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FLORENCE NIGHTINGALE, LA DAMA DE LA LÁMPARA

Florence Nightingale (Florencia, 1820 – Londres 1910), hija de William y Frances, familia burguesa y acomodada, gracias a ello pudo estudiar en el King’s College de Londres filosofía, historia, matemáticas, anatomía… además, el tiempo que tenía libre de sus compromisos sociales lo dedicaba a visitar hospitales y a trabajar en el campo.

 Desde muy joven le preocupaba la salud de los demás, pues pensaba que el saneamiento de la sociedad era muy importante y, sobre todo, saludable.  Aquí, en Inglaterra, ya William Farr, relacionaba la enfermedad con “los problemas sociales” y proponía la intervención del Estado en la solución de los problemas de salud. Por otra parte, Florence observó que eran mujeres, en su mayoría, las que se dedicaban al cuidado de los enfermos, también de los pobres y familias necesitadas.

Así “nació en ella” lo que hoy llamamos la “VOCACIÓN DE ENFERMERA”, o su amor por la enfermería.

     A pesar de la oposición familiar, Florence se formó en el prestigioso Instituto para diaconisas de Kaiserswerth, Düsseldorf (Alemania), que había fundado el pastor luterano Theodor Fliedner. Aquí adquirió la disciplina y la profesionalización del cuidado. Al terminar hizo prácticas en varios hospitales de París que dirigían las Hermanas de la Caridad.

A su regreso a Londres ocupó un puesto de superintendente de un Establecimiento para “Damas Enfermas”. Tarea dificultosa, pues no sólo tenía que dirigir el equipo de enfermeras y ayudar a los médicos  sino que también debía de llevar la administración. Así adquirió experiencia como organizadora, directora, enfermera, diplomática… lo que había de serle de gran utilidad en sus trabajos posteriores.

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         Cuando Inglaterra interviene en la Primera Guerra Mundial con sus tropas en Crimea, noticias como éstas, de un corresponsal británico, enfurecen al pueblo inglés. The Time publica: “no sólo no hay suficientes cirujanos, sino que ni siquiera hay suficiente tela para vendas”, o “no se han hecho los preparativos suficientes para el cuidado de los enfermos”. Otro corresponsal francés, sobre las unidades francesas decía: “Sus equipos sanitarios son excelentes y están atendidos por las Hermanas de la Caridad que son unas enfermeras muy competitivas”. Y, al día siguiente, The Time, “¿Por qué no tenemos nosotros Hermanas de la Caridad?

    En esas circunstancias, el Ministro de la Guerra ofreció a Florence Nightingale que fuera a Crimea al frente de 38 enfermeras seleccionadas. Ella aceptó la propuesta y presentó un proyecto al Secretario de la Guerra para que diera carácter oficial a su cuerpo sanitario femenino.

       Esto fue una “pequeña gran revolución”, ¡ver enfermeras inglesas en el Ejército!!! Y además con responsabilidades, cosa que al principio no gustó a algunos militares.

  Al llegar a Crimea el estado del hospital de campaña que encontraron Florence y sus enfermeras era desolador. En aquellos corredores apelotonados estaban los heridos y enfermos contagiosos, otros moribundos en cualquier lado….La atmosfera era irrespirable, sin ventilación… Ausencia de medios de todo tipo, faltaba lo más necesario, utensilios comunes para la limpieza…en fin, de todo. Escribía Florence: “no había ni una palangana, ni una toalla, ni siquiera un poco de jabón ni una escoba”.

Éste era el infierno al que llegó aquella señorita de la alta sociedad, de voz suave y andar rápido.

Pero, la presencia de todas ellas se notó en seguida, en la organización, limpieza, orden… hasta desaparecieron las borracheras entre los soldados. Florence también organizó una escuela e inauguró un salón de lectura. Estaba en contacto permanente con las autoridades para hacer todas las reformas sanitarias pertinentes. En definitiva, puso todo el hospital en orden.

Era tan fuerte su vocación que podía estar hasta 8 horas de rodillas  curando heridas y consolando a los soldados, o permanecer en pie durante 20 horas seguidas, ayudando en las operaciones, distribuyendo alimentos y dirigiendo el trabajo, no le preocupaba la posibilidad del contagio. Los enfermos la adoraban y por la noche cuando cruzaba por entre las largas filas de camas, con una lámpara en la mano, llevando aquí y allá su ayuda y su consuelo, estos besaban su sombra, que se reflejaba en las blancas almohadas.

REGRESO A LONDRES.-  Regresa de Crimea en 1856 después de la firma del Tratado de Paz en París. En Inglaterra todo el mundo quería conocer a la enfermera Florence Nightingale. Llegó silenciosamente un día de agosto, sin los discursos ni fiestas que le habían sido preparados. Florence estaba muy cansada y su salud se había deteriorado visiblemente. Los dos años en Crimea fueron un capítulo importante en su vida. “Les ha abierto el camino hacia una nueva profesión, dijo Lord Stanley. Se había realizado como enfermera. En Londres inauguró el hospital de St. Thomás en 1859, donde en una de sus alas se imparten clases de enfermería, fue la primera escuela laica, donde por primera vez 13 enfermeras se graduaron en 1861. Mientras tanto Florence inválida, desde su casa  leía, escribía y trabajaba constantemente hasta los 90 años que duró su vida.

SU RECONOCIMIENTO.-  Su fama adquirió una dimensión internacional, es reconocida mundialmente como la gran administradora de los hospitales, mérito también destacado por la OMS. El día de su nacimiento – el 12 de mayo-  se ha escogido como el DÍA DE LOS HOSPITALES.

FLORENCE NIGHTINGALE  merece el profundo reconocimiento de haber sido la pionera del pensamiento científico y ético en la ENFERMERÍA MODERNA.

AURORA FERNÁNDEZ  (12-8-2022)

0 thoughts on “FLORENCE NIGHTINGALE, LA DAMA DE LA LÁMPARA

  1. Una historia impresionante, es muy bonita la labor que estás haciendo de darle reconocimiento a las grandes mujeres que han hecho Historia y en esos tiempos tan difíciles.
    Sigue ilustrándonos, por favor. Gracias
    Estas historias demuestran la inutilidad de ese Ministerio inútil de “Igual dá”, que tenemos que estar pagando sus dislates, que solo sirven para beneficiar a sus chiringuitos y favorece la división entre españoles.

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