Juan de Tassis, El conde de Villamediana

Gentil hombre de casa y boca. Asistente del rey en la mesa, en la capilla y acompañante en los actos del monarca. (Felipe III)

            ¿Cómo llegó Juan de Tassis a codearse en la corte en el circulo más íntimo del Rey? Os cuento;

            A parte de unos dotes y un carisma impresionante, Juan era hijo de Raimundo de Tassis, que terminó en España por su matrimonio, correo mayor del Reino. Así que con el tiempo también heredó este puesto y el título de Conde de Villamediana tras el fallecimiento de su padre. 

            ¿Como consiguió Juan de Tessis el gran cargo de “ hombre de casa y boca”? Pues le bastó con acompañar en el lugar de su padre a Felipe III al encuentro de Margarita de Austria en Valencia. Unas solas jornadas le bastaron al galán para ganarse la confianza del monarca.

           ¿Como era El conde de Villamediana? Pues era … todo un galán, vestía siempre de negro, y aquí me gustaría explicar algo; en esta época vestir de negro no significaba ir de luto, sino un símbolo de clase alta, pues el tinte con el que se teñían las ropas era muy caro y difícil del conseguir, dicho esto; vestía como un Dandy. Tenéis que saber, que un Dandy, no basta con parecerlo, hay que serlo pero sobre todo creerselo. Y éste, lo era, y no podemos nunca nombrar a un Dandy sin hacer referendia al maestro de los Dandy, Oscar Wilde.

            Bueno, a lo que íbamos, El Conde de Villamediana, no solo poseía buen cargo y era de un carisma envidiable sino que además como todo buen Dandy y poeta hacía lo que le daba la gana. Así que pronto se ganó su exilio. Su sátira constante contra el Duque de Lerma, sus juegos de naipes, sus vicios, sus duelos y sus amoríos quizás tuvieron algo que ver para que Felipe III lo mandara a Nápoles. Pero no perdió el tiempo, cierto es que en Nápoles frecuentó unos círculos que a día de hoy no le han hecho mucho favor, y han dejado por ahí algunos rumores de sadomasoquismo y bisexualidad, que como ya sabéis, a nosotros, ni nos va ni nos viene.

            Cuando vuelve a España se dedica de lleno a las letras, ya que tiene que vender todo lo que posee porque los acreedores le estaban esperando para cobrar sus deudas. Pero termina siendo desterrado de nuevo, esta vez en Alcalá de Henares.

            Cuando Felipe IV llega al poder, vuelve a nombrar al Conde, Correo Mayor, y durante un tiempo parece que está algo más tranquilo, eso sí, los amoríos seguían por todos lados. Góngora, Lope, Cervantes y el Duque de Olivares, volvieron a ser el foco central de sus sátiras. ¡Que pronto olvidaba los destierros este hombre!

            En el culmen de su carrera escribió para el cumpleaños del Rey; Comedia de la gloria de Niquea y descripción de Aranjuez. En la representación o en un ensayo de la obra, en el escenario comenzó un gran incendio, y esto sí lo conoceréis; nuestro protagonista no tuvo otra personar a la que salvar que a la Reina, Isabel. Y ya sabéis que a la Reina nadie la podía tocar. Así que se convirtió aún más si cabe en el punto de mira de toda la corte.

            ¿Que tienen los poetas que les cuesta tanto seguir las normas? ¿Que tienen los poetas que ven a todo ser humano de la misma condición? Ah, perdonad, que esto último no es nada malo….¿O si?

            El caso es que nuestro protagonista, entre envidias, deudas, amoríos, sátiras, trifulcas con  Lope, peleas con Góngora, duelos con Cervantes, acreedores, el mismo rey  y el Duque de Olivares (Este se lleva todas las papeletas como sospechoso), termina desangrado en el suelo de Madrid, atravesado por una pica. Cerca de la Iglesia de san Ginés, muy cerca de la famosa chocolatería tan popular.

            A día de hoy hay una placa que señala el lugar de su muerte, y un arbol muy fondoso que no deja ver por completo el arco donde cerró los ojos, El conde de Villamediana.

            De su muerte poco más sabemos, salvo que se corrió un tupido velo tras el acontecimiento, de su enterramiento; que está en Valladolid. Y de su apellido, que con él terminó la descendencia de los Tessis, a quienes Carlos V elevó a las cortes.

Otra alma libre a la que no le dejan libertad.

Ana Calvo

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