Las Sinsombrero
1ªParte
En el año 1914 surgió un grupo de mujeres que lucharon con valentía, coraje, inteligencia y determinación por los derechos de la mujer en una España que las condenaba a la mediocridad. Su legado permitió que pocos años después sus alumnas más aventajadas (1927) se liberaran del corsé, no sólo de la prenda, sino también del “corsé” intelectual y social que las constreñía a su papel de madres y esposas, participando sin complejos de la vida intelectual y cultural de la España de los años 20 y 30. Su incesante lucha y su talento, hizo que juntas se convirtieran en la generación de pensadoras y artistas féminas más importantes e influyentes de la historia cultural española. Los nombres y apellidos que nutren este interesantísimo grupo es una mezcla de maestras y alumnas, pertenecientes a las denominadas generaciones del 14 y 27. No hubieran podido existir unas sin las otras, ya que a diferencia de los hombres, su lucha por la igualdad las unía, compartiendo espacios, ideas, vivencias y procesos creativos. Victoria Kent, Margarita Nelken, María de Maeztu, Clara Campoamor, María Lejárraga, María Goyri y Carmen Baroja, entre otras fueron ejes centrales de toda una conciencia femenina que devolvía a la mujer la palabra y la dignidad; fueron maestras, amigas y protectoras directas de María Teresa León, Concha Méndez, Maruja Mallo, Ernestina de Champourcín, Margarita Gil Röesset, María Zambrano, Ángeles Santos, Josefina de la Torre y Remedios Varó. La interrupción de la Guerra Civil supuso el fin de esos años de creatividad y libertad. La mayoría de ellas tuvo que exiliarse, o quedarse y aceptar de nuevo el rol de la mujer en una España que las acallaba. No hubo intercambio generacional, no había más lugares donde encontrarse, su arte ya no se mostraba. Su voz fue silenciada, su memoria olvidada. Reconstituida la democracia, los nombres de sus colegas masculinos, miembros de la Edad de Plata, fueron recuperados y ensalzados, mientras que los de estas mujeres permanecieron en silencio, perdiendo su lugar, de pleno derecho, dentro del relato oficial de tan importante época histórica.
El presente artículo pretende abarcar la inclusión de la perspectiva de género para destacar el primordial papel de la mujer, que lo libre de la visión androcéntrica de la cultura en el primer tercio del S.XX. Esta perspectiva de género trata de igualar a las mujeres, para que dejen de ser invisibles en la G del 27 en cualquier trabajo artístico. Es curioso como, en casi todos los ámbitos, las mujeres y su situación y vivencias son obviadas, a pesar de ser compartidas con los hombres de la generación. El silencio es tal que ni siquiera la misoginia reflejada en la historia de la literatura se pone de relieve, invisibilizándose de ese modo verdaderas agresiones que no se justifican sino en la más absoluta ideología patriarcal de los hombres autores, que las apartaron de los manuales de historia o de literatura.
Sin embargo, en un mundo como el de hoy, la mujer en la literatura ya aparece con las mismas oportunidades y con la misma importancia en la creación artística.
Entonces»¿Por qué no podremos ser nosotras sencillamente sin más, no tener nombre, ni tierra, no ser de nadie ni nada, ser nuestras, como son blancos los poemas y azules los lirios?», escribía Ernestina de Champourcín a Carmen Conde el verano de 1928. Probablemente no podrán citar ni una sola de las obras de estas autoras ni les pongan cara. Incluso es posible que nunca hayan escuchado sus nombres, a pesar de que los poemas de la primera, por tomarla como ejemplo, fueron incluidos en la antología de Poesía española contemporánea de Gerardo Diego de 1934 junto a otros artistas que de seguro les sonarán: Luis Cernuda, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre o Pedro Salinas.
Aunque es posible que aún no lo sepa, todos -ellos y ellas- son artistas de la Generación del 27. Convivieron en el espacio y en el tiempo, compartieron amistad, se influyeron mutuamente y fueron condenados al exilio. La obra de ellos volvió, se reconoció y se incluyó en los libros de texto, algo así como el instrumento de la historia oficial para perpetuarse. Los nombres de ellas siguen, 89 años después, sin formar parte de la nómina de creadores que les pertenece. Sus creaciones se borraron o en el mejor de los casos se apartaron, según Tania Balló que se ha empeñado en reescribir parte de la historia de Las Sinsombrero que son todas las mujeres que tomaron la decisión de irrumpir en un mundo tan masculinizado como el arte y en un modelo cultural que las relegaba a la sección femenina o, como mucho, al arte para mujeres. El término para denominar a todas las artistas del 27, ya existía en la época y responde a un gesto muy simbólico de quitarse el sombrero en público que protagonizaron Maruja Mallo con Margarita Manso, Salvador Dalí y Federico García Lorca en la Puerta del Sol. «Nos apedrearon llamándonos de todo», relata la misma Mallo en una entrevista tras volver del exilio…
2ª Parte
Aunque no les suene de nada, la pintora Maruja Mayo influyó y fue influida por su compañero Dalí en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En el exilio se codeó con Pablo Picasso, o Gabriel Miró y fue referente surrealista en Nueva York. Murió en España sin un ápice de reconocimiento, atormentada por el olvido. Según Tania Balló, creadora del proyecto “Las Sinsombrero”, posiblemente en todos los momentos de su vida las artistas fueron muy conscientes de que la permanencia de su legado artístico iba a ser complicada, a pesar de que algunas como la editora Concha Méndez, iba a ser pareja de Luis Buñuel durante siete años.
Apenas las recuerdan tampoco sus propios compañeros de generación, en esa sociedad machista donde las mujeres estaban predestinadas a ser madres y esposas. Ellos las aceptan pero nadie dice nada porque no las reclaman. La tarea de reivindicarlas o verlas, en cierto modo está en una obra de la biografía lorquiana oficial del poeta granadino en la que se mencionan repetidamente varios nombres de mujeres. Ésta es una razón incomprensible entre tantas otras más, e inadmisible que en la lista de artistas de la generación del 27 no apareciera ni una sola mujer. Precisamente, ya es hora de dejarle el espacio que les pertenece y explicar la participación y presencia de las artistas en el en la tendencia estética, o movimiento literario. Reclamar a Las Sinsombrero:
Ernestina de Champourcín (poeta), Concha Méndez (poeta y editora), Josefina de la Torre (poeta, escritora, cantante y actriz), María Teresa León (escritora), Carmen Conde (escritora y maestra), Rosa Chacel (novelista) y María Zambrano (filósofa). Las artistas Maruja Mallo (pintora), María Blanchard (pintora), Ángeles Santos (pintora y artista gráfica) y Marga Gil Roesset que destacaría tanto en poesía como en artes plásticas (escultura, pintura y artes gráficas) nos reconcilia con el patrimonio cultural y sobre todo con su propia memoria histórica. De ahí la importancia de su recuperación.Así se recupera la memoria y los avatares de varias mujeres, artistas y pensadoras de la generación del 27, cuyo legado resulta determinante en la historia de nuestro país, al igual que el de sus compañeros pertenecientes a esa ineludible generación poética de plata.
Mujeres que se quitaron el sombrero, porque se sentían igual que sus compañeros, participando sin complejos en la vida intelectual española entre los años veinte y treinta.
Entre ellas destacan escritoras, artistas plásticas, dramaturgas y pensadoras. Mujeres libres, apasionantes y rompedoras también en sus vidas privadas, que anticiparon la libertad en igualdad.
Por tanto, la historia merece ser contada entera, porque hubo mujeres que irrumpieron en el escenario artístico, político y social en la España de 1920 y 1930, con un papel de igual relevancia si cabe. Sin embargo, no será hasta la llegada del Gobierno de la II República en la que alcanzarán su igualdad como ciudadanas. Fueron mujeres libres y con gran talento que no tenían nada que envidiar a sus compañeros masculinos. Relacionadas con el grupo poético del 27, independientemente de que se dedicasen a la literatura o no. Mujeres protagonistas que en cierto modo no se deben olvidar cuando hablamos del mismo, como otras personalidades más de la época que fueron esenciales y relevantes para el mundo cultural, la formación y trayectoria del grupo como Salvador Dalí, Luis Buñuel, José Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez etc.
De Ernestina de Champourcín destacamos que desde niña tuvo una clara vocación poética, desde joven, con veintiún años publicó su primer poemario, con una línea intimista que nunca abandonaría durante su larga carrera como poetisa. Cuando se inició la Guerra Civil empezó a trabajar como enfermera, hecho que le causó un gran impacto y que influyó en toda su obra posterior. Finalmente se exilió con su marido Juan José Domenchina a Toulouse, París y México. No regresó a España hasta el año 1973. Pasados los noventa años todavía seguía publicando, pero siempre entre «la vagancia y la vaguedad» y lejos del tumulto literario. En 1992 fue candidata al premio Príncipe de Asturias. Véase como parte de un poema representativo:
«No quiero saber nada…
Ni de esa luz incierta
que retrocede vaga
ni de esa nube limpia
con perfiles de cuento.
Tampoco del magnolio
que quizá aún perfume
con su nieve insistente…
No saber, no soñar,
pero inventarlo todo.»
De Marga Gil Roësset destacamos que fue una joven de extraordinario talento para la plástica y la poesía, una niña prodigio que a los 24 años ya empezaba a ser conocida como escultora e ilustradora, nacional e internacionalmente. Su explosión como artista se desbordó cuando conoció al matrimonio formado por Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, que la presentaron al mundo intelectual y con el que mantuvo una estrecha relación creativa y personal. Pero en julio de 1932, previa destrucción de casi toda su maravillosa obra artística, decidió quitarse la vida. Sus últimos meses de vida fueron los más productivos creativamente. Su hermana Consuelo pudo salvar algunas de sus obras, entre ellas un diario personal que escribió una semana antes de quitarse la vida, y que resultó ser su mejor poemario. Los motivos de su suicidio permanecieron ocultos (al igual que su talento como artista) durante décadas, hasta bien entrados los años ochenta. Actualmente sigue siendo una artista olvidada.
Como ejemplo ilustrativo, obsérvese este fragmento significativo : «Y es que… Ya no quiero vivir sin ti… no… ya no puedo vivir sin ti… tú, como sí puedes vivir sin mí… debes vivir sin mí… Si tú no pudieras vivir sin mí, no sobraría, pero como sobro, lo mejor es irme…Y como sin ti… es que ni quiero, ni me importa nada… lo mejor es morirme…»
De Concha Méndez diremos que formó, junto a Maruja Mallo y Margarita Manso, el grupo de mujeres más afín, intelectual y anímicamente, a los hombres de la Generación del 27, siendo amigas y compañeras de viajes de todos ellos y socialmente muy adelantadas a su época. Además de su carrera como poetisa y autora teatral, mantuvo una intensa actividad editorial, fundando en Madrid, junto a su marido el también poeta Manuel Altolaguirre, la imprenta «La Verónica», donde editaron la revista Héroe, que contó con la colaboración de muchos de los nombres de la época. A ambos, como editores, se les reconoce la labor principal de divulgación de la obra más representativa de dicho grupo. El exilio les llevó a París, a La Habana y finalmente a México, donde volvieron a abrir una imprenta desde donde editaron textos de sus colegas españoles en el exilio. En 1944 publicó Sombras y sueños, para algunos su mejor libro, tras el cual permaneció en silencio hasta 1976, año en el que publicó su último poemario:
Vida o río. Véase: «Quisiera tener varias sonrisas de recambio
y un vasto repertorio de modos de expresarme.
O bien con la palabra, o bien con la manera,
buscar el hábil gesto que pudiera escudarme…»
Francisco Velasco Rey