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EL TIEMPO SE TERMINA Y, DESPUÉS, ¿QUÉ?

Estamos entrando en el último tramo para el 1-O, como quien dice, ya que agosto pasará sin pena ni gloria, políticamente hablando, pues el calor tan sofocante que hace no deja muchas ganas a nadie de trabajar más de lo estrictamente necesario. Los hoteles y los yates de lujo están aguardando a muchos de los políticos, tanto de la vieja como de la nueva casta, puesto que ante la comodidad y el placer no existen castas, sino aprovechados del buen vivir. Otros políticos pasarán la canícula de agosto en la finca de algún amigo, que la heredó de su abuelo y este la heredó de los abuelos de sus abuelos, y hasta la escopeta con incrustaciones en plata –dirán– fue un regalo por un favor que hizo un antepasado suyo a no sé quién…

            El 1-O lo tenemos encima y, por eso, camufladamente algunos de los responsables de llevar a cabo la pantomima del referéndum no se han ido de vacaciones –a ellos no les importa sacrificarse por la patria de Catalonia–, renunciando a los placeres estivales. Un día, estos caballeros y damas serán premiados con la más alta distinción que concederá la nación de Catalonia, posiblemente, con la insignia de la butifarra.

            Mientras, nuestro presidente –sí, me refiero al de la Nación– está disfrutando de sus vacaciones en Galicia, la tierra tira mucho, pero, eso sí, con su flema y tranquilidad. A las preguntas de los periodistas ha contestado muy serenamente que están alerta respecto a los independentistas de Cataluña (los del País Vasco están ahora tranquilos, a costa de no sabemos qué, ni lo sabemos ni nos lo dirá), pero que, eso sí, ante cualquier movimiento sospechoso del Gobierno catalán, convocará un Consejo de Ministros urgente, ¿para qué?, para solicitar al Constitucional que anule cualquier iniciativa de dicho Gobierno. Y así un día y otro. Me pregunto: si en la Constitución el artículo 155 se creó precisamente para poder intervenir una autonomía, ¿por qué el Gobierno de la Nación no lo ha hecho ya? Quizá por las protestas que puedan realizar otros partidos. La ley es la ley y está para cumplirla, ¿a qué tanto miedo? Habría que mandar a todos los miembros del Gobierno catalán a que pasen un tiempo en la Riviera Maya tomando el sol. Eso sí, pagándoselo ellos.

            No, señor Rajoy, el clavo está ya tan al rojo vivo que, por mucho que lo quiera usted evitar, se va a quemar de una manera u otra. Ha tenido usted ya mucho tiempo para haber impedido esa deriva y no haberles dado tanta soga larga, al final, alguien va a quedar enredado en ella, espero que no sea usted.

UN DÍA SÍ Y OTRO TAMBIÉN, leo los artículos de opinión de algunos de los periódicos que se editan en Palma de Mallorca escritos por algunos de los analistas más conocidos y de cierto prestigio (¿…?). Debo reconocer que en algunos de esos artículos han estado acertados, pero, en la mayoría, son inexactos y se basan en el desconocimiento, para escribir patrañas contra todo lo que huele a español. Se da la casualidad de que estos escribidores de artículos de opinión son catalanistas e independentistas. Si así se sienten ellos, yo me pregunto por qué no se van a Cataluña a vivir; además, posiblemente, se las reconocería más que aquí a estas personas que solamente destilan odio hacia todo lo que huele a España, acusándola de todo lo que pasa en Cataluña. Yo vería casi razonable que defendieran a Baleares, pero no, su meta y su horizonte es la independencia de Cataluña; me pregunto cuánto deben recibir de las arcas de Catalonia para escribir con lengua viperina, inexacta, chabacana y embustera lo mismo siempre: que el resto de España es muy mala con Cataluña, mientras los sufridos catalanes son muy buenos.

            Esos cuantos articulistas se han catalanizados porque, en el fondo, se consideran inferiores a los catalanes, y es por eso por lo que creen, promulgan y defienden las excelencias de Cataluña, en la creencia falsa de que, defendiendo a Cataluña, ellos tendrán la oportunidad de ser más conocidos. Cuando la realidad es que a muchos de esos escritores catalanizados les hacen poco caso en Cataluña. Defienden lo indefendible, porque si un día Cataluña (sic) fuese independiente y formaran un Estado –cosa que nunca han sido–, las Islas Baleares pasarían a ser para los catalanes, con vistas a un futuro no lejano, una provincia, es decir, un reducto de islas enclavadas en medio del mar. Esos pobres idiotizados articulistas, analistas y algún que otro escritor, que solo saben hacerle la comba a Cataluña, mendigando para que sus libros sean editados y distribuidos en Cataluña a ver si así venden algunos, son gentes sin personalidad propia y sí con mucha estupidez, que defienden un catalanismo desfasado y silencian lo auténtico y genuino de las Baleares, que nada tienen que envidiar a Cataluña. Pero de todos esos escritores, analistas y articulistas, que siempre están clavando el puñal en la misma herida, en hacer que los mallorquines desprecien al resto de España en beneficio de Cataluña, hay uno, el de las «cejas otoñales», sobre el que me pregunto: cómo puede destilar tanto odio contra España. Sus artículos son siempre de una gran imbecilidad, es un escritor histriónico, catalanizado hasta la médula, independentista acérrimo. Personas como este individuo hacen avinagrar el sentido responsable de la sociedad mallorquina, siempre tolerante y abierta. Me pregunto por qué estos personajillos histriónicos sienten tanto odio hacia resto de España. ¡Pobres ellos! A los que hoy defienden, mañana les darán una patada donde termina la espalda.

EL MIÉRCOLES DÍA 2 DE AGOSTO, en un periódico local, un analista (omito su nombre ya que no se merece que lo diga) manifiesta lo siguiente: «El pasado congreso del PSOE de Andalucía ha compensado el fracaso nacional de Susana Díaz. Ese baño de multitudes que se ha dado en su feudo la ha fortalecido para erigirse en el contrapoder a Pedro Sánchez, consciente de que la España nación de naciones no es bien vista en una región que basa su bienestar en beneficiarse, precisamente, de los dineros que transfieren, además de Madrid, Catalunya, Valencia y Baleares, y Euskadi y Navarra en menos grados (por su privilegiado régimen fiscal), comunidades autónomas que podrían entrar en esa categoría de naciones sin estados». Después de escribir esto sigue una retahíla de incongruencias difíciles de aceptar; si no he entendido mal lo que este analista ha querido dar a entender en su artículo, se trata, ni más ni menos, de que Andalucía vive de lo que aportan estas comunidades, si no Andalucía sería una franja de tierra en el sur de España desértica y muerta de hambre. Si ese escrito no es perverso y ofensivo para los andaluces, que venga Dios y nos coja confesados. Pienso que ese analista, posiblemente, nunca haya visitado Andalucía. Por otro lado, no me sorprende la verborrea de este señor ya que solo ha repetido en su artículo lo que otros también ya han dicho (les falta imaginación): que los andaluces somos «casi» unos vagos, que solamente nos gusta hacer la siesta y estar de juerga, que Andalucía se financia con lo que el Gobierno de Madrid roba a las comunidades indicadas por este mal analista. Andalucía es hoy una comunidad próspera, aunque no me queda más remedio que reconocer que la riqueza en Andalucía está muy mal repartida y que todavía existe una gran desigualdad. Existe mucha pobreza y mucho paro, sobre todo en los mayores y en los jóvenes, y, posiblemente, Andalucía no ha tenido hasta ahora los políticos que esa región del sur de España se merece. Los andaluces son personas trabajadoras, honradas y laboriosas, que casi siempre han estado marginados por el Gobierno central, que en toda las épocas ha favorecido más a esas otras comunidades que el analista ha mencionado. Mientras a Andalucía llegaban las migajas, a las regiones del norte y del este se les daban las industrias y se les ponía toda clase de facilidades para instalar las grandes empresas, las cuales funcionaban precisamente con parte de la mano de obra barata de los obreros procedentes de Andalucía, Extremadura, Castilla y otras provincias, que sirvieron para que esas regiones prosperasen. Por favor, señor analista, la próxima vez que escriba usted sobre Andalucía, límpiese los cristales de sus gafas y no diga más «barrufadas». Como andaluz, le digo que todo lo que ha dicho en su artículo no tiene ningún sentido verídico ni racional.

LOS ATAQUES que han realizado los cachorros descerebrados de Arran contra el turismo, tanto en Barcelona como en Palma de Mallorca, son intolerables. El turismo es la única industria que da trabajo a miles de personas en toda España y que crea riquezas, y ahora estos niños pijos, hijos de papá, que posiblemente ni trabajan ni estudian, quieren con sus acciones espantar al turismo, con sus pintadas en las paredes, algunas de ellas realizadas en fachadas de monumentos. Las otras tardes estos descerebrados idiotas entraron en un restaurante del Moll Vell y arrojaron a los clientes que en ese momento estaban comiendo confetis y serpentina sobre los platos y llevaban bengalas encendidas para intimidarlos. El restaurante en cuestión tuvo que ponerles un nuevo cubierto, lo que conllevaba una pérdida económica, pero, sobre todo, una muy mala imagen de cara al turismo, sobre todo, aquí, en Mallorca, donde todos directa o indirectamente vivimos de esta actividad.

            La reacción de algunos políticos, tanto en Barcelona como aquí, en Palma, ha sido muy blanda, no me sorprende, estos niñatos están respaldados por la CUP, partido antisistema, que el nefasto Gobierno de la Generalitat necesita en su deriva independentista, por lo que han sido muy cautos en sus respuestas para condenar esos hechos. Según ha manifestado la Policía de Palma, tiene ya identificados a esos trogloditas, que, en su ego, durante esa tropelía grabaron un vídeo de sus fechorías y después lo subieron a las redes sociales. Encima de bobos, tontos. Una vez detenidos, deben ser juzgados y ha de recaer sobre todos ellos una dura condena.

            Por otro lado, sí es verdad que las autoridades deberían canalizar un turismo más cívico hacia las islas, no se puede permitir un turismo de borracheras, drogas, «balconing» y otras muchas salvajadas que comete esa clase de turistas, que en nada nos beneficia, pero tampoco a sus países de procedencia. Al turismo hay que mimarlo, pero sí hay que impedir que venga ese turismo nefasto y podrido que no nos sirve nada más que para formar jaleo y crear un ambiente de peligrosidad. Son las autoridades junto con los turoperadores quienes deben solucionar este problema grave para la primera industria de nuestras islas.

Marcelino Arellano Alabarces

Palma de Mallorca         

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