las ocho narraciones que forman este último libro, “Una mala jugada”, Primer Premio de Relato Corto “ESCRITOR ROGELIO GARRIDO MONTAÑANA”, convocado por Granada Costa están enlazadas por un hilo conductor y se desarrollan en distintas e importantes ciudades del mundo que Carmen ha visitado. Tres de ellas han sido premiadas en distintos certámenes y, además, el libro viene ilustrado por composiciones fotográficas acordes con el contenido de cada relato. Un alarde de imaginación realizado por su sobrina Carmina Andrés. En estos relatos hay como un rayo de luz que se proyecta en todas las cosas, llevan sabiduría y siempre nos descubren algo original, están rebosantes de interés y amasadas con esa ternura que casi siempre es la semilla de la sonrisa, y además impregnadas de apasionante misterio. De estas narraciones que podrían llamarse “extraordinarias”, si no tuviera más remedio que escoger una, me quedaría con ÉLOÏSE. La razón es simple: conozco tristes casos reales en los que ha ocurrido lo que en ella se cuenta. En esta narración, Carmen nos sorprende por la facilidad con que nos describe situaciones complicadas y ambiguas penetrando con hondura en el mundo psicológico de los personajes arrastrados, sin poderlo evitar, a ser juguetes de un destino adverso que les persigue.
Sus lectores apreciarán que es una obra literaria de singular mérito y sabrán ver su interés simbólico y la calidad del relato. En cuanto a la técnica, es un modelo clásico del género: brevedad, intensidad descriptiva y desenlace imprevisto. En cuanto al estilo su principal característica es la sencillez y la claridad. Pocas palabras, las justas, nada de palabras solemnes, altisonantes y vacuas, ni frases rimbombantes ni adornos innecesarios que casi siempre embrollan la comprensión y que en palabras de Azorín se llama “hinchazón”. El estilo de Carmen es la sencillez, el ir directamente a las cosas y eso es arte.
Son muchos los dones artísticos con los que ha sido agraciada Carmen Carrasco. La hemos visto también actuar como actriz interpretando a una dama del Romanticismo con elegancia y altivez, y a una seráfica monja, santa Teresa; dos interpretaciones opuestas, pero siempre con la dignidad exigida. Y es que, una mujer como Carmen, puede ser lo que quiera, puede dar las notas más altas en cualquier concierto. Su lema podría ser éste: Que todo gire en torno al amor y a la belleza, que la vida sea alegre y la muerte esperanzadora como el esplendor de la muerte del sol en las tardes mejores.
Rogelio Bustos Almendros