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La búsqueda de la excelencia – A Toda Costa

Algo que siempre debe perseguirse

La búsqueda empresarial para la consecución de la excelencia, es una pretensión ambicionada, en particular por aquellos gerentes y empresarios, que entienden sus objetivos bajo un posicionamiento en el medio y largo plazo.

Pero este propósito no se alcanzará, si previamente no se produce dentro de sus propios estamentos.

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La actuación de las sociedades mercantiles, en definitiva personas, trasciende más allá de las relaciones meramente comerciales, para convertirse en algo más humano; el mejor activo son sus equipos de mujeres y hombres, por desgracia poco valorado por algún gerente de “medio pelo”.

De su conducta y actitud dimana la imagen y percepción externa de la entidad en su devenir diario.

Cuántas veces un apoderado, director de ventas, responsable de compras, en definitiva un cargo en la empresa, se ha molestado en llamar o escribir a un cliente dándole las gracias por su pedido, felicitar a un proveedor por la calidad de la mercancía y rapidez de suministro, o  ante un posible cliente, agradecerle el tiempo y atención destinado en la entrevista mantenida, sin dejar de lado el seguimiento post-venta que fidelice una futura acción comercial.

Es posible que alguien diga ¡eso ya no se lleva!, respetaré su opinión, pero esto forma parte de la búsqueda de la excelencia. Junto a los valores intrínsecos del  producto o servicios.

La pregunta es: ¿porque se tiene mejor entendimiento con unas determinadas empresas o clientes, que con otros?

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Estoy seguro que con ellos se  ha dado una comunicación más fluida, hemos humanizado nuestra relación y esto nos ha dado mayores oportunidades de compresión,  negocio y mutua fidelidad.

En los últimos tiempos, grandes compañías, están implantando el departamento de atención al cliente, para compensar la frialdad de los dispositivos y sistemas electrónicos, señal inequívoca de que se han dado cuenta de la necesidad de la comunicación dejando apartada la “despersonalización”, palabra terrible, que acaba vejando nuestra coexistencia.

Francisco Ponce Carrasco

Katena

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