En Jaén hace algunos meses conocí a alguien muy especial, Charo, es la persona mas dulce y empática que había visto jamás. Nos conocimos por causalidad y pasamos el día juntas. Reímos hasta llorar, nos ocurrieron muchas anécdotas, pero el mejor regalo que me hizo a parte de su amistad, fue que rápidamente me conoció y supo en poco tiempo lo que me gustaba. De pronto me encontré paseando por las calles de Jaén mientras ella me contaba todas las leyendas que íbamos viendo y yo las anotaba como podía en mi cuaderno. Os voy a hacer el mismo regalo, os dejo la leyenda de la cruz.

            No sabría deciros el tiempo, tampoco es importante porque cuando se habla de sentimientos, da igual la época en la que lo ubiquemos ¿no?

            En Jaén había una pareja de jóvenes enamorados, ella era de alta cuna, él no tuvo tanta suerte. La familia de ella le buscaron un casamiento con alguien importante que le pudiera dar la buena vida que merecía. Así que encontraron para la joven un rico mercader que de la misma manera que ganaba el dinero, lo perdía, pero esto por supuesto; la familia lo desconocía.

La joven no quería casarse, por nada del mundo iba a dejar a su amado. Pero calló en el poder de la riqueza y el dinero. Dicen que el anillo que le regaló era lo más ostentoso que se podía ver por aquellas tierras. La joven durante un tiempo intentó olvidar al amor de su vida, pero con el tiempo el señor con el que la casaron cada vez pasaba más tiempo fuera de casa, jugándose no solo su fortuna sino la de su esposa. Así que ella, volvió a escondidas a los brazos de quien siempre la esperaba.

            Un día, el mercader perdió en el juego todo lo que le quedaba de su fortuna, y los justicieros quisieron cobrarse la deuda, así que iban a cortarle la cabeza ya que dinero, no le quedaba… en el último momento este hombre se acordó que su esposa y del anillo que le regaló para las nupcias. Así que fueron a su casa exigiéndole por orden de su marido que entregara tan maravillosa joya. Ella se negó por supuesto, motivos no le faltaban. Cuando le fueron con el cuento al marido este entró en cólera y él mismo fue a buscar a su mujer que se la encontró en la puerta de la casa, allí mismo a ojos de todo el mundo comenzó a gritarle, a exigirle que le diera el anillo, ella se negaba y el le asestó con un cuchillo quitándole la vida, y con él mismo, cortó su dedo y se llevó el anillo.

            Los vecinos que conocían a la joven, a toda su familia y también al joven que la amaba, fueron inmediatamente a buscarle. Él, como siempre con sus brazos abiertos la vio morir desangrada, la limpió, la amortajó, le dio santa sepultura, digna de lo que se merecía. Al marido no se le volvió a ver.

Después de varias semanas visitando su tumba, y de llevar flores donde la vio cerrar los ojos por última vez, el joven, se metió a monje.

            Pero tenemos una maravillosa leyenda que nos cuenta que en cada aniversario de su muerte en la plaza donde la joven murió aparecía un ramo de flores blancas, y aún a día de hoy, hay quien dice que a veces ve la sombra de un monje por la plaza, arrodillarse ante la cruz, como si entregara un ramo de rosas.

            Hoy en su honor, está levantada una cruz, rodeada de flores blancas. Es precioso verla desde donde me llevó mi amiga. Es precioso recordar el olor de aquellas flores. Es precioso mirar a un punto mientras alguien te cuenta una maravillosa historia. Es una de las experiencias más mágicas que se pueden tener.

Ana Calvo

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