LA UNIVERSALIDAD DE LOS TATUAJES
El tatuaje ha existido a lo largo de la historia de la humanidad. La palabra tatuaje proviene del tatán, vocablo Tahití que significa “acto de dibujar” y lo que lo distingue es que el tatuaje perdurará en el cuerpo del sujeto para toda la vida. Es así como se tiene registro que en 1991 en un glaciar situado en la actual frontera de Austria con Italia se encontró un cazador neolítico congelado de hace aproximadamente 5.300 años quien es llamado Ötzi y quien tenía espalda y rodillas tatuadas. Por otro lado, en el imperio egipcio una de sus momias tatuadas más famosas es Amunet, quien era una sacerdotisa de la diosa de Hathor, que fue descubierta en la ciudad de Tebas. La momia de Asecond tenía punteada su zona pélvica baja, con esto se llegó al consenso de que en Egipto los tatuajes se utilizaban solo en las sacerdotisas. En otras épocas y particularmente en occidente, los tatuajes estaban restringidos a ciertos sectores de una sociedad, y sólo eran permitidos para los hombres que se dedicaban a determinados oficios, como los obreros y los marineros, quienes ostentaban una musculatura prominente y con los tatuajes exhibían una especie de marca de virilidad.
Hoy en día hay testimonios que afirman: «Yo los tomo como marcas que me van a acompañar toda la vida. De hecho, me imagino viejita, y a mis nietos tocándome la piel arrugada, estirándola para ver los tatuajes. Todo lo que me tatué, lo quiero conservar hasta el final. Cada dibujo que tengo fue una decisión meditada». «Marco mi cuerpo y brazos con tu nombre, los hago parte de mi y lo incorporo así a la duración de mi vida, permanecer conmigo hasta mi muerte».
Hasta muy avanzado el siglo XX, la piel tatuada fue seña de identidad de grupos sociales definidos y marginales, situados fuera del ámbito de la llamada sociedad respetable. Ningún caballero, ninguna señora, nadie entre las entonces llamadas personas de bien, más allá de su fortuna o posición social, se tatuaba nada. Ésa era una práctica exclusiva de aventureros, marinos, drogadictos, prostitutas, presidiarios… Si en una bronca de bar veías a un señor con un emblema en el antebrazo, un Mujer, nací para hacerte sufrir en el pecho o unos puntos azules en el dorso de una mano, la gente se mantenía a distancia para cuando llegase la bronca.
Lo cierto es que en el siglo XXI los tatuajes están de moda. Y los reyes de los tatuajes son nuestras ídolo. Ya sean emotivos mensajes o simples ilustraciones que les gustan; los tatuajes inundan la piel de los artistas, en algunos casos hasta no dejar ver su piel. Cualquiera puede lucirlos sin que lo miren mal. Justin Bieber El cantante de ‘Sorry’ se tatuó haces unos meses la frase “BETTER AT 70” (mejor a los 70) en la parte alta de la pierna. Tal y como él mismo explicó, después de los altibajos que ha superado, quiere trabajar duro cada día para ser “mejor a los 70”. Paris y Prince Jackson, los hijos del Rey del Pop están tan unidos que, por eso, cada uno de ellos, se tatuó una parte del símbolo del yin y el yang en la parte trasera de sus tobillos. “Los inseparables yin y yang trabajan juntos para encontrar y provocar el equilibrio entre ellos”, escribió Paris en Instagram. Los deportistas de élite, especialmente los futbolistas, están fomentando el tatuaje en las sociedades ricas hasta límites que nadie hubiera previsto hace décadas.
Italia está a la cabeza del listado de los países con más personas tatuadas del mundo, le sigue Suecia y en tercer lugar se encuentra Estados Unidos, Australia, Argentina, España, Dinamarca, Reino Unido, Brasil y Francia. Sin embargo, hay otros países en los que está prohibido llevar tatuajes de Buda ya que se considera un insulto a los practicantes del budismo como es el caso de Sri Lanka y Tailandia. En Dinamarca está prohibido tatuarse ciertas partes del cuerpo (cuello, manos o cara) desde 1966, por ello la gente viaja a otros países para tatuarse. El negocio total de la industria global del tatuaje, creadores, máquinas, agujas, tinta, remoción, etc, puede acercarse a los 20.000 millones de dólares, según algunas fuentes. Un tatuaje viene a costar en torno a 150 dólares la hora.
Sin lugar a dudas mi generación está cargada de prejuicios propios de nuestra educación. Recuerdo a una amiga, también grafitera que conocí en el gimnasio; en principio la miraba con curiosidad, sin atreverme a hablarle; jamás había visto tan cerca un cuerpo así. Llevaba tatuada una mariposa y un simpático delfín en la parte baja del vientre, cerca del ombligo. En el hombro derecho la clave de sol y en la espalda la silueta del mundo con un punto rojo en cada país que visitaba. En el brazo izquierdo, lleva una frase de la canción ‘What Difference Does It Make, de los Smiths. La frase era un incentivo para no permanecer quieta, ya que se confesaba una persona perezosa, nos explicó posteriormente. Si alguien me hubiese dicho que más adelante acabaríamos tomando cañas a la salida del gimnasio no me lo habría creído. Curiosamente formamos un grupo de mujeres de lo más variopinto y aún hoy nos seguimos viendo. Todas hicimos comentarios acerca de nuestros aspectos y fuimos de lo más sinceras…todas nos confesamos portadoras de prejuicios. Sin embargo, teníamos en común un montón de casas: nos gustaba viajar, ir a conciertos, museos, todas habíamos llorado por amor, todas éramos mujeres independientes y todas nos queríamos comer el mundo y no estábamos dispuestas a que alguien se pusiese delante para impedirlo. Poco después, tuvo lugar el fallecimiento de su madre y una semana después se tatuó con unas grafías muy pequeñas la frase: «You always live in my heart» lo que en español se traduce como «Siempre vive en mi corazón». «Lo tengo en el brazo izquierdo que es el lado femenino, y es el que está cerca del corazón». «Mi madre falleció a consecuencia de un aneurisma cerebral. Sobrevivió al primer derrame y eso nos dio la oportunidad de tenerla con vida no más de un mes. Sin embargo, fue una etapa intensa donde pudimos conocernos. Le prometí que nunca iba dejar de pensar en ella y que siempre sería parte de mi vida porque no muere quien es recordado. Con el tatuaje recuerdo su sonrisa perpetua hasta en los malos momentos, sus sueños, sus luchas. Ella me enseñó a vivir y yo la enseñé a morir. Con el tatuaje no solo llevo su recuerdo en mi mente, sino en mi piel y mi corazón». Nos comentaba una tarde a la caída del sol.
La cortina de mis prejuicios pasó a formar parte del baúl de los recuerdos en esa etapa, de tal modo que, cuando veo a alguien muy diferente a mí procuro no juzgar…no poner etiquetas a las personas. Nuestras formas de sentir nos hacen diferentes y únicos a cada uno de nosotros. Desde entonces he adoptado la tolerancia como bandera: Respeto a las personas, aunque no piensen como yo.
Ana María López Exposito