EL TERCERO, SANTIFICAR LAS FIESTAS

La mies es mucha y los

obreros pocos (Mateo, 9 – 37)

   Si la religiosidad en España no está en crisis y es sólo apariencia, el hecho cierto es que a las iglesias acuden muy pocas personas y de éstas la mayoría son mayores, porque los de mi generación y la siguiente recibimos una pequeña o amplia formación religiosa y aunque pasen los años siempre queda algo. Esta formación y prácticas religiosas fueron las que nos inculcaron la moral y la ética. Tan importante tarea se empezaba en la propia familia y continuaba en la escuela, en la universidad, en el servicio militar y, muy especialmente, en todas las edades, lugares y circunstancias la Iglesia: “Vosotros sois la sal de la tierra; vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5 – 13- 14 )

Tal como van en la actualidad las cosas habría que preguntarse, ¿Se ha desvirtuado la sal y la lámpara se ha puesto bajo el celemín?

      Las nuevas generaciones carecen de esa formación religiosa que son las virtudes morales porque eso que algunos llaman progreso engloban las prácticas religiosas y Dios en cosas retrógradas. Por eso los analistas sociales insisten en que “en estos momentos España no necesita política, sino moral”. Y así es, por eso existe tanta corrupción no sólo en la economía sino en toda actividad. Esto ocurre cuando apartamos a Dios de nuestras vidas, me refiero en la vida diaria porque en ciertas ocasiones sí que echamos mano de Él cuando nos encontramos en un gran aprieto o nos visita la enfermedad. Incluso los no creyentes, estos, más para pedir o agradecer se acuerdan de Dios para culparle de todos nuestros males. Me recuerda a los políticos sobre todo, cuando están en el gobierno: los terremotos, la sequía, la guerra los volcanes, “el cambio climático mata”… Dios es el culpable de todo porque no pone orden.

    Estas “Fiestas de Semana Santa” que la D.G.T. dice los millones de desplazamientos que se producen en estos días en España. Le pregunto a una vecina que pasa por muy santificadora porque no se pierde ni misa diaria, ni rosario, ni novena, que me aclare eso de “santificar las fiestas” del tercer mandamiento. Su contestación fue rápida: “oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar y no trabajar”. O sea, el Ripalda.

Ese “no trabajar” quedó flotando en el aire, tanto que pensé que España es el país que más y mejor cumple con el Tercer  Mandamiento, pues son muchos los que no trabajan, sea porque no lo tienen o aquellos otros que con tal de no trabajar están dispuestos a guardar y santificar muchas más fiestas de las que manda la Santa Madre Iglesia.

       Llegados hasta aquí cabe preguntarse, ¿Santifica los domingos y fiestas de guardar el que se va de viaje, de pesca, de caza, de copas y de comidas, de baile o cualquier otra cosa de diversión, después de “oír la misa entera”? No está muy claro.

Salvador de Madariaga escribió sobre este tema, que había que reorientarse hacia la meditación sobre el sentido de la vida del hombre y su relación con Dios y estimular la fe a través de la emoción estética que se consigue por medio del numeroso arte sacro: pintura, arquitectura, música, poesía, teatro, es decir, hacer valer el inmenso tesoro artístico que la Iglesia ha heredado durante siglos.

     Las procesiones de Semana Santa, bien está, mueven el sentimiento religioso y mantienen una tradición, y, otro tanto podemos decir sobre los belenes y villancicos de Navidad, pero esto no es suficiente para santificar las fiestas. El sacerdote JOAN BERTARD, insiste sobre lo mismo, para este ilustre sacerdote el arte tiene una fuerza especial para remover el sentimiento religioso. Y del mismo parecer era l escritor ruso DOSTOYEVKI: “Sólo la belleza podrá salvar el mundo”.

Por supuesto que para santificar las fiestas hay que hacer algo más, está muy claro en el Nuevo Testamento: ·El primer y más grande mandamiento es AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y AL PRÓJIMO COMO A TI MISMO. En estas palabras está contenida toda santificación. Por eso pienso a ese “no trabajar” habría que quitarle el NO y que quedara trabajar para el prójimo. El escritor Louis Ratisbonne dijo: “juntar las manos para rezar bien está. Abrirlas para dar está mejor”.

   A propósito de abrir las manos para dar, bueno es contar lo que me ocurrió hace unos días. Estaba sentado en uno de esos bancos  que circundan la fuente de las Batallas en Granada y se me acercó un joven que por su vestimenta y aspecto no tenía nada de pobre y me pidió con altivez dos euros. No se los di, y continuó intentándolo entre los que por allí circulaban. Se fue, pero se quedó conmigo un cierto malestar y desazón en la forma en la que me pidió, pero más aún por mi negativa. En aquel momento acudieron a mi memoria las palabras de la Biblia: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, y la parábola del buen samaritano, y las del ensayista Montaigne: “No hemos nacido para nosotros mismos sino para los demás”. En aquel momento sentí tanta vergüenza y remordimiento que me levanté del banco y recorrí la plaza buscando aquel hombre para rectificar y darle no dos euros sino lo que me pidiera, pero ya no lo encontré. Desde aquel día, cada vez que paso cerca de la fuente siento una fuerte sacudida en la conciencia por mi estúpido comportamiento.

        Deberíamos tener siempre presente las palabras de Jaime Balmes, que ya nos advirtió: “Quien puede y no quiere, cuando quiera no podrá”. Esto fue sencillamente lo que a mí me ocurrió. No volverá a repetirse, prefiero pasar por tonto a dejar de hacer el bien que esa es la manera de santificar las fiestas.

ROGELIO BUSTOS (24 – 4- 2023)

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