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ERRANTE BUSCANDO…ENCONTRÓ EL SANTO     

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Imagen y ermita de San Veremundo

Silvestre pensó que la monótona vida que llevaba era momento de cambiarla y tomó la decisión de  hacer el Camino de Santiago desde Francia. Con su mochila  de segunda mano, viajaron los más de 900 kms de distancia  que  separaban su pueblo del sur, de la frontera francesa. Inicia su periplo. En la quinta etapa  estaba cansado, pero no se amilanó.

Conoció a Joaquín y a Julia de manera fortuita. Fue antológico el encuentro, pues se cayeron bien y, gracias a ellos, tuvo noticias de la existencia de un santo de curioso nombre, San Veremundo, y de las fascinantes historias que se relataban acerca de los prodigios que, afirmaban, realizaba allá por el siglo XI.

Decidieron visitar el monasterio, que en su momento dirigió el monje, y cuya  fundación se situaba en el siglo VIII. Les informaron que constituía una joya arquitectónica en la que se mezclaban estilos cisterciense, plateresco, románico y herreriano.

-Toda una lección de historia y arte- dijo Julia.

-Y religiosidad y cultura. Gracias al  esfuerzo del  Santo por la divulgación del conocimiento, además de las obras de misericordia, que realizaba al proteger a los peregrinos y alimentar a los necesitados.- apostilló Joaquín.

-¿Será verdad eso que he leído de que hacía pasar necesidad a los monjes para dar de comer a los pobres y era reprendido?.-dijo Silvestre que no era precisamente un devoto religioso.

Procesión tradicional

-Sí, y el milagro de que la comida se transformara en rosas cuando lo descubrían.- comentó jovial la muchacha.

Los jóvenes llegaron a la localidad el día 7 de marzo, vísperas de las fiestas que se celebraban en honor al patrón, en Villatuerta, una ciudad de poco más de mil habitantes.

La curiosidad los llevó hasta la estatua del patrón. Miraron y callaron. Silvestre, inmóvil pensó “quiero ser como tú”. Veremundo  le sonrió.

Ana Martínez Parra

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