LAS ENSOÑACIONES DEL SR. PUIGDEMONT Y SUS VACACIONES GRATUITAS

Siempre se preguntará el Sr. Puigdemont qué es lo que hizo mal para verse vagando de un lado a otro por la fría Europa. Visitando países y sin ser recibido por ningún Gobierno ni ninguna autoridad de peso, a lo sumo, algunos independentistas afines a las ideas arcaicas de este señor. Que huyó de la Justicia española como una liebre perseguida por un galgo, dejando a sus compañeros abandonados al borde de un precipicio. En una huida llena de triquiñuelas, demostrando que ni era un buen presidente de Cataluña, ni representaba a los catalanes, únicamente se representaba a él mismo y a su ego, soberbio.

            Si durante el ardor de un combate, el jefe al mando de una unidad huye, es considerado un desertor y un cobarde y, en caso de ser apresado, se le juzga y lo más seguro es que sea encerrado en una prisión para muchos años. Afortunadamente para Puigdemont, en caso de que sea extraditado a España por los jueces alemanes –que está por verse–, sería juzgado con todas las garantías, porque, aunque algunos de los desnortados y chamusquinos independentistas crean lo contrario, en España existe una democracia consolidada, con más libertades a nivel personal de las que ellos creen.

            Si yo fuese catalán y, aún más, independentista, no me fiaría nada de que Puigdemont fuese mi presidente (cosa ya imposible). ¿Cómo fiarse de un señor que permitió, y fue su eje central, declarar oficialmente una República catalana para,  seguidamente, pedir al Parlament que la anulara? ¿Pero qué bodrio es eso? ¿O pensaron Puigdemont y sus acólitos que aquel acto era una obra de teatro para niños? Mientras,  los desesperados y atónitos seguidores de la fiesta independentista lloraban desconsolados en la calle como niños a los que el viento hubiera arrebatado sus globos de colores.

            El Sr. Puigdemont salió huyendo hacia Bélgica, donde sabía que las autoridades son más permeables. Espero por el bien de Bélgica que la presencia del Sr. Puigdemont no sirva para alentar a los independentistas flamencos; si eso sucediera, y en caso de haber políticos que se exiliaran, España tendría que acogerlos. ¡Porque donde las dan las toman!

            Por otro lado, me temo que el caso del Sr. Puigdemont va a sentar un precedente en nuestra relación de amistad con Alemania que, al final, va a ser malo para ambos países si no se resuelve con equidad y justicia y, sobre todo, con responsabilidad. Romper una amistad es muy fácil, unirla de nuevo es bastante más difícil. Pues bien, en Alemania, así como en Bélgica, hay abogados de gran prestigio y sapiencia, y ¿qué se les ocurre al Sr. Puigdemont y a sus consejeros?, pues contratar a los abogados que defendieron a criminales de ETA. Paradoja: preguntadles a los familiares del atentado del supermercado de Barcelona a ver qué les parece. Estos señores tenían que tener un poco más de sensibilidad y acierto, pero, en vez de arreglar las cosas, cada vez la están liando más.

            Que el Gobierno de España no ha sabido llevar bien el asunto catalán en Europa y el resto del mundo es sabido por todos. Las autoridades españolas debían  haber explicado mejor el asunto catalán, lo contrario que ha hecho el Sr. Puigdemont y los suyos, que con una cierta inteligencia han ido internacionalizando el problema catalán, ante un sector grande de la opinión pública, y, lo que es peor aún, muchas personas que, en España, estaban en contra de esa independencia hoy están pidiendo que se sienten los políticos a hablar y deje de ser un asunto judicial. «La liberación de Puigdemont es mucho más que un simple veredicto judicial: afecta a la construcción misma de Europa como espacio común de confianza». A partir de este asunto que nos ocupa, las relaciones entre las naciones que componen la Unión Europea deben cambiar y ajustarse a los tiempos que corren, de lo contrario, cada país actuará en su provecho propio.

Cualquier nación de Europa debe entregar a la justicia del país que lo reclame a la persona o personas que hayan cometido delito contra ese país reclamante, para ser juzgada allí. Se supone que todos los países que conforman la Unión Europea son democráticos, lo que sí podría hacer la Justicia de ese país que ha entregado a esas personas es mandar observadores cuando sea juzgado, para vigilar que sus derechos sean respetados. Todo lo demás es marear la perdiz y exhibir un alto grado de ignorancia supina. Con el asunto de Puigdemont queda demostrada la fragilidad de la Unión Europea, cuyos países miembros primero miran sus intereses para, después, enterrar la cabeza en el suelo como un avestruz.

            Vengo oyendo, desde que empezó ese rifirrafe de la independencia catalana, a algunos ignorantes pedir al resto de ciudadanos españoles que hagamos un boicot a los productos catalanes. Aparte de ser una barbaridad, es una contradicción, ya que, en la mayoría de los productos que vienen etiquetados como producidos en Cataluña, la materia prima llega del resto de provincias de España. Por lo tanto, si no consumimos productos catalanes, estamos perjudicando a un sector importantísimo del resto de España. Sigamos consumiendo productos catalanes, que esas empresas no tienen ninguna culpa de que esos señores independentistas hayan perdido el norte.

            Nunca he sido partidario de que nadie esté en prisión, salvo si ha cometido delitos de sangre o ha habido violencia contra personas. Los independentistas quisieron estar por encima del bien y del mal, saltándose todas las leyes de un Estado democrático como es España, donde, mal que les pese a esos señores, no hay presos políticos. Los señores independentistas se han pasado la Constitución por las entrepiernas –Constitución que los catalanes votaron en su día a favor por mayoría–. Estoy cansado de oírles decir que los vota la mayoría de la población de Cataluña. ¡Mentira! Ustedes, señores independentistas, solamente tienen dos millones de seguidores, y muchos de ellos por el qué dirán, pero por qué no hablan de los otros cinco millones y medio de catalanes que quieren seguir siendo catalanes y españoles. Esos sí que son mayoría y lo demás es solamente tufillo a butifarra. ¡Ah!, por cierto, los tomates para el «pan tumaca» se producen en Almería.

            Las últimas elecciones en Cataluña las ganó la Sra. Arrimadas, eso sí que les ha dolido y más que les va a doler en unas próximas elecciones en las que, según todos los sondeos, arrasará la líder de Ciudadanos en Cataluña. ¿Quién está pagando al Sr. Puigdemont su estancia en Bélgica y Alemania? ¿De dónde sale ese dinero? Doy por hecho que las autoridades competentes estarán ya investigando su procedencia. Y habrá sorpresas; si no, al tiempo.

            ¿Deben seguir en prisión los consellers? Según mi opinión, no. Pienso que a ninguno de ellos le van a quedar ganas de volver a querer construir una República fantasma. Creo que todos los encarcelados por este asunto deberían estar en la calle, con sus familias. Ponerlos en libertad bajo una fuerte suma de dinero y vigilados, con retirada del pasaporte y presentándose cada tres días en el juzgado más cercano a su domicilio. No se puede tener en prisión a estos señores y señoras por lo que puedan hacer. Ya que, como personas, han quedado tocados y, como políticos, ninguno de ellos le llega a la suela de los zapatos al Sr. Tarradellas. ¡Qué más quisieran ellos!

            Hay que reconocer que, en esa camada de politiquillos independentistas, los hay serenos de pecho ancho y de alguna manera coherentes, como es el caso del Sr. Junqueras, que dentro de esa deriva ha estado siempre comedido y sereno, al menos, cara al escaparate, otra cosa son los hilos que ha movido por dentro de ese barco que al final, como no podía ser de otra manera, ha quedado encallado en la arena de una playa cuyas olas lo van destruyendo. Porque nadie, por muy Junqueras, Puigdemont, Font, Rovira, Forcadell, Posantí, Mas… que sean, puede avasallar a una democracia y saltarse las leyes en vigor porque les da la gana. Solamente el pueblo español en su totalidad tiene la potestad, y a través de un referéndum, de decidir si quieren o no que una parte de España se separe del resto. Lo demás es bla, bla, bla. Dejen en libertad a esas personas encarceladas, cuyo gasto de manutención y vigilancia lo estamos pagando entre todos los españoles y, en este caso sí, también los independentistas catalanes. Hay que arreglar tal asunto políticamente. De seguir así, no sería de extrañar que hubiese un enfrentamiento civil en esa querida región de España. Y, como diría José María García, ¡ojo al dato!

 

Marcelino Arellano Alabarces

Palma de Mallorca

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