LA FÁBULA DE LAS SIETE VIDAS
Era un hombre joven que murió en la camilla de un hospital. Su vida no había sido fácil, tuvo una infancia dura en un hogar desestructurado, donde no supo lo que son los principios, ni el amor, ni muchas otras cosas que se necesitan para vivir. Siendo un jovencito empezó a meterse en líos con compañías inadecuadas. Más tarde probó las drogas y éstas lo empujaron hacia una espiral delictiva. Intentó en alguna ocasión reconducir su vida, pero nada parecía tener sentido, no tenía motivación alguna para llevar una buena vida. Se hizo mayor sin haber cambiado nada. Un día, mejor dicho, un mal día, aquella espiral terminó con una sobredosis que lo llevó a un hospital. Intentaron reanimarlo, pero entró en paro cardiaco y murió.
Pero este no es el final de la historia. Una vez muerto se vio caminando en una larga fila con otros que habían muerto también. Iban hacia un lugar donde se decidiría su destino en el más allá. Pero mientras estaba en la fila, le dio muchas vueltas a todo y pidió ver al que mandaba allí. De modo que le hicieron salir de la cola y atravesaron varias puertas hasta llegar a un gran despacho.
–¿Qué quería decirnos? Dijo el responsable de aquel lugar.
–Verá, he estado pensando, y creo que merezco una segunda oportunidad. Porque mi vida ha sido un desastre, y no he tenido oportunidades de llevar una buena vida, creo que ahora lo he entendido todo.
–Todos lo entendéis cuando llegáis aquí –dijo aquel responsable– pero déjame decirte algo. Tú no lo recuerdas, pero es la sexta vez que vienes a pedir lo mismo y siempre te lo hemos concedido. Has vuelto a nacer seis veces ya, y en diferentes familias y países. Pero vuelves otra vez a llevar la misma vida. El problema no son las circunstancias de tu vida, ni tus padres, ni tus compañías, el problema eres tú, eres tú el que decide cada vez volver a la misma vida.
–Pero como puedo saberlo si nazco de nuevo, lo olvido todo. Como puedo aprender si no he tenido ayuda, no he tenido ningún maestro que me enseñe.
–Eso es lo que todos decís. Pero en realidad habéis tenido muchos maestros, lo que no hay son alumnos. Tienes que convertirte en alumno para que un maestro pueda enseñarte. Pero está bien, te vamos a dar la séptima y última oportunidad. Siete vidas como a un gato, solo que en esta ocasión, vamos a hacer algo especial. Te proporcionaré una señal inequívoca que te haga entender todo. Nacerás con una mancha de nacimiento, que al crecer se convertirá en un tatuaje, que te recuerde como debes vivir. Así ya no tendrás excusa. ¿Te parece bien?
–De acuerdo contestó él.
Y así fue, volvió a nacer en una buena familia, pero las cosas se truncaron cuando su padre murió siendo muy joven. Justo cuando iba a empezar a juntarse con malas compañías, aquella mancha de nacimiento se convirtió en un tatuaje. Al principio creyó que alguien le había gastado una broma, pero después se dio cuenta de que no podía borrárselo. Pensó que en alguna borrachera debió tatuárselo. El tatuaje era una frase de letras góticas que decía: Se el alumno y encontraras al maestro. Pero lamentablemente no hizo caso y continuó con su vida. Volvió a morir joven y cuando llegó otra vez a aquel camino, volvió a pedir hablar con el encargado, lo llevaron a su presencia y volvió a repetirse la misma historia.
–Entiendo –dijo aquel representante– déjame decirte algo. Tú no lo recuerdas pero es la séptima vez que vienes a pedir lo mismo y siempre te lo hemos concedido. Más aún te dimos un recordatorio que llevas tatuado. Pero vuelves otra vez a llevar la misma vida. Como te dije en cada una de las veces, el problema no son las circunstancias de tu vida, ni tus padres, ni tus compañías, el problema eres tú, eres tú el que decide cada vez volver a la misma vida.
De modo que lo devolvieron al camino para afrontar su destino en el más allá.
De repente despertó. Aquel fatídico día después de morir clínicamente, sus constantes volvieron, y desde entonces había estado en coma durante meses. Miró a su alrededor y vio a su hermana pequeña, quien saltó de alegría al ver que había salido del coma. Ella lloró con él y lo besó mil veces. Una chica muy habladora que en cuanto pudo lo puso al corriente de todo. Le contó todo lo que habían sufrido por él. También le contó que era el momento de hacer un cambio, no podía seguir por ese camino o la próxima vez no lo contaría. Le recordó las veces que mamá trató de ayudarle. Le recordó cuando iba al colegio, como aquel profesor tan simpático, le enseñó sobre los peligros de tomar malas decisiones. Le contó sobre una amiga, que le explicó como su hermano lo consiguió. También le contó de una estúpida de su colegio, que le decía que ella iba a acabar como su hermano, pero ella aprendió a no darles la razón a los estúpidos y a llevar una vida sana. ¡Le contó tantas cosas! Y en todas ellas él pudo ver a un maestro, incluso en aquella estúpida del colegio. Entendió que un maestro puede ser alguien menor como su hermana. Un maestro puede estar en cualquier lugar si tú eres un alumno. Terminó diciéndole que no desaprovechase aquella oportunidad que le daba la vida.
En cuanto salió del hospital, lo primero fue hacerse un tatuaje, para que no se le olvidara jamás, uno que dijera: Se un alumno y encontraras al maestro.
Muchos que sufren un trauma parecido, entienden que la vida les ofreció una oportunidad. ¿Qué harías tú si se te presentara una nueva oportunidad? Pues cada día cuando amanece y te levantas, es una nueva oportunidad, no es necesario sufrir ningún trauma. No nacemos sabiendo vivir la vida, pero en nuestro camino muchos maestros nos enseñarán. Vivir es aprender.
En el fondo es una verdad que sabemos, y para que no se nos olvide todos nacemos con aquel tatuaje en el corazón: Se el alumno y encontraras al maestro.
Manuel Salcedo
Hola Manuel Salcedo buenos días:
Soy fiel lectora de tus fabulas, y me encantan por los mensajes tan positivos que encieran. Enhorabuena.
Muy amable, es una satisfacción recibir un mensaje como el tuyo, gracias.