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Las contradicciones o el aturdimiento de las contranormas sobre el protocolo Covid

Me pregunto por qué no llamar a las cosas por su nombre, de modo claro e inteligible en el más sentido platónico, “para dar luz y no oscuridad como ocurre con mucha de la información que recibimos” para no entender claro lo que nos quieren transmitir. En parte porque no interesa quizá para necesitar tantos leguleyos, afines del lenguaje administrativo y jurídico; y no entender un acuerdo por ejemplo de derechos y deberes en una pareja que van a divorciarse del mejor modo posible, o la sentencia, o resolución que la administración de justicia o cualquier otra te comunica o te manda, cuando en el peor de los casos habría que adaptarlo al registro competencial del interlocutor.  No quiero ni pensar en los muchos “desgobernantes” cuando interpretan los hechos según les convienen; y así cada uno dice lo que le viene en gana, acorde a los intereses o a la sombra que más le cobija; es el caso de la subida o bajada del precio de la mascarilla echándole la culpa a Europa, o no considerar a la lengua española como vehicular en los territorios en los que coexiste con lenguas cooficiales. O no aplicar la normativa sobre contagios con los mismos criterios para unos estudiantes que para otros, valga lo que está sucediendo respecto a la presencialidad-que es muy importante el contacto directo-frente a la semipresencialidad, aunque para los de la universidad es diferente, pues se les ofrece trabajar completamente desde casa; pero todos sabemos también que la causa de la mayoría de los contagios es por ellos. Y más aún en estos tiempos virtuales donde casi todo parece como vivido a medias, y quizá hubiera sido mejor que se hubiese ofrecido otras alternativas para que no fuesen tan temerarios, y no les importase salir contagiando y siendo contagiados. También se sabe que el riesgo educativo ha superado al sanitario. Pero también se ve que los docentes de la secundaria y primaria somos de otra calaña y no podemos contaminarnos o será porque al final han convertido nuestras enseñanzas en una gran guardería para que los padres y madres trabajen-que tampoco si siguen impidiéndolo aunque les cueste su ruina(pequeño comercio y hostelería)-; sin embargo donde más contagios hay es en la educación infantil. Por todo ello hay tantas contradicciones…, normas incoherentes que convierten en verdadero disparate poder comprar calzado o ropa en un hipermercado y no en una tienda de autónomo, en un país que se los están cargando si no se les rebaja impuestos y se les ayuda económicamente; en cambio los diferentes dirigentes políticos, como diría don Antonio Muñoz Molina son de una bajeza y de una incompetencia escalofriante, que en lugar de llegar a un criterio común de acuerdo e intentar colaborar en mejorar la lamentable situación pandémica como otros países europeos, prefieren el enfrentamiento soez, cruel y chabacano mientras sus ciudadanos asistimos atónitos y desconfiados a un triste panorama que parece más un espectáculo malo de “circo” del gran teatro del mundo calderoriano,  de insolidaridad de la más cutre condición. Así pues es difícil sortear este laberinto de obstáculos que nos lleva a una apatía, desánimo y desafección de la clase de oportunistas del mundo político. En consecuencia, cuando la educación y la cultura se convierten en intereses ideológicos y no en un proyecto que procure la mejora de nuestro nivel educativo, no sólo de pasión sobre los conocimientos sino también de valores como diría don Emilio Lledó, no queda otra reflexión que pensar que no importa una buena preparación de nuestros pupilos ni jóvenes…

Francisco Velasco Rey

Molvízar web

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