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La interesada dictadura o el fingido acercamiento al diálogo en Venezuela.

Después de la inagotable opinión crítica de esta semana sobre la intervención del referéndum catalán, y el necesario distanciamiento; es hora de retomar el rumbo de la crisis política venezolana pues sigue generando un desasosiego, un malestar, una opinión incómoda o cómoda de “culebrón” que no sabemos lo que nos depara, según interese de desamparo al menos en España y a nivel internacional. De modo que paso a hacer las siguientes cuestiones retóricas para que ustedes piensen en las respuestas claras u opacas, según se mire.

¿Busca realmente un diálogo para algo, Maduro el dictador, o  es un presidente poco democrático amenazado por los grandes poderes fácticos? ¿Son terroristas los manifestantes que paralizan, cada día, las calles de Caracas o son ciudadanos hartos de la represión y la miseria? ¿Los países extranjeros que apoyan o se oponen a Maduro están movidos por el amor a la libertad o a la solidaridad, o más bien les empujan intereses económicos? Es obvio que, como suele ocurrir en cualquier conflicto nacional o internacional, las grandes preguntas no pueden responderse sin entrar en una serie de matices y contradicciones. En Venezuela, especialmente, todo está lleno de matices de distinta intensidad.

Quizás por eso sorprenden los incrédulos juicios ahora de diálogo o antes tan categóricos y tan radicales que se emiten en nuestro país, y que no dejan resquicios para la duda o el debate. Lo que está claro es que en Venezuela se vive con un gran conflicto y está en tensión, se prepara para las marchas a favor y en contra del Gobierno. Por eso no dudo de la preocupación que genera la situación de violencia y de involución democrática que se está dando en ese país. Sin embargo, la repulsa contra “el dictador Maduro”, no sólo debemos justificarla y basarla por su tiranía o autoritarismo, ya que el asunto por intereses puramente económicos también es deleznable.

Si no  qué ocurre  cuando se vende armamento a Israel, o cuando se  hacen negocios de armamento en Guinea Ecuatorial, o el incremento de nuestras relaciones comerciales con China… ¿Sólo nos importa la libertad de Venezuela? O más bien ¿sólo nos importa la libertad si el tirano de turno es incómodo para nuestras aspiraciones económicas? Porque no se tiene reparos en callar y no protestar ante las violaciones de los derechos humanos que se perpetran a diario en otras dictaduras como las de los citados países por comparar con algunos ejemplos; da igual que las mujeres, niños y ancianos palestinos no puedan ni siquiera visitar a sus familiares y en sus tierras, que exista el esclavismo laboral guineano y chino en gran parte de su población.

Cualquier desenlace que no priorice la defensa de los derechos humanos “sine qua non”,  sería dramático porque iría acompañado de actos violentos. Por esto hay que dar la voz al pueblo. Pero con unas elecciones supervisadas por observadores internacionales como la única garantía y salida incruenta. No es una tarea fácil, no obstante espero que lo hagan las urnas y que el acercamiento de diálogo aparente o amañado sirva para algo, si los vigila el control de organismos internacionales, y no la violencia ni las armas que han marcado la desestabilización de Venezuela hasta ahora.

Acaso no importa tampoco que se decapite en las plazas públicas o que el ejército esté masacrando a la población de Yemen. Y qué decir de los refugiados de Siria, de las vallas de Ceuta y Melilla, y tantos casos de apartheid; y cómo los organismos internacionales que deberían garantizar la protección de su libertad y dignidad cuando no sus vidas, miran para otro lado como hacen sin ningún pudor, primando los negocios económicos o pingües contratos con dictadores, sin importarle un bledo los derechos humanos. No señores orgánicos, la humanidad debe ser lo primero.

Francisco Velasco Rey

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