Experiencias cercanas a la muerte

Manuel Salcedo Galvez

Ni siquiera se veían reflejos del alba cuando Ana oyó a lo lejos el canto de un gallo, se giró y la loca estaba junto a su cama mirando su pelo. Dio un brinco al tiempo que la empujaba. La desgreñada cayó al suelo con un gruñido y apareció tras ella la figura de una señora que la ayudó a incorporarse.

–¡No asustes a la muchacha! –dijo la señora mayor que durmió de espaldas a ellas–. No le hagas caso, su demonio como ella le llama, le dice que haga tonterías todo el tiempo.

Ana estaba todavía conmocionada, con los brazos en alto, a la defensiva, esperando cualquier cosa. Pero la voz le pareció cariñosa. La señora se acercó y la tenue luz que entraba por la ventana mostró su rostro amable.

 –Yo me llamo Cristina y tú eres Ana ¿verdad?, me lo dijo la hermana Gloria. Pobrecita lo habrás pasado mal. Cuando llevas aquí tanto tiempo casi no nos damos cuenta de la crueldad de este sitio.

Ana que todavía temblaba, no sabía que pensar, aquella mujer no encajaba en el horrendo cuadro que formaba aquel manicomio de la era franquista.

–Tranquilízate Ana, aquí estás segura, los que pueden hacerte daño están al otro lado de esa puerta. La loca a la que ya conoces es Bea, es traviesa, pero es una niña muy buena. No debes preocuparte estamos de tu lado. Sé que no es el mejor lugar para conocerse, pero estoy segura que nos veremos en mejores sitios y momentos porque tú nos vas a traer suerte, tienes buena estrella lo presiento.

Cristina se sentó en el borde de la cama y le cogió la mano entre las suyas. Ana sintió por primera vez desde que había entrado allí a alguien amable y no pudo evitar llorar, aunque ahora eran otras lágrimas, no las derramadas el día anterior cuando ingresó, cuando la desnudaron bruscamente y lavaron como si fuese ganado con una manguera y un cepillo. Tal como debía hacerse con una loca, no solo por tener una supuesta enfermedad mental sino por ser mujer. Era una época de oscuridad total en la que tan solo por ser mujer se les presuponía una tendencia innata a desequilibrios emocionales y por lo tanto enfermedades mentales.

Cristina había sido profesora de música, siempre lloraba al escuchar a Albinoni. Tras la muerte de su marido decidió pasarse al mundo de los locos porque la realidad le resultaba una locura.

–Nadie diría que tengo buena estrella viéndome aquí –dijo Ana más calmada.

–¿Qué te pasó Ana? –dijo Cristina– la hermana Gloria no quiso contarme nada.

–La verdad es que estoy aquí por contar lo que me ocurrió, –Ana sintió algo más de lucidez, las pastillas habían gastado ya su efecto– recuerdo que estaba a punto de abandonar este miserable mundo, cuando algo muy extraño ocurrió. Pude ver como dejaba mi cuerpo y una luz me inundaba. Vi a mi madre que murió hace mucho. Vi a mis abuelos y entonces vi a alguien que no debía estar allí. Unos días antes Alicia, mi amiga, se marchó a ver a sus padres a la ciudad yo la vi irse. Ella estaba viva no podía estar allí, pero me dijo que no era mi hora que debía volver y que les dijera a sus padres que los quería mucho y que le encantó el Simca rojo. Yo ni siquiera sabía que era un Simca. Alguien me encontró y me llevó al hospital, en cuanto tuve fuerzas llamé a sus padres, estaba preocupada, les conté lo que me ocurrió y ellos no podían creerlo Alicia había muerto y el Simca rojo era un coche que le habían regalado.

–Ya veo –dijo Cristina.

–¿Crees que estoy loca? Todo el mundo lo piensa hasta los médicos.

–No estás loca. Yo también he pensado alguna vez en quitarme la vida, tu vida no habrá sido muy fácil –dijo Cristina tan cuerda que casi daba miedo.

Ana se quedó en silencio y en su mente se daba media vuelta hacia sí misma. Pero Cristina le puso un brazo por encima y terminó abrazándola. Se rompió.

–No, la vida no ha sido amable, –dijo Ana entre sollozos, algo que para ella era desconocido la estaba haciendo hablar– Sin embargo, después de tantos años sin encontrarle el sentido, llegó aquella luz y tras ella un mundo extraño. Y me pareció ver el verdadero significado de todo, sentí como si respirase por primera vez. Aquella luz me sosegó, me dio calma. Yo siempre le tuve miedo a la muerte como todo el mundo, pero temía más la vida. Sin embargo, desde ese día ya no temo a la muerte, porque sé que después de la muerte hay vida, pero lo mas importante es que he perdido el miedo a la vida, ahora deseo vivirla.

Lo que de verdad le extrañó de sí misma, es ¿cómo podía hablar tan abiertamente con Cristina cuando siempre había sido tan reservada? Ella no quería nunca a nadie. Era como si el mundo de la locura le diera licencia para abrir su alma, o quizás aquella experiencia vivida había cambiado algo en ella.

–Vaya esa sí que es una historia, –dijo Bea.

–Tuviste un encuentro existencial, tuviste una experiencia cercana a la muerte –sentenció Cristina como si supiera bien de que hablaba– tu vida ha cambiado para siempre. No eres la única que ha tenido esa experiencia, pero muchos se callan por no juzgarlos como locos. Algún día la ciencia descubrirá que tras la muerte hay vida.

Cada día se presentan testimonios parecidos en los hospitales, después de una muerte clínica vuelven a la vida contando este tipo de historias, nunca se les hizo caso, incluso se les diagnosticaron con enfermedades mentales, a día de hoy la ciencia no parece tener pruebas, pero si muchas preguntas. ¿Por qué cuando el cerebro está gravemente dañado la gente dice que su pensamiento es más claro y rápido que nunca algo que no debería suceder si el cerebro se está apagando? ¿Porque describen que dejan sus cuerpos y ven cosas desde fuera del cuerpo cuando están inconscientes incluso ven lo que pasa en lugares lejos de allí y después se comprueba que era cierto, como el caso de esta historia que está inspirado en una historia real? ¿Por qué personas ciegas de nacimiento pudieron describir colores y formas que vieron en la experiencia? ¿Por qué la medicina no puede explicar la lucidez terminal, cuando un paciente terminal con una enfermedad como el alzheimer con el cerebro completamente deteriorado recupera repentinamente la lucidez horas antes de morir?

 Todas estas preguntas han hecho que se den comienzo a muchos estudios en diferentes universidades del mundo, físicos teóricos, psiquiatras, neurofisiólogos, estudian este fenómeno conocido por las siglas ECM. Experiencias cercanas a la muerte.

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