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endrinas

La yerba mojada sobre el valle.

Abajo, el pequeño riachuelo,

y, al lado, los olmos, hojas grisáceas,

la niña. Con su cesta, endrinas buscaba.


Las libélulas sobre el agua volaban

y sobre las ramas de los viejos árboles,

que agua del riachuelo bebían,

los pájaros alegres cantaban.


El rocío de la mañana madrugadora

no impedía a la niña buscar endrinas,

con su cesta de aire y esperanza,

en su cara morena brillaba los soles.


A lo lejos, en el verde y frondoso valle,

una manada de cabras rojas pastaba.

Mientras el pastor y el noble perro

al ganado -pacientes- guardaban.


Junto al riachuelo de agua limpia y clara

la niña madrugadora endrinas buscaba.

Qué estampa tan bucólica y telúrica era…

La niña con las flores y las endrinas jugaba.


La niña volver quería, mientras soñaba

junto al río, sobre la hierba mojada,

la cesta rodó sin parar hasta el río,

la corriente del agua las endrinas se llevaban.


El joven pastor que las cabras rojas guarda,

con su cayado de viera madera, la cesta rescata.

La niña ya no llora, y los dos juntos en la tarde serena,

entre risas y risas, la cesta de endrinas llena.


A los dos enamorados los veo alejándose.

La mañana pasa, que triste, sin la niña, se quedó el v valle.

(03/03/2016)

Marcelino Arellano Alabarces

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