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EXPERIENCIAS  ONÍRICAS

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(RELATO PARA PENSAR)

Como si el árbol tuviese su propia alma y capacidad de raciocinio que le permitiese determinar sus acciones, inició un voluntario proceso de alargamiento de las ramas más robustas para para intentar llegar hasta el rostro de la muchacha que dormitaba tranquilamente recostada en el  muro del pozo de piedra que se alzaba desafiante en el centro de aquel páramo moteado de pequeñas florecilla salvajes y alguna que otra inflorescencia verde que habían nacido por ser mitad de mayo.

El hombre salió de la casa con un gesto horrorizado  marcado en su faz oscura. Portaba un hacha de afilado filo asida por el mástil con ambas manos. Su determinación era clara .Cortar las ramas que se retorcían cual serpientes buscando el botín en forma de bella chica adormecida plácidamente

Avanzó con determinación intentando ser certero en el tajo que pensaba dar a la rama para sesgar su vida. Debía atacar la zona donde se alojaba la parte sensitiva y racional de aquel gigantesco engendro de la naturaleza.

El murmullo de cientos de hijas parloteando un idioma ininteligible pero claramente amenazante provocó un terror indescriptible en el leñador que, con paso, esta vez tembloroso, pretendía acercarse lo suficiente para asestar el certero tajo a la singular rama que cada vez se encontraba más cerca de conseguir su propósito de acariciar el rostro de la muchacha.

Era un coro de voces amenazantes, casi huecas, que advertían que no se acercase más al gigantesco y humanizado árbol.

El hombre, resistiendo su propio miedo y haciendo caso omiso de las advertencias de las susurrantes hojas se lanzó con tal ímpetu al tronco que se frustró el golpe porque no calculó debidamente su propio empuje y erró el golpe.

Inició otro intento, desde un punto más cercano, sin desplazarse, pero tampoco consiguió su objetivo porque esa vez sí comprobó que el árbol se había desplazado de su lugar evitando en envite.

Horrorizado comprobó que el hacha había ido a hundirse en el pecho de la mujer que murió sin haber tomado conciencia de lo que allí había sucedido.

Un rumor de hojas sonaron como lamentos. Una lluvia esparció lágrimas de sangre por doquier y amenazaba con alcanzarme y ahogarme…¡desperté!. Por fin, todo fue un sueño.

Ana Martínez Parra

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