GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA PRECURSORA DEL FEMINISMO
Hace unos años tuve ocasión de estudiar la figura de esta gran escritora y poeta del romanticismo con ocasión de un recital que di de sus poemas como invitada a la conferencia que sobre este personaje impartió un gran manchego, escritor, poeta, dramaturgo, periodista, locutor de radio, polifacético hombre intelectual, en posesión de múltiples premios entre ellos, la Medalla de Oro de la Comunidad de Castilla la Mancha: Ubaldo G. Visier, ya desgraciadamente desaparecido y del que me cabe el orgullo de haber sido amiga suya, intérprete y colaboradora de numerosos actos organizados por él, amén de los diplomas y premios recibidos de su mano. Desde aquí, amigo Ubaldo, un recuerdo envuelto en gratitud y admiración.
El personaje que hoy nos ocupa, Gertrudis Gómez de Avellaneda, llamada cariñosamente Tula o La Avellaneda, es considerada una de las precursoras de la novela hispanoamericana, valorada en su época como una de las figuras clave del romanticismo en América y, por el tratamiento que dio a sus personajes femeninos, es asimismo considerada como una de las precursoras del feminismo moderno en una época en que las mujeres escritoras se veían obligadas a ocultar su condición bajo el nombre del esposo o firmar con un seudónimo, tal es el caso de Fernán Caballero, George Sand, las Hermanas Brontë, Colette, Geoge Elliot y tantas otras.
CUBA
Gertudis Gómez de Avellaneda nació en Santa María del Puerto Príncipe, en la Cuba española, un 23 de marzo de 1814. Fue una novelista, dramaturga y poeta cubanoespañola del Romanticismo, considerada una de las más grandes poetas de la lengua española. Hija mayor del matrimonio formado por D. Manuel Gómez de Avellaneda y Gil de Taboada, oficial naval español, y la criolla Dña. Francisca María del Rosario.
Al fallecer su padre en 1823, su madre volvió a contraer segundas nupcias con un militar español con quien tuvo tres hijos más. Nuestra poetisa nunca mantuvo una buena relación con su padrastro, hombre al parecer muy estricto.
A los trece años, su abuelo materno concierta su matrimonio con un rico pariente lejano pero ella, con una incipiente rebeldía a los quince años, decide romper el compromiso, siendo por tal acto desheredada en el testamento.
Toda su niñez la pasó en Cuba hasta el año 1836 en que su padrastro decide que la familia se instale en España, partiendo hacia la misma en abril de 1836. Durante los dos meses que duró la travesía, Gertrudis compuso uno de sus más conocidos poemas, Al partir, versos marcados por el desgarro existencial, dado el momento por el que pasaba pero que caracterizaría su posterior estilo de poesía.
AL PARTIR
¡Perla del mar! ¡Estrella de occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo,
la noche cubre con su opaco velo,
como cubre el dolor mi triste frente.
¡Voy a partir!… La chusma diligente
para arrancarme del nativo suelo
las velas iza, y pronta a su desvelo
la brisa acude de tu zona ardiente.
¡Adiós, patria feliz! ¡Edén querido!
Do quier que el hado en su furor impela
tu dulce nombre halagará mi oído.
¡Ay! que ya cruje la turgente vela,
el ancla se alza, el buque estremecido
las olas corta y silencioso vuela!
ESPAÑA
A su llegada a España se establecen durante dos años en La Coruña, localidad donde vivía la familia de su padrastro y donde escribió sus primeras composiciones: A las estrellas. A la poesía. A mi jilguero. La serenata, etc.
Durante su estancia en Galicia, en la capital, mantiene su primera relación amorosa con Mariano Ricafort pero el joven rompe el noviazgo al considerar impropio que su novia se dedicase a escribir poesías. Fue su primer desengaño amoroso, al que seguirían muchos más en su desdichada vida sentimental.
SEVILLA
Pasados dos años, la escritora decide, junto con su hermano Manuel, trasladarse a Andalucía, en concreto a Sevilla, donde entabla amistad con Alberto Lista, publicando versos en varios periódicos de Sevilla y Cádiz bajo el seudónimo de La Peregrina, por el que era conocida, ganándose ya una gran reputación como poeta.
A LAS ESTRELLAS
Reina el silencio: fúlgidas en tanto
Luces de paz, purísimas estrellas,
De la noche feliz lámparas bellas,
Bordáis con oro su luctuoso manto.
Duerme el placer, mas vela mi quebranto,
Y rompen el silencio mis querellas,
Volviendo el eco, unísono con ellas,
De aves nocturnas el siniestro canto.
¡Estrellas, cuya luz modesta y pura
del mar duplica el azulado espejo!
Si a compasión os mueve la amargura
Del intenso penar por que me quejo,
¿Cómo aclarar mi noche oscura
No tenéis ¡Ay! ni un pálido reflejo?
Instalada definitivamente en Sevilla, Tula conoce en 1839, a los veinticinco años, a quien sería el primer gran amor de su vida, Ignacio de Cepeda y Alcalde, joven estudiante de leyes con el que sostiene una relación amorosa, tormentosa y no correspondida, que le dejaría una huella indeleble.
Durante el tiempo que duró esta pasión, escribió una autobiografía e infinidad de cartas dedicadas a él, publicadas a la muerte de su destinatario, mostrando los más íntimos sentimientos de la escritora. Dichas cartas y la autobiografía se encuentran depositadas en la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla. Allí estrenó asimismo, con gran éxito en Andalucía, su primer drama romántico titulado Leoncia en 1840.
MADRID
En ese mismo año, 1840, decide marcharse a Madrid, ciudad donde se instala haciendo de inmediato amistad con escritores y literatos. Al año siguiente publica su primera colección de poemas, con gran éxito, titulada Poesías.
En 1841 publica su famosa novela Sab, novela realista que trata de las luchas independentistas contra la esclavitud que aún se padecía en la Cuba del siglo XIX (Existían unos 400.000 esclavos), y los amores de dos jóvenes, Carlota, joven adinerada de raza blanca, y el mulato Sab, esclavo de su familia. Con esta novela, Gertrudis intenta romper con las conveniencias sociales y hacer triunfar el amor aun entre distintas razas.
En Dos mujeres, su segunda novela, 1842, apoya el divorcio como solución a un fracaso matrimonial o unión no deseada, por lo cual acarrea las críticas de sus primeros detractores por el abierto feminismo de su obra en la cual denuncia el sometimiento a que estaba sujeta la mujer, primero al padre y luego al marido.
Una tercera novela, Espatolino, de corte social, denuncia la terrible situación del sistema penitenciario de la época.
En 1844 estrena Alfonso Munio, su segunda obra teatral, con un triunfo apoteósico, y su fama se eleva a niveles insospechados.
A los treinta años cumplidos, conoce al poeta Gabriel García Tassara, con el cual entabla una relación basada en el amor, los celos, el orgullo y el temor. Tassara no desea casarse con ella y siente unos tremendos celos por la fama y la supuesta arrogancia y coquetería de Tula, escribiendo versos en los cuales le reprocha su egolatría, ligereza y frivolidad. Es un amor que casi la destroza. Para colmo, queda embarazada de él, ¡madre soltera en el Madrid del siglo XIX! Siendo abandonada por su amante, en su pesimismo escribe Adiós a la lira, largo poema compuesto por ciento dieciséis versos, como despedida a la poesía, ya que piensa que ha llegado su final como poeta.
ADIÓS A LA LIRA
(fragmento)
En vano ¡oh lira! tus cuerdas,
armónicos sones guardan,
llegó para mí el estío,
y goza su siesta el alma.
¡Ven, de mis ojos recibe
esa lágrima… y descansa!
Sobre tus cuerdas sonoras,
corrieron ¡oh lira, tantas!…
No es así y en 1845 obtiene los dos primeros premios en un certamen poético organizado por el Liceo Artístico y Literario de Madrid. Y desde aquí, Tula, figura ya entre los escritores más renombrados de su época y se convierte en la mujer más importante de Madrid después de la reina Isabel II.
En es mismo año, 1845, tiene a su hija María, pero la niña nace muy enferma y sin esperanzas de vida. Desesperada, escribe a Tassara desgarradas cartas para pedirle que vea a su hija antes de que muera, pero la pequeña fallece a los siete meses sin que su padre llegue a conocerla.
A ÉL
No existe lazo ya; todo está roto;
plúgole al cielo así; ¡bendito sea!
Amargo cáliz con placer agoto:
mi alma reposa al fin: nada desea.
Te amé, no te amo ya: piénsolo al menos;
¡nunca si fuere error la verdad mire!:
que tantos años de amargura llenos
trague el olvido, el corazón respire.
Lo has destrozado sin piedad; mi orgullo
una vez y otra vez pisaste insano…
Mas nunca el labio exhalará un murmullo
para acusar tu proceder tirano.
De grandes faltas vengador terrible
dócil llenaste tu misión, ¿la ignoras?
no era tuyo el poder que irresistible
postró ante ti mis fuerzas vencedoras.
Quísolo Dios y fue: ¡gloria a su nombre!
Todo se terminó: recobro aliento,
¡Ángel de las venganzas! Ya eres hombre…
Ni amor ni miedo al contemplarte siento.
Cayó tu cedro, se embotó tu espada.
Mas ¡ay! ¡Cuán triste libertad respiro!
hice un mundo de ti que hoy se anonada,
y en honda y vasta soledad me miro.
¡Vive dichoso tú! Si en algún día
ves este adiós que te dirijo eterno,
sabe que aún tienes en el alma mía
generoso perdón, cariño tierno.
Dos años más tarde, cumplidos los treinta y dos, se casa con D. Pedro Sabater, gobernador civil de Madrid, su primer esposo, algo más joven que ella, adinerado y con aficiones literarias. Pero él padece una grave enfermedad y durante un viaje a Burdeos fallece apenas cumplidos los dos meses de casados. Tula, desesperada, se refugia en el convento de la Congregación de La Sagrada Familia de Burdeos donde escribe Manual del cristiano y dos elegías junto a otros poemas fruto de su desdichada experiencia amorosa.
Pasada esta etapa y de vuelta a Madrid, movida por el éxito y la crítica que le es favorable, en 1853 se presenta candidata a la Real Academia Española, pero los misóginos académicos de entonces y su peor enemigo, Marcelino Menéndez Pelayo, no permitieron que una mujer ocupara una silla reservada solo para ellos. No sería hasta 1979 cuando una mujer, Carmen Conde, podría entrar en la RAE como académica.
En 1859, y ya a la edad de cuarenta y dos años, se casa nuevamente con un influyente político, el coronel Domingo Verdugo y Massieu.
CUBA
Pasados veintitrés años de la salida de Gertrudis de su país natal, el matrimonio viaja rumbo a Cuba donde ella es agasajada y acogida con gran entusiasmo por sus compatriotas, siendo proclamada Poetisa nacional en el Liceo de La Habana. Dirige por entonces una revista, Álbum cubano de lo bueno y lo malo, pero como consecuencia de la muerte en un duelo de su segundo esposo, entregada a una mística devoción religiosa, se enclaustra en Martillac.
Pasada esta etapa de religiosidad profunda, viaja por Nueva York y París y de regreso a España se instala de nuevo en
MADRID
Allí transcurren los últimos años de su vida, casi olvidada en un Madrid que había cambiado, y un 1 de febrero de 1873 fallece a los cincuenta y ocho años. Sus restos reposan en el cementerio de San Fernando de Sevilla.
Gertrudis Gómez de Avellaneda ha sido comparada con las más excelsas poetas femeninas a nivel internacional. Su temática versó en general en su vacío espiritual, los asuntos religiosos y un anhelo insatisfecho constante, empleando versos endecasílabos, eneasílabos, de trece sílabas, de quince, dieciséis, alejandrinos, etc. Cultivó asimismo el género narrativo, en especial el dramático. Famosa es su novela Sap, 1841, de tema antiesclavista anterior incluso a La cabaña del tío Tom. Así como Dos mujeres, segunda novela, en la cual defiende el derecho de la mujer a elegir su destino dejando de ser una víctima sometida al hombre y la consecución por ende a la felicidad. Una tercera novela, de entre las numerosas que escribió, Guatimozín, último emperador de Méjico, la sitúa en Méjico en la época de la conquista.
En las restantes novelas, hasta un número de once, sigue con la crítica de una sociedad convencional.
Como dramaturga, sus obras más famosas son Leoncia, Munio Alfonso, El príncipe de Viana, Egilona, escrita en tres días, y la comedia La hija de las flores. Pero con las que obtuvo sus mayores éxitos fue con los dramas bíblicos Saúl, 1849, y Baltasar, 1858, unas de las obras maestras del teatro romántico.
Respecto a sus artículos, en ellos plantea la igualdad entre hombres y mujeres e incluso la superioridad intelectual femenina: No ya la igualdad de los sexos, sino la superioridad del nuestro, afirmaría.
También cultivó el género de la leyenda de las que nos ha dejado buena muestra de las mismas.
Con el escritor y poeta D. Ubaldo G. Visier, 2010
A Gertrudis Gómez de Avellaneda se la ha considerado la poeta romántica por excelencia. Heroína trágica que, siendo aclamada en público, fue terriblemente infeliz en su vida privada. Toda su obra está impregnada por su frustrada experiencia amorosa, la defensa de los derechos de la mujer, a la que dio voz en sus escritos ante una sociedad en la cual no se tenían en cuenta sus ideas u opiniones, por lo cual es considerada precursora del feminismo por el tratamiento, a la vez, que dio a sus personajes femeninos.
Gómez de Avellaneda es también una de las figuras clave del romanticismo hispanoamericano y una de las más grandes poetas de la lengua española.
Vuestra amiga Carmen Carrasco