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Carlos Benítez Villodres

Hay un proverbio francés, a Tolstói le gustó mucho, que dice: “Fais ce que dois, advienne que pourra” (“Haz lo que debes, pase lo que pase”). Pero, en la actualidad, un sinnúmero de hombres no realiza lo que debe para mejorar la vida en cualquier punto del mundo, sino lo que se le apetece o antoja, como culto al individualismo, o al sectarismo, o al partidismo. Si esa parte de la raza humana es fría e indiferente con respecto a sus miembros, ¡cómo no va serlo también con los demás seres humanos!

            Este helor y desprecio hacia los hermanos de camino llevan en su sangre inmensas cantidades de egocentrismo y soberbia y ambición, “Cuanto más marchan (progresan) los hombres, manifiesta Kafka, tanto más se alejan de la meta. Gastan sus fuerzas en vano. Piensan que andan, pero solo se precipitan, sin avanzar, hacia el vacío”. Quizá ello es debido a que determinados individuos, que un día creyeron, con firmeza, que podían cambiar el mundo, están desengañados, y arrastran, con su palabrería huera o mediocre, a ese inmenso sector de la sociedad capitalista que no siente, pero consiente.

            Por ello, viven de espalda a todo aquello que merece la pena conocer, ya que “los hechos, expresa Aldous Huxley, no dejan de existir porque se les ignore”. Conocimiento este que ha de ser la base y el sustento para actuar, desde la convicción total y desde el deber, en beneficio de la humanidad. Si algún día los cegados por la indiferencia hicieran lo que deben, solucionarían, según prioridades, los problemas que afectan al hombre, ya que, si no llevaran a cabo esta labor, estos se harían, con el paso del tiempo, mayores y más enrevesados.

            Asimismo, es evidente que, ante cualquier problema sin solucionar, por la ausencia o escasez de fuerzas en marcha, o por operar errónea o ineficazmente, en especial si el problema es complejo desde sus raíces, se debe fraccionar en partes más simples para que su resultado final satisfaga a todos los implicados en el mismo.

            Los temas pendientes de solucionar, por muy difíciles que sean, asegura Epicteto, “tienen dos asas: por una son manejables, por la otra, no”. Lo fundamental es saber qué asa es la utilizable y cómo concentrar en ella las más eficaces y eficientes y potentes fuerzas en marcha, sin olvidar nunca jamás que las soluciones siempre procrearán problemas nuevos.

 

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