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HACES DE LUZ, Reflexión filosófico-teológica: DEISMO (II)

La  Teodicea / “Teología  natural”, que se define como “Ciencia de Dios obtenida por la sola luz  natural de la razón”, nos ofrece los  suficientes argumentos  para  admitir la “existencia” y “esencia” de Dios, aunque haya sido negada por  otros  sistemas filosóficos ( Empirismo, Positivismo, Materialismo, etc.). El término fue acuñado por el filósofo y matemático alemán Leibniz (1646 -1716)  y significa, literalmente, “Justificación de Dios”.

Ahora bien, la filosofía moderna desde Descartes puede entenderse como el esfuerzo metafísico más gigantesco en la búsqueda de aquella realidad primaria, radical, que pueda constituírsele en fuente y raíz noética de todas las demás realidades, escribe A. González  Álvarez en “Tratado de  Metafísica”, pág. 43 (Madrid, 1963). Y así, desde el “yo  puro” de  Descartes  se  ha ido pasando  sucesivamente  por  “Dios” (Malebranche, Espinoza), el “contenido objetivo de conciencia u objeto fenoménico (Kant), el “pensamiento” (idealismo absoluto), la “existencia” (existencialismo), la  “vida humana” (vitalismo) , es decir, todos vienen a decir lo mismo: la realidad con  sentido y alcance  metafísicos  que  primero se nos  da, y  a la cual deben referirse todas las realidades : DIOS.

A mi mente acuden, irremisiblemente, las palabras de aquel sabio obispo que fue San Agustín (354 – 430): “Señor, nos hiciste  para  Tí y  nuestro  corazón  estará inquieto hasta descansar en Tí”.Como también  el testimonio de San Pablo: “…En  adelante, que nadie me importune; pues llevo  en mi cuerpo las  marcas  de Jesús (Gal. 6,17), y por medio de  El fueron  creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles (Col. 1,15)

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Ante mi visión, ciertamente subjetiva, no he llegado a comprender el Deismo: corriente filosófica que de una manera explícita  y más  sitemática ha admitido por una parte la existencia  de Dios y de la religión  natural, pero ha negado por otra la  posibilidad de la religión  sobrenatural. Conocida es la corriente racionalista del siglo XVIII, cuyos principales representantes fueron los enciclopedistas, Voltaire, Diderot, d’Alambert, y que Rousseau (1712 – 1778) sintetizó  brevemente en el capítulo de su  “Emilio” (1762). Ninguna mejor y más  clara -afirma Ismael Quiles en “Filosofía de la  religión”, pág. 139 – exposición  del deismo y  de  sus fundamentos o  ataques contra  el  sobrenaturalismo  que la que ha escrito Rousseau. Viene a decir, en resumen, que cree muy razonable el admitir la existencia de Dios y de la  religión  natural. Pero toda religión  sobrenatural, todo lo  que sean “misterios” para  el  hombre, la posibilidad  misma de una revelación, y mucho más  de los  milagros como criterio  de revelación, es simplemente “indemostrable”, además  de ser perfectamente “inútil” para el  hombre. Ese capítulo del “Emilio” – “Confesión  de  fe del Cura Saboyano” – nos viene a presentar a Dios  como “incomunicado” con  los  hombres; solamente puede comunicarse con  ellos por medio de la naturaleza. Es éste el único  lenguaje  divino. Pero una expresión  libre  de Dios ante la humanidad le  es  simplemente imposible, no pudiendo Dios “hablar” verdaderamente  a  los  hombres para manifestarles  su voluntad, sus designios, su ciencia, sus  misterios  en  manera  alguna. Rousseau – ya lo hemos dicho – rechaza la posibilidad de los milagros que  es el único medio que al hombre le quedaría de conocer la voluntad explícita de Dios, fuera de las  leyes de la naturaleza. Y esto ¿por  qué?. Porque  el filósofo y pedagogo francés niega la “causalidad  natural” en la misma manera que  lo hizo David Hume

(1711 -1776), agnóstico positivista. Pero de aquí  resulta que Dios, con todo su  poder, con toda su ciencia, y con toda su sabiduría, queda como encerrado  en una cárcel  oscura, imposibilitado de comunicarse con  el hombre. Ya “a priori” parece un Dios  muy pobre el que se halla en tal imposibilidad, en un grado de inferioridad respecto de los  hombres mismos, que  pueden comunicarse  entre sí. ¿Es posible   que Dios no tenga cómo expresar a un hombre su manera de sentir? ¿Que Dios se halle  en absoluta incomunicación con el  mundo?. Esto – para mí – va directamente contra el atributo de un Dios providente, de  su dominio  sobre  la  naturaleza  y especialmente  sobre  los  seres  racionales.

He tenido la  paciencia  y, en parte, la obligación de leer las obras de los más prestigiosos filósofos y teólogos, y toda una vida dedicada  a “conocer la razón de mi fe” (1Pedro 3, 15) – últimamente a Denis  Diderot (1713 -1784), uno de los más  destacados “deistas” – y he comprobado que la inconsistencia  fundamental  del Deismo viene a favorecer más aún a las teorías teistas, es  decir, la  filosofía  que admite como posible la existencia de una  religión  sobrenatural. No es  una tesis mía sino consecuencia de  muchas lecturas reflexivas y analíticas, bajo la mirada, afortunadamente, de  la fe que gratuitamente recibí. Por eso me siento totalmente  ligado al “Ontologismo”: sistema filosófico que afirma el “conocimiento inmediato e intuitivo de Dios”, como esencial  al intelecto humano, de tal  manera, que sin él  ninguna otra cosa puede ser conocida. Para los ontologistas, en efecto,  el conocimiento de  Dios  es “original”, esto  es, el primero de  todos  nuestros  conocimientos , y “originario”, es decir, fuente de todos los  demás  conocimientos  humanos. No es sólo que el hombre conozca primeramente a Dios en sí  mismo y después  conozca  a los demás  seres, también en si  mísmos; se afirma más bien que todo cuanto el intelecto conoce, lo conoce  en Dios.

Antes que la memoria falle, debo manifestar que las doctrinas filosóficas suelen  surgir como producto de una elaboración  más  o menos consciente  en  épocas precedentes de la historia. El ontologismo tiene también un condicionamiento histórico bien  definido  en  el platonismo y sus derivaciones históricas. Los mismos ontologistas apelan con frecuencia a la autoridad de Platón, Plotino, San Agustín, San Buenaventura, Occam y Descartes. Estos autores han condicionado, en efecto, la  formulación  formal del  ontologismo que  llevará a cabo Malebranche (1638 -1715).

Cuando  el filósofo  llega  a demostrar la posibilidad de  una religión sobrenatural, puede decirse que ha  hallado el  verdadero  puente para pasar de la razón  a  la  “revelación”, y, por  lo tanto, que ha podido hallar una “filosofía  de la  religión  sobrenatural”, algo que no pudo lograr el “deismo” francés ni  sus secuaces. Ya  San Pablo, en los principios del cristianismo – la religión más característicamente  sobrenatural con misterios y dogmas – insistía en que la fe debía ser un asentimiento racional, “obsequio racional”.

Alfredo  Arrebola, 

Doctor  en  Filosofía  y Letras

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