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La donadora de tiempo

Relato de Germana Fernández, La donadora de tiempo, donde una tragedia personal se transforma en solidaridad: Elena encuentra sentido a su vida cuidando de los demás y creando una red de apoyo basada en la amistad y la generosidad.

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Elena sentada en el mirador de su amplio y céntrico piso, observa la avenida y piensa que a pesar de que aun es relativamente joven, la vida ha dejado de tener sentido para ella. Hacía dos meses que perdió a su marido y a sus dos hijos en un accidente de tráfico, económicamente gozaba de una más que solvente fortuna. En ese tiempo, paulatinamente, se fue recluyendo en su casa. Le costaba salir todo le recordaba que estaba sola y que nunca volvería a ver a sus seres queridos. Prefería quedarse en casa y rememorar tiempos pasados, autoconvenciéndose de que era lo mejor.

Una mañana llamaron a su puerta.

¡Buenos días, señora! Perdone que la moleste, soy el chico del supermercado y he venido a traerle el pedido a la señora Aurora y no abre la puerta, pero oigo sonidos extraños dentro. Tengo la llave, nos la deja por si ella no está, pero no me atrevo a abrir por lo que pueda encontrar dentro, ¿serian usted o su marido tan amables de acompañarme.

‒ Mi marido desgraciadamente ya no está, pero yo te acompaño.

Al entrar encontraron a la anciana tendida en el suelo, pegando golpes con sus manos, sus palabras eran débiles y se quejaba de que le dolía un costado y la pierna derecha.

‒ Es mejor no moverla, llamemos a emergencias.

Elena acompañó a su vecina al hospital. Tenia rota la cadera y dos costillas.

‒ Tendrá que quedar ingresada, y cuando salga necesitará ayuda y guardar reposo. ¿tiene quien la cuide ‒ preguntó el médico.

‒ No, no tengo a nadie, antes vivía conmigo mi nieto, pero está en la universidad, solo puede venir en vacaciones.

‒ No se preocupe, Aurora, yo tengo mucho tiempo libre y puedo cuidar de usted ‒ prometió Julia.

A medida que pasaban los días, la amistad fue consolidándose entre las dos mujeres. Y en las visitas al centro de salud Julia se dio cuenta de que muchas personas estaban solas, aisladas entre la muchedumbre de la gran ciudad. Decidió que ya sabia a que iba a dedicar su tiempo.

Seis meses después.

‒ Julia ‒ la apremia Aurora ‒ Carmela tiene horario de mañana y no puede estar en casa para preparar a su padre, para ir al centro de día. Y luego le prometimos a doña Engracia que le íbamos a leer el último capítulo de la novela. Nunca creí que donar tiempo nos traería tan ocupadas. Menos mal que cada día se unen más personas al proyecto. A propósito, Fabio Ese chico rubio que vive en el principal, se ha comprometido a que las tardes que tenga libres, acompañará a José al bar para que juegue su partida al dómino. Él solo no puede bajar, debido a su invalidez.

Germana Fernández

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