Ilustrar es gratificante – A TODA COSTA
En Ilustrar es gratificante, Francisco Ponce Carrasco nos invita a disfrutar del arte sin solemnidad: dibujar como terapia, catarsis o caos creativo. Un texto divertido y lleno de ingenio que celebra la imperfección, la emoción y el humor detrás de cada trazo que da vida al arte cotidiano.

¡Dibujar es mi terapia… o mi “caos” creativo!
O al menos eso me digo mientras borro por quinta vez un ojo que me salió como si el personaje hubiera visto a su ex saliendo del gimnasio.
Porque ahí, en ese rayón que parece hecho por una gallina con tiza, vive la magia de la creatividad y esto es gratificante.
Existen algunos que necesita terapia, yoga o un retiro espiritual en el Tíbet, cuando puede pasar tres horas plasmando el dibujo de una sola oreja. ¡Eso es zen!

Ahora, pintando es cuando estoy feliz… ¡pues eso!
Pinceles al aire, líneas como fuegos artificiales, colores que gritan “¡Viva la vida!”, y a veces ¡Viva el rotulador de punta fina!”. Dibujo soles que ríen, gatos que bailan y tazas de café con más personalidad que muchos políticos, desempeñan su cometido.
Pero, ay, cuando estoy melancólico… ¡pues eso también!
Cambia el trazo, cambia el tono. Se oscurece la paleta y aparece el clásico “paseo bajo la lluvia”, versión con paraguas rojo.
Dibujo con el alma, mientras escucho en (YouTube) canciones tristonas que haría llorar a una piedra. Mis lápices sufren, el papel llora, y yo también… pero de risa, cuando veo que el resultado parece más una caricatura, por no tildarlo de un drama existencial.
Y eso, amigos míos, también es arte. O algo similar.
Dibujar a lo que sale, es más audaz que hacerlo hiperrealista y más cómodo.
Francisco Ponce Carrasco
