Eutanasia: culto inmoral a la muerte
OPINIÓN
La aprobación en el Congreso de la ley de Eutanasia, habiendo hurtado a la sociedad un debate profundo durante su tramitación, se convirtió, el día que se aprobó, en un triste espectáculo de diputados aplaudiendo a rabiar una norma que solo representa un culto inmoral a la muerte. La eutanasia es una práctica que sencillamente legaliza, autoriza e impulsa a la muerte. No es la ampliación de ninguna libertad, como pretenden hacer crear algunos, ideologizando algo que no debería pertenecer al ámbito partidista, sino una claudicación ante la vida, que es el fin último a proteger por el ser humano. Por eso cabe preguntarse qué hay que celebrar. Incluso para los partidarios de esta conflictiva norma, ¿qué sentido tiene aplaudir, como si fuera una victoria parlamentaría más? Si una sociedad realmente empieza a ovacionar a la muerte, es que está anteponiendo mezquinos intereses políticos sobre la propia entidad de la vida humana. España no ha ganado un derecho. Pierde vida.
La ley de la Eutanasia, aprobada con aplausos en el Congreso, se ha impuesto a rodillo, en el marco de un amplio proyecto desoyendo por completo a los discrepantes. La norma nace con la oposición de los colegios de médicos. También están en contra el Comité de Bioética y la Iglesia Católica, que sigue siendo la de la mayoría de españoles.
La ley quedó aprobada por mayoría absoluta. La norma, que ha salido adelante con 202 votos a favor, 141 en contra y dos abstenciones, entrará en vigor dentro de tres meses. Así España se ha convertido en el séptimo país del mundo (hay 198) en el que esta práctica es legal, después de Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Nueva Zelansa y Colombia.
El expresidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, doctor Marcos Gómez Sancho, afirmaba: “de 25.000 pacientes que hemos atendido, sólo 3 o 4 han pedido la eutanasia”. En España hay miles de personas que cada año necesitan cuidados paliativos especializados, de los que solo la mitad lo reciben. Solo este dato debería llevar a la reflexión sobre dónde está la demanda sostenida de la sociedad actual que pudiera requerir la atención de nuestros legisladores; y sobre la calidad de nuestra atención hacia aquellos que soportan un alto grado de sufrimiento como consecuencia de la enfermedad y la cercanía de la muerte.
Se avanza en la muerte asistida de manera implacable, pero se desprecia por completo la vía humanitaria de los cuidados paliativos, en los que no se invierte. Por otra parte, es difícil que esta ley quepa en nuestra Constitución, que en su artículo 15 establece, que “todos tienen derecho a la vida y la integridad física y moral”. Por lo que la Sociedad y el Estado, en nuestro sistema legal, han de garantizar la asistencia sanitaria universal para el cuidado de la salud de los ciudadanos. La única respuesta ética aceptable ante el dolor y el final de la vida son los cuidados paliativos, que ni precipitan deliberadamente la muerte ni prolongan innecesariamente la agonía, sino que cuidan al enfermo, aliviando su dolor mientras llega la muerte. Acompañada, aliviada, socorrida. Pero vida hasta su final.
Mateo Cladera
Periodista